El 11 de septiembre hizo un año sin Juan Carlos Harriott: la entrevista de Revista GENTE al mayor ganador del Abierto de Polo de Palermo
Falleció a los 86 años, y aunque su bajo perfil lo mantuvo alejado del medio, brilló como nadie en la Catedral. Bonaerense, casado más de medio siglo, padre de dos mujeres y abuelo de cinco nietos, en 2011 le abrió a GENTE la puerta de su estancia de Coronel Suárez para brindar una nota exclusiva, con la que lo homenajeamos en el primer aniversario de su fallecimiento.
“Perdón la pregunta, amigos... ¡¿no hay noticias importantes en la Capital Federal que se vinieron hasta acá para hablar conmigo?!”, lanzaba en el umbral de su chalet Juan Carlos Harriott (74 -la edad que sumaba cuando se desarrolló este reportaje-), el hombre vestido de british que hablaba a lo gaucho. Hablaba, sí, frente a GENTE, sí, como en general no solía hacerlo, no, frente a la prensa, no.
“Nunca me gustó el cholulaje”, se defendía de lo que en realidad de ninguna manera sería una acusación. “No me considero un nostálgico, un melancólico que mira seguido por el espejito retrovisor. Yo estoy bien así, tranquilo, enfocado en el presente”, aclaraba sin detenerse a contemplar aquella cosecha –y no de soja y trigo, que a la fecha cultivaba– capaz de convertirlo en, para muchos, el mejor polista de todos los tiempos.
Todo sucedía en junio de 2011 cuando Revista GENTE accedía a una entrevista bastante difícil de conseguir, en especial por el bajo perfil de su protagonista, antítesis de sus logros conseguidos: justamente al mayor ganador del Abierto de Palermo en la historia, con veinte copas, entre otros varios campeonatos.
Pero, ¿cómo se llegó a semejante posibilidad de tenerlo de cara al grabador y la filmadora personal del periodista? Lo cuenta ahora, en pleno 2024, Ignacio Azumendi (59), polista al que en aquellos tiempos recurrió nuestro medio para que hiciera el intento: "El 'no' siempre está. ¿Y si en una de ésas el gran Harriott nos responde 'sí'?", lo desafiamos, y el hoy empresario y productor agropecuario salió a su búsqueda sin dudarlo.
Y ya que vamos a charlar en confianza (propone repentino), te pido un favor (muerde su labio inferior). Vos poné todo lo que te parezca, hasta las burradas mías que me escuches. Me hago cargo de mis palabras. El favor es que no le agregues sal a mis respuestas. Valoro mucho a quien las respeta. ¿Hecho?"
"A Juancarlitos lo conocía desde que yo era chico, porque lo admiraba y algún verano jugué en su club, Coronel Suárez", recuerda Azumendi en los días que corren refiriéndose a la relación que los unía. Y continúa: "Primero le comenté a su hija Marina que GENTE quería hacerle una buena nota sobre su carrera. Entonces ella me sugirió: 'Aunque es medio reacio, llama y comentale la idea, a ver qué le parece'".
Y el porteño Ignacio Azumendi pronto actuó. Así lo relata ahora: "Me comuniqué: 'Juancarlitos, GENTE va a armar una semblanza sobre vos y tu historia. ¿No es mejor que la cuentes en primera persona, a que deban recabar información por su cuenta?'. Pensó tres segundos: 'OK, deciles que vengan... y trata de venir vos, también', me contestó y pidió. Y así surgió el viaje a Coronel Suárez", donde Harriott nos recibió junto con su esposa, la cálida y generosa Susan.
Lo que sigue es aquella entrevista que hemos atesorado en papel y en web y ahora cobra vida también desde una añeja filmación:
–¿Si yo soy el mejor de la historia?... ¿Pero vos estás loco, che? –lanza a pura espontaneidad cuando le cercamos la pregunta inicial:
–¿Loco? Lo difunden sus nuevos colegas, sus viejos colegas, sus futuros colegas.
–Exageran, jé.
–¿Seguro?
–Lógico. Y ya que vamos a charlar en confianza (propone repentino), te pido un favor (muerde su labio inferior). Vos poné todo lo que te parezca, hasta las burradas mías que me escuches. Me hago cargo de mis palabras. El favor es que no le agregues sal a mis respuestas. Valoro mucho a quien las respeta. ¿Hecho?
–Hecho.
"AL PRINCIPIO ANDÁBAMOS CORTOS DE BILLETES"
“Nací (el 28 de octubre de 1936) en el partido bonaerense de Coronel Suárez, a 547 kilómetros del Obelisco, por la Ruta 3, y nunca me mudé de mi pueblo. De entrada, obvio, compartí junto a mis hermanos menores, Alfredo y Elvira, el techo en el que vi la luz, lo de mis padres, Elvira de Lusarreta (falleció a los 93) y Juan Carlos (falleció a los 92)", rememoraba Harriott ante GENTE.
"Luego -continuaba- conocí a Susan (Susana Cavanagh; a la fecha fallecida), resolvimos casarnos (en 1964), y mientras alquilábamos una casa nos pusimos a levantar la nuestra en La Felisa (nombre de su bisabuela, Felisa Alberdi). Andábamos medio cortos de billetes por lo cual, en aquellas épocas, dentro del living donde estás sentado entrevistándome y mostrándome antiguas imágenes, había paja y piso de tierra y faltaba el techo. La habitamos en 1967”, relataba Juan Carlos casi sin tomar aire el hincha de Boca, admirador de Roberto De Vicenzo y, el amante de la caza, el golf, la pelota a paleta, el fútbol, la pesca y el mate amargo, el señor de los caballos, el hombre récord. Hora de poner a prueba al ilustre de los ojos celestes y el tono campechano:
“Me levanto a las 6.30 de la mañana; me acuesto a las 10 y pico de la noche. Transito los días al lado de mi incondicional mujer, combinándolos entre el campo, mi casa y la familia, cada fin de semana que puede venir de Trenque Lauquen y La Lucila”, explicaba Harriott (en las dos fotos superiores junto a Susan, quien en la imagen de 1968 observa a la pequeña Marina).
–¿Recuerda los títulos que ganó junto a Coronel Suárez Polo Club y el Seleccionado Nacional?
–Hmm, claro. Veinte Campeonatos Argentinos (debutó en pleno servicio militar), cuatro Copas de América y una Sesquicentenario (en 1966; vencimos a los Estados Unidos y Reino Unido); me parece que quince Abiertos de Hurlingham, y varios Abiertos Los Indios-Tortugas (Nota de la redacción: catorce, aparte de cuatro Triples Coronas).
–¿Tomó conciencia de que cualquier ser razonable –y no se nos enoje por el comentario– ya poseería un sitio propio de internet y hubiese convertido su nombre en franquicia abundante en merchandising y ganancias? Insistimos, ¿tomó conciencia?
–Quizá. Lo del sitio no estaría mal. Del resto bueno, no acostumbro a mirar atrás.
–Igual, suponemos, a los jóvenes que se dedican a su deporte les encantarían los consejos de un maestro. Piénselo. A propósito, ¿es real que Guillermo Vilas inventó ‘La gran Willy’, el tiro que ejecutaba bajo las piernas, amoldándolo de uno suyo?
–Lo escuché. Pero me parece que si el movimiento con la raqueta que él hacía bajo las piernas yo le efectuaba por debajo de las patas del caballo, yo me pegaba unos golpes que ni te cuento (duda). Habría que consultarle a
–Okay, ¿y qué hay de los “consejos de un maestro”?
–Mirá, me encuentro a disposición, por supuesto. De entrada les sugeriría a los jóvenes observar y escuchar a los que saben, imitar a los referentes (golpes, movimientos, etcétera), y tomarse la actividad con enorme responsabilidad.
–¿Usted y sus compañeros lo hacían?
–Comíamos milanesas al horno, no fritas. Cero cigarrillos. Alfredito, que acostumbraba a fumarse cuatro, cinco puchos diarios, iniciada la temporada los dejaba. Trotábamos. Nos cuidábamos al extremo.
–Ni al cine me llevaba... Viajar, viajábamos (se prende breve Susan, dejando sobre la mesa ratona una bandeja cargada de salame picado fino en rodajas). Sin embargo, una vez que llegábamos, ¡ni al cine me llevaba! (reitera enfática y parte).
–¿Es verdad, Juan Carlos, que ni a ver una película la invitaba?
–Cierto.
–¿También que Susan fue su primera novia?
–Obvio (se nos acerca al oído izquierdo). Primera novia oficial (risas).
–¿Tomaban alcohol los integrantes del team?
–Sólo cuando festejábamos.
–¿Sólo?
–Bueno, festejábamos bastante. También con los rivales.
Nooo… Yo no era mejor que Adolfito Cambiaso. Aparte, nos considero distintos. Adolfo brilla a través de su talento. Yo hacía culto del equipo. Me consideraba una pieza de ocho, porque incluyo a los petisos. Insistía en que corriera más la bocha que el caballo"
“JUGABAMOS EN EQUIPO, COMO EL BARCELONA”
Recibió su primer gol de hándicap en 1953. A los 25, en el 1961, logró la máxima categoría, 10, cifra que lo acompañó hasta el retiro, en 1981, consumado a los 44 años de edad. “Me di cuenta de que ya no competía para ganar, sino para no perder”, explicaba. "Y sí, en mi trayectoria he conocido a varias personalidades”, se limitaba a confirmar, modesto, cuando le acercamos nombres de celebrities que lo habían aplaudido en distintas canchas del globo: Constantino de Grecia, Grace Kelly –la princesa de Mónaco–, Porfirio Robirosa, Alí Khan, el Sultán de Brunei, los actores Stewart Granger y Gregory Peck...
“¿Se quedan a almorzar, no?", de repente, y por modestia, cambiaba de tema. "Asado, y un jugoso flan y un tierno lemon pie de postres que horneó Susan”, preguntaba asomándose al ventanal desde el que podía divisarse a un peón apilando leña bajo una parrilla erigida sobre una pequeña superficie de cemento. “Si no incomodamos...”, respondíamos. “Al contrario, salvo que alrededor de las dos, dos y media de la tarde, debo dejarlos para ir al campo”, apuntaba.
“El campo es mi vida actual, pese a que, en concordancia con mis pares, no me siento demasiado apoyado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner”, añadía refiriéndose al conflicto nacido en 2008 y a las 2.900 hectáreas divididas en tres partes que poseía “a nombre de mis hijas (Marina, y Lucrecia). El usufructo nos pertenece a mi esposa y a mí, el resto a las chicas”, nos informaba.
–¿Agricultura? –avanzamos.
–Exacto, y ganadería; unas pocas cabezas y unos pocos caballos.
–¿Existen a su alrededor rastros que develen la existencia del eximio deportista?
–Mi petisero. Ahí parado (lo señalaba) está mi petisero las últimas cuatro décadas, David Quiess. Un tipo fundamental.
“¿Mis mejores compañeros? Poné aquellos con los que conseguí la mayoría de los torneos (vistiendo la camiseta de rombos rojos y azules de Coronel Suárez –arriba– y del Seleccionado Argentino –abajo–): Horacio Heguy, un laburador incansable; Alberto Heguy, una garra terrible, y mi hermano Alfredo, un enorme pegador”.
–¿Qué hay de las fotos, las notas, los trofeos, ¡y el museo!?
–Ningún museo. Notas y fotos no guardo. A lo sumo alguna camiseta gastada. El Olimpia de Oro del CPD (el único que obtuvo un polista) descansa sobre el escritorio, rodeado de platitos y menciones. El resto, o parte del resto, en el altillo, guardado adentro de cajas.
–¿Parte?
–Hace una década entraron a robar; casi me limpiaron. A través de un conocido averigüé quién ingresó, lo encontré en un hotel de Salliqueló, y le propuse: “No lo voy a denunciar, mientras me devuelva todo. Le doy veinticuatro horas”. “¿Todo? Imposible. Fundí una parte y la vendí”, me juró. Por fortuna me entregó lo que le quedaba, soslayando unas copas grabadas con mi nombre que en la previa tiró a una banquina y desafortunadamente aplastó un tractor. Luego, mis hijas se han llevado una cantidad. “¡Ay, qué linda jarra!”; “Ay, qué linda bandeja!”. Es medio fantochada andar exhibiendo el resto. No he sacado en limpio qué premios me quedaron.
Para llegar a 10 de hándicap debés haber tenido la suerte de nacer con cierta facilidad. Por más voluntad que le entregues, no alcanza. Y después hay que añadirle el amor propio, una característica de nuestro equipo”, entiende el crack y número 3"
–Tampoco quedaron herederos. Usted sucedió a su talentoso padre, ¿quién lo sucedió a usted?
–Nadie. No obstante, de haber criado un varoncito, ¡jamás le hubiese puesto Juan Carlos! Si papá fue Juan Carlos y yo Juancarlitos, ¿cómo se llamaría mi hijo? ¡¿Juancarlitos junior?!… Mis cinco nietos apuntan hacia otro lado. Ni las nenas (Candelaria, Delfina, Pilar y Camila), ni el varón (Santos) le prestan interés al polo. Cierta vez vinieron a visitarnos y me pidieron unos tacos y unas bochas para probar. Les encargué cinco en la ciudad. Súper chochos. Al rato retomaron sus computadoritas. Pensé en confiscárselas. La falta de contacto cotidiano no ayuda al interés. ¡Calculá que yo de pibe jugaba al polo en bicicleta!
–Disculpe, ¿el abuelo-leyenda continúa montando?
–Dejé un año y pico atrás. Me apareció un dolor en la rodilla derecha. De peso aumenté once kilos respecto a mi juventud. Salté de 84 a 95, midiendo 1,85 metros, no me quejo. Sí, admito, ando medio “sordeli”.
Juan Carlos Harriott para Revista GENTEFoto superior: El Olimpia de Oro del Círculo de Periodistas Deportivos, obtenido en 1976. Fue la única vez que un polista lo atesoró. Además posee cinco de Plata, los de 1970/75/76/77/78. Son algunos de los pocos premios que conserva, tras un robo en el que perdió varios, aparte de aquellos que le regaló a la familia. Sobre estas líneas: Las fotos que le acercó Revista GENTE sobre su vida.
–¿Palpita los partidos en la tele? ¿Aparece en los torneos?
–Poco. “Observá a los viejos de antes –criticábamos, me acuerdo patente–. Ganaron un montón y ahora no vienen a los partidos”. Y al final nosotros repetimos la acción (emitía una sonora carcajada). No viajo seguido a la Capital.
–Detalle al margen: ¿cómo marcaría a?
–Difícil, hombre a hombre, presionándolo. Juan Martín Nero (Ellerstina) se acerca al ideal de marca, sin conseguir anularlo por completo. Adolfito es como Messi o Maradona con la pelota, un talento individual que nació para brillar en la actividad que desarrolla. Y lo demostró en la cancha número 1 de Palermo, donde el polo es otro deporte. Hay quienes andan lindo, llegan a Palermo y hacen sapo. Yo funcionaba en Palermo pero, te lo afirmo, cuando me tocaba pisar ese césped, me ponía un cachito nervioso.
A lo sumo guardo alguna camiseta gastada… No me considero un nostálgico, un melancólico que mira seguido por el espejito retrovisor. Yo estoy bien así, tranquilo, enfocado en el presente”
–¿Juancarlitos era superior a Adolfito Cambiaso?
–Nooo… Aparte, nos considero distintos. Adolfo brilla a través de su talento. Yo hacía culto del equipo. Me consideraba una pieza de ocho, porque incluyo a los petisos. Insistía en que corriera más la bocha que el caballo. Jugábamos como el o un conjunto alemán de fútbol. Junto a Santa Ana, nuestro eterno rival, conformábamos el
. Ellos llegaron a ser el notable equipo que fueron gracias a nosotros, y nosotros llegamos a ser el notable equipo que fuimos gracias a ellos.
–¿Cuál es su reacción cuando lo descubren y se le acercan a pedirle un autógrafo y una dedicatoria?
–Honran mi tradición, y lo agradezco. No soy tan tímido. Me cercioro de que no me estén dando un cheque para firmar, y listo. Jajá.
–¿Usa celular y mail?
–Celular, nomás. Dirección de correo todavía no saqué. Para la web, lo acepto, soy el más chambón del planeta.
–¿Y qué ocurriría si mañana lo llaman al simple aparatito de teléfono que usa, intentando organizarle un estruendoso homenaje general en reconocimiento a sus proezas?
–¿Ocurrir? Nada. Aceptaría gustoso. Pasa que… yo estoy bien así, tranquilo, enfocado en el presente –reiteraba por tercera vez, despidiéndose–. En serio que no necesito del ruido. ?
Fotos: Fabián Uset y Archivo Grupo Atlántida
Filmación: Ignacio Azumendi
Edición de video: Martina Cretella
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