Fray Carlos Azpiroz Costa y una sentida reflexión sobre el legado del Papa Francisco
A días del fallecimiento del Papa Francisco, el arzobispo de la arquidiócesis de Bahía Blanca, Fray Carlos Alfonso Azpiroz Costa, compartió con La Nueva Radio Suárez una emotiva y profunda mirada sobre lo que significó Jorge Mario Bergoglio para la Iglesia católica, para la comunidad creyente y también para él en lo personal, ya que fue el propio Francisco quien lo designó como arzobispo en el año 2015.
“La noticia de su muerte nos entristece profundamente, y deja un vacío enorme. Francisco fue quien me trajo a esta diócesis, quien me encomendó esta misión. Y ahora, ya no está. Es una sensación de orfandad, pero también de esperanza, porque confiamos que está junto a Dios”, expresó Fray Azpiroz Costa al comenzar la entrevista.
Recordó también el impacto mundial que tuvo su elección como Sumo Pontífice, en marzo de 2013. “El país entero se sorprendió. Todos recordamos qué estábamos haciendo cuando escuchamos ese nombre: Jorge Bergoglio. En latín, Georgius. Yo estaba predicando en un monasterio de clausura y cuando lo anunciaron, las monjas saltaban de alegría. Fue una enorme sorpresa”.
A partir de entonces, el estilo pastoral del Papa Francisco marcó un nuevo tiempo en la Iglesia. “Fue un Papa profundamente evangélico, no solo en sus palabras, sino sobre todo en sus gestos. Un hombre de actos concretos y contundentes, que no buscaban la imagen sino la verdad del Evangelio. Aquella vez que se arrodilló y besó los pies de líderes enfrentados para pedir la paz fue un gesto que no se calcula, que nace del corazón de un pastor”, recordó.
Fray Azpiroz destacó especialmente la capacidad comunicativa de Francisco: frases breves, directas y con un trasfondo teológico profundo. “’¿Quién soy yo para juzgar?’ o ‘quiero una Iglesia hospital de campaña’. Son frases que impactaron no solo por su claridad, sino porque tocaban la raíz del Evangelio. Francisco fue un gran comunicador, pero no por marketing, sino porque vivía lo que decía”, afirmó.
También remarcó cómo ese estilo influenció a la Iglesia en todos sus niveles. “Sus gestos marcaron una dirección. Nos movilizaron. Nos mostraron que la Iglesia no puede ser un lugar donde uno debe cambiar para entrar, sino donde uno entra para cambiar. No hay escáneres en la puerta del templo, ni aduanas que revisen tu alma. Todos tienen un lugar en la Iglesia, y eso es central en su legado”.
Consultado sobre si su muerte significa un quiebre, Fray Azpiroz explicó que si bien cada pontífice imprime su impronta, los pasos dados en estos años marcan un rumbo irreversible. “Cada Papa aporta una faceta única del Evangelio. Así lo hicieron Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Pero una vez que el pueblo de Dios ha vivido cierta experiencia de fe, de apertura, de cercanía, ya no hay vuelta atrás. No se puede desandar ese camino”.
En cuanto al impacto personal que deja su partida, el arzobispo reconoció que lo vive con una mezcla de tristeza y gratitud. “Francisco no solo fue el Papa. Fue quien me confió esta responsabilidad. Su ausencia se siente. No es una crisis de fe, ni de vocación, pero sí una experiencia fuerte, íntima. Ahora, más que nunca, rezo para que desde el cielo me ayude a continuar esta tarea pastoral con fidelidad y humildad”.
Finalmente, destacó que la figura del Papa argentino quedará grabada en la historia de la Iglesia por su sencillez, por su ternura pastoral, por su valentía y por haber acercado el corazón del Evangelio a millones de personas que tal vez se sentían lejos. “Francisco hizo visible que todos somos parte. Que nadie sobra. Que la Iglesia no es un club de perfectos, sino una casa para todos. Y ese mensaje no se olvida”.