Antiguas tradiciones y costumbres de los alemanes del Volga. Klapperer, una antigua tradición infantil de Pascua. Por Julio César Melchior
Los niños de los pueblos alemanes de Coronel Suárez soñaban con integrar el selecto grupo de muchachos que seleccionaba el sacerdote para recorrer las calles de la localidad en Semana Santa llamando a misa después de que las campanas enmudecían en la noche del Jueves Santo, durante la misa en que se conmemora la Última Cena. Lo hacían imitando el repique de las campanas con una especie de matracas, que recibían el nombre de Raschpel, mientras gritaban a viva voz “¡Zum ersten mal, zum zweiden mal, zum dritten mal!" (“¡A la primera, a la segunda, a la tercera!”, en alusión a los tres toques de campanas con que habitualmente se llama a misa), en un bullicio ensordecedor.
Meses antes que llegara la Semana Santa, los niños de los pueblos alemanes con ayuda de sus padres trabajaban en la fabricación de matracas (Raschpel) reproduciendo diseños que eran originarios de la Edad Media, para intervenir en la agrupación de campaneros que reemplazaría el silencio de las campanas entre el Jueves y el Sábado Santo, o como se decía en aquel entonces "wenn die Glocken fort fliegen”, que en español significa “cuando se vuelen las campanas”, hecho que sucedía el Jueves Santo por la noche, durante la misa en que se conmemora la Última Cena.
Llegado el día, el grupo (que recibía el nombre de Klapperer, en referencia a la tarea que realizaban) se reunía en la casa parroquial para ser admitido oficialmente por el sacerdote, presentar las poderosas matracas (llamadas Raschpel) y recibir las instrucciones del caso, prometiendo cumplir con su labor a conciencia.
En ocasiones, el grupo se componía de hasta diez niños que salían a anunciar los diversos actos del programa litúrgico y el Ángelus, que era especialmente importante, porque había que levantarse de madrugada, recorriendo las calles en penumbras, cantando el Ave Maria Gracia plena.
Todo ese trabajo —pues no dejaba de serlo— tenía su recompensa.
El Domingo de Pascua y después de la Misa Mayor, el grupo de niños volvía a congregarse para recorrer la localidad en busca de su recompensa, yendo de casa en casa, para desear Felices Pascuas a las familias que los esperaban, e inclusive les pedían la repetición de sus pregones, sobre todo el del Ángelus, que cantaban a voz en cuello, mientras el ruido de sus matracas subía in crescendo y al ritmo de los obsequios de masitas caseras, unos centavos en dinero o huevitos de Pascua realizados artesanalmente con huevos de gallina, que entregaban los dueños de casa, y que al final del recorrido, eran repartidos equitativamente entre los integrantes de la agrupación.
Julio César Melchior lleva más de 30 años dedicados a rescatar y difundir la historia, cultura, tradiciones y costumbres de los alemanes del Volga. Autor de 11 libros (1 traducido al inglés). En estos momentos tiene a la venta tres libros: “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”, “La infancia de los alemanes del Volga” y “La gastronomía de los alemanes del Volga”. Para más información escribir al correo electrónico juliomelchior@hotmail.com o al WhatsApp 2926 461373. También pueden visitar su blog www.hilandorecuerdos.blogspot.com, con más de 4 millones de visitas.