08/03/2023SOCIEDAD

La familia Araya entronizó una imagen de la Virgen en el Polo Club; detrás razones de profunda fe religiosa que se cuentan con la vida misma

Seguramente, el último lunes por la tarde, debe haber sido muy emocionante para Diego Araya, sus padres, su esposa, toda la familia, caminar, pisando el césped del Coronel Suárez Polo Club.  

De ese lugar partió hace poco más de un año -el 27 de febrero- trasladado en ambulancia hacia el Hospital de Coronel Suárez, luego a Buenos Aires. Había sufrido una rodada con su monta, en momentos en que disputaba con su equipo un partido de polo, en el marco de la Copa “Manuel Belgrano”, tradicional en la institución. 

Ahora, de regreso en franca y segura recuperación, recorrió el lugar acompañado de toda su familia para llegar hasta la imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa, que quedó entronizada en el lugar por propuesta de la esposa de Diego, Florencia Villar. 

Es que en todos los meses difíciles que siguieron al accidente, toda la familia se encomendó a esta Virgen, pidiendo por su vida y su recuperación. Se hicieron cadenas de oración, conectados todos por redes sociales, donde la misma Florencia iba poniendo los avances de Diego, lentos al principio; esos mensajes irradiaban una fe inquebrantable en la fuerza de superación del accidentado y en la fe hacia la Virgen Milagrosa, como intercesora para lograr la recuperación. La misma Virgen que ya una vez, en una circunstancia parecida, había ayudado a la familia. 

Es que, en el año 2013, un 25 de enero, otro hijo de Estela y Horacio Araya había tenido también un grave accidente en una práctica de polo. 

Se trató de José “Pepe” Araya. Tenía en ese momento 41 años, el día mencionado sufrió una caída y pegó de cabeza contra el piso. En el traslado en ambulancia alguien pidió: “sáquenle la cadenita”. En esa cadenita llevaba una cruz, el anillo de casado y una medallita de la Virgen Milagrosa, que, en el año 1995, en plena Navidad, le había regalado la Madre Teresa, en la India, donde se encontraba jugando al polo. 

En ese momento buscaron en el pecho de Pepe y no la encontraron: “La medallita no está”. No aparecía. Tomografía mediante, el radiólogo informó a la familia lo que era un milagro: “Tenés la primera y tercera vértebras cervicales fisuradas y la segunda rota en muchos pedazos. Lo bueno, es que ninguna de esas partes rotas rozó la médula. Y la medalla -dijo el médico a Pepe y a la familia- ya sabemos dónde está. Cuando te pusieron el cuello cervical en la cancha, quedó ahí, entre el cuello y tu piel. Está justo unos centímetros debajo de donde tenés todo roto. Si está ahí es por algo. Los riesgos no han terminado, hay que llevarte a Buenos Aires para nuevos estudios, pero la medallita de ahí no se mueve”. 

El accidente de Pepe Araya, en 2013, había sido muy grave. Del cuello para abajo sin sentir nada al principio, casi sin poder respirar. Él, estando consciente y proponiéndose tratar de tomar aire. Él mismo, diciendo apenas, advirtiendo a quienes lo socorrieron que no sentía nada, pidiendo “ambulancia” a su hermano Santiago, que fue el primero que se acercó a asistirlo. Luego del primer impacto, sin perder el conocimiento, se dio cuenta que podía mover un brazo y empezó a sentir las piernas. Con la cabeza funcionando a mil, dándose fuerzas a sí mismo en forma continua, diciéndose: “Si muevo el brazo estoy bien, ya vale la pena, vamos para adelante”. Pidiendo por la imagen de la Virgen, la misma que en la Navidad de 1995 le había dado en mano, para él, su esposa Delfina y toda la familia, la mismísima Madre Teresa. Luego, la imagen apareciendo… ¡en la tomografía! en su cuello, como escudo protector. 

En Buenos Aires resolvieron no operarlo, colocarle un chaleco Halo Cervical para inmovilizar la zona por tres meses. La medallita se la sacaron a los tres días del accidente, intacta. Pepe la tuvo siempre a su lado, hasta que pudo volver a colgársela en la cadenita, para llevarla por siempre, otra vez, en el cuello. 

Años después, otro hijo de Estela y Horacio, sufre un grave accidente: Diego, el 27 de febrero del año pasado. Toda la familia encomendó sus oraciones a la Virgen de la Medalla Milagrosa. Otra vez, con mucho ahínco y una fe inquebrantable, pidiéndole por la recuperación del hijo, hermano, esposo, padre de familia. 

Transcurrido apenas un año de aquel grave accidente, el último lunes por la tarde, con toda razón, justicia y testimonio de fe, toda la familia Araya se reunió en el Polo Club Coronel Suárez para entronizar en un lugar del amplio predio una imagen de la Virgen. Emocionó verlo caminar a Diego con su esposa, sus hijos, rodeado de sus seres queridos, participando de esta ceremonia. Agradeciendo, todos, este nuevo milagro de recuperación que se testimonia con la vida misma.

Con información extraída de diario La Nación y redacción propia.

Flavio Diez