13/05/2020SALUD

Lic. Marcela Alonso.

“Un cariñoso ‘¡cuidate!’, o el aplauso de la gente que hace cola en el supermercado y nosotros pasamos con el vacunatorio, te llena de emoción”. Es integrante del equipo de enfermeros y enfermeras que trabaja en el área de Vacunación en Huanguelén.

Fueron los primeros en el distrito en mirar con cariño una ambulancia viejita que estaba por pasar a desuso, y propusieron repararla y adecuarla para un simpático vacunatorio móvil.

En su localidad ya conocen el vehículo. Y si las enfermeras del vacunatorio no les tocan la puerta de su casa, para una aplicación, es la gente la que se acerca para aplicarse las diferentes vacunas previstas en el calendario.

En el Día Internacional de la Enfermería, la Lic. Marcela Alonso dice que están trabajando “con muchos cuidados, es una forma diferente de trabajar. Nos tuvimos que adecuar a estas nuevas medidas. Al principio, difícil, pero ahora nos adecuamos. Primero nos molestaba el barbijo, la máscara, pero hoy por hoy ya nos habituamos”.

Cuenta que “el vacunatorio móvil era una ambulancia que ya tenía que salir de funcionamiento, por los años que tenía. Estaba andando, pero no la podíamos utilizar para el traslado de pacientes. Con mi compañera de sector, Verónica, decidimos usarla como vacunatorio móvil. La reformamos, justo el chico que estaba en mantenimiento en ese momento nos ayudó a hacer todas las reformas. Con esto nosotros vamos casa por casa. Primero surgió que íbamos por barrios, y la gente se acercaba. Hoy por hoy, lo que hicimos, fue ir casa por casa a vacunar”.

La gente las conoce, las sabe insistidoras para la vacunación: “la gente nos para, nos llama por teléfono, ya nos conoce”.

Este año “la gente prefería vacunarse con las vacunas de la gripe. Nos quedamos sin vacunas. Antes, el año pasado, manejábamos un stock, que nos quedaba, semanalmente, diez vacunas por decir. Hoy llegan y se aplican todas. Stock cero en la heladera. Ni bien las recibimos lo que hicimos fue formar grupos, dividimos el pueblo en cuatro y salimos en cuatro grupos en autos y en el vacunatorio. A vacunar casa por casa a los mayores de 65. Fue la forma de cuidar a nuestros mayores, que son los más expuestos”.

Por supuesto, que les faltó vacuna para cubrir a todos. “Recibimos, más o menos, setecientas y pico de vacunas, desde Región Sanitaria. Después recibimos algunas de IOMA, muy poquitas, y otras de PAMI. Nos faltan muchas, porque habitualmente se vacuna a más de dos mil personas”. 

Esperando, entonces, más envío de vacunas: “los teléfonos personales, nuestros y del Hospital, suenan continuamente. La gente quiere vacunarse, aun las que antes no querían la aplicación”.

Dice Marcela Alonso que “hacer esta labor me llena de orgullo. Cuando empezamos, al principio de la pandemia, fue un montón de emociones encontradas. Miedo, miedo personal a lo desconocido. Teníamos miedo de llegar a casa y contagiar a la familia. Esto creo que fue general en todo el grupo. No miedo por uno, sino miedo por la familia. Hoy por hoy lo pudimos manejar bien. Estas emociones las podemos manejar. De hecho, en el Hospital, tenemos un grupo de psicólogos de apoyo que cada 15 días tenemos charlas, ahí expresamos todo lo que nos pasa. Y eso, creo que, como grupo, nos ayudó un montón. Y, por otro lado, la familia acompaña. La familia y la gente de la calle, vos pasabas y te decían ‘¡cuidate!’, o la emoción de pasar en el vacunatorio y veías en los supermercados gente haciendo cola y te aplaudían. Eso nos llena de emoción. ¡La verdad que es muy lindo!”.