09/07/2017PRODUCCION

Amaranthus, la mala de la película que desafía el potencial sojero y maicero.

Se trata de la maleza que lidera las preocupaciones del productor. Pero se suma tecnología e innovación para controlarla.

“Las malezas no serán erradicadas por completo, pero sí se puede mantener la presión para reducirlas al mínimo. Está claro que si no se controlan adecuadamente, pueden transformarse en semillas e incorporarse al banco de semillas y generar nuevas plantas en futuras campañas”.

Kristel Burgemeister, manager de la estrategia global de herbicidas de Syngenta, resumió la compleja coyuntura y trazó líneas a futuro si no se toman las decisiones para seguir produciendo soja y maíz sin pérdida de rendimiento, calidad y, en especial, rentabilidad.

“La resistencia es severa en todo el mundo. Por eso un plan de manejo debe ser precoz, con nuevas tecnologías y compuestos adecuados. La clave es contar con un programa que asegure la calidad y el buen rinde del cultivo”, amplió Burgemeister, en diálogo con “La Nueva.”.

El II Congreso No Malezas, que organizó Syngenta este miércoles en Buenos Aires y que reunió a más de 1.000 asistentes, ratificó que la presencia de Amaranthus, la especie más célebre en nuestro país, al punto que ya se desenvuelve con naturalidad en 9,5 millones de hectáreas sembradas, es un objetivo común que se debe desterrar.

Los cifras sobre el fenómeno en los cultivos de soja, que hace 6 años era prácticamente inexistente, son impactantes.

“En 2011 el porcentaje de afectación con Amaranthus era del 1%; en 2014 pasó al 29% y en 2016 cerró con el 49%”, sostuvo Lorena Zubizarreta, gerenta de Herbicidas de Syngenta.

“Los porcentajes de presencia en los diferentes estadios también se modificó. En 2014 era del 5,7 en siembra y del 53% a cosecha y en 2016 llegó al 9,4% y 62%, respectivamente”, agregó.

Un detalle más pormenorizado permite inferir que, actualmente, el costo extra que debe destinar el productor que posea un lote con Amaranthus, por héctarea sembrada con soja, es de entre 120 y 150 dólares.

Si no tiene el yuyo colorado puede gastar entre 50 y 60 dólares por hectárea, ya sea entre el barbecho y lo que se aplica sobre el propio cultivo.

“Si uno piensa que, cuando se alquila el campo, el objetivo es —al menos— obtener una ganancia de 100 dólares por hectárea, hoy se precisa que por el yuyo colorado hay que gastar esos 100 dólares. El dato es relevante”, comentó Mauricio Morabito, del área de Protección de Cultivos de Syngenta.

En el caso del maíz, los porcentajes de afectación son parecidos, con el 74% de presencia en el cultivo a cosecha y con el 2,7% a la siembra.

El costo extra es un poco inferior respecto de la soja: entre 80 y 90 dólares por hectárea.

En cuanto a la etapa de aplicación de los herbicidas, para la campaña 2017/2018, el 57% será en preemergentes y el 8% en posemergencia. Un 21% se contempla para la cobertura del cultivo.

“Amaranthus puede desarrollar hasta 500.000 semillas por planta, lo que le da dimensión a la problemática”, aseguró Fabián Quiroga, director de Marketing de Syngenta para Latinoamérica Sur.

El directivo también aludió a otras razones para llegar a este presente en tan escaso tiempo.

“El desarrollo de un monocultivo en los últimos años, antes de la eliminación de las retenciones producida a fines de 2015, ha sido determinante”, comentó Quiroga, en alusión a la soja, el cultivo de mayor rentabilidad en la última década en la Argentina.

“Cuando el productor tiene pocas elecciones y debe hacer sólo soja, normalmente el resultado es la resistencia. Sucede porque se deja de lado la sustentabilidad. Para modificar esto tiene que haber políticas que fomenten la rotación y el uso de protectores verdes para así evitar que las malezas se conviertan en resistentes”, dijo Quiroga.

Los arrendamientos

“Por otro lado, el hecho de que el 60% de los campos del país trabajen con el formato de arrendamiento de corto plazo impide un programa sustentable. Alquileres por tiempo más prolongado obligarían al productor a la toma de otro tipo de decisiones”, expresó.

Quiroga hizo referencia, asimismo, al transporte (involuntario) de las semillas de Amaranthus con maquinarias que prestan servicio y se mueven por todo el país, no quedando casi lugar sin la presencia y desarrollo de la especie, no sólo en los campos, sino también hasta en las banquinas de las rutas.

"¿Qué hay que hacer? En principio volver a las rotaciones, algo que vemos con más asiduidad en este tiempo y que es clave para un mejor control. Crecen las áreas de trigo y de maíz, y eso es positivo. Estas son herramientas adicionales”, comentó.

“También es determinante comenzar a trabajar con productos de preemergencia (entre ellos Boundary). Los controles precoces son muy importantes”, comentó.

La firma invierte 1.300 millones de dólares por año en innovación en sus cuatro centros de desarrollo, ubicados en Suiza, los Estados Unidos, Reino Unido y China.

Otra marca de la presencia agresiva de Amaranthus —mayormente en su versión palmeris, pero también en hibrydus—: de aquellas citadas casi 500.000 semillas que permanecen en el suelo por planta, se calcula que quedarán 320.000 nuevos individuos.

La caída del glifosato

Asmismo, la utilización del glifosato sigue en caída y los números lo ratifican.

En 2010 ocupaba el 64% del mercado y hoy es del 45%, en tanto que los productos sin glifosato pasaron del 36% en 2010 al 55% actual. La tendencia parece que se acentuará.

“El mercado de los herbicidas creció mucho en los últimos años”, añadió Mauricio Morabito.

“Ya ronda los 2.500 millones de dólares y se añade otro detalle: el mercado de herbicidas selectivos pasó al del glifosato. Es decir, el problema está instalado y es cada vez mayor la resistencia al glifosato”, sostuvo.

“Durante años el problema era cuánto íbamos a aplicar de glifosato, con la seguridad de que tendríamos éxito”, contó.

“Pero el tema de hoy es que mucha gente no conoce las malezas y para que el herbicida funcione bien, porque hay específicos para una maleza u otra, primero hay que monitorear; segundo, saber qué clases de especies tenemos y conocer en qué estadío la podemos controlar, porque un mismo herbicida lo hace en un estadío, pero ese mismo producto en otro momento no lo hace tan bien”, argumentó.

“En cuanto a los posemergentes debemos conocer cuáles son las condiciones ambientales, tanto como el tamaño de la maleza. Todo esto se resuelve con el monitoreo”, aseveró.

De moderado a alto

También explicó Morabito que la mitad de las 9,5 millones de hectáreas afectadas con Amaranthus tiene un grado de afectación de moderada a alta, pero que el resto pasará a ser alta en un par de años.

“Eso es lo que hay que evitar”, añadió.

“Una de las claves es el monitoreo constante de los lotes y tomar las debidas precauciones, que son varias y no sólo se refieren a la aplicación de herbicidas”, afirmó.

“Me refiero a la rotación, a los cultivos de cobertura, al puente verde, a elegir bien las variedades y a las fechas y a las densidades de siembra”, dijo Morabito.

Fuente: La Nueva.