Andrea Bazán, una mamá que decidió tomar el toro por las astas, asumir lo que le tocaba enfrentar y luchar cada día por el bienestar de sus hijas
Andrea tiene dos hijas: Lara de 20 años y Guadalupe de 11 años. Es jefa de hogar, mamá guerrera, luchadora, para ella misma y para proporcionarles a sus hijas todo lo que necesitan.
Lara nació normal, relata, “como cualquier bebé. Al año, Larita presentó epilepsia refractaria. A los 6 le dio una convulsión. Y de los 6 años a los 9 se quedó ciega. La llevó a Bahía Blanca a diferentes hospitales, con la ayuda y el acompañamiento de las trabajadoras sociales”.
Le dijeron que era necesario hacer un estudio genético. Se lo realizan en el Garrahan, donde le dieron el diagnóstico: lipofuscinosis. “Es una enfermedad genética, alojada en su cabeza”, explica Andrea. La lipofuscinosis neuronal ceroidea consiste en la acumulación de un material anormal llamado lipofuscina en el cerebro. Se piensa que es causada por problemas en la capacidad del cerebro para eliminar y reciclar proteínas.
“Ella veía la luz del día, caminaba, comía, y hoy en día ya no lo hace. Quien nos explicó el diagnóstico fue la doctora Norita Etchemendigaray. Ella nos dio la noticia. Yo ya me había separado, me fui de mi casa con mis dos hijas. Me había ido a Suárez a vivir. Estuve allí dos años. De esto hace 11 años”.
Cuenta que se preguntó: “¿Qué hago ahora?”. Relata que “lloraba, no te das una idea cuánto. Tenía tres opciones. Me paré afuera del consultorio y me pregunté, ¿qué hago ahora? Tenía tres opciones: tomar el toro por las astas, abandonarlas o quitarme la vida. Eran tres opciones que tenía. No me preguntes por qué, miré al cielo, me sequé las lágrimas. Y desde el consultorio hasta donde yo alquilaba llegué, le conté a mi hermana, que es quien me ayuda. Me preguntó qué iba a hacer. ‘No sé mamá qué voy a hacer, pero voy a seguir’ le dije”. Es decir, la decisión fue tomar el toro por las astas.
La hermana de Andrea, Juana, le propuso que hiciera algunos alfajorcitos, que ellas se los vendía en la plaza Tambor de Tacuarí. “De ahí empecé. Hacía dulces, alfajores, budines y mi hermana iba con una canasta, se sentaba y los vendía”.
La casa donde viven actualmente es la suya. Les fue destinada una de las viviendas de emergencia que se construyen cuando se hacen barrios. “Por medio de peleas y luchas logré que la revistieran, la revocaran”, relata. Está ubicada en Pueblo San José.
“Cuando me vine a vivir acá, seguimos con esto, haciendo dulces y masas”. Pero las cosas no son fáciles: entre la pandemia y los aumentos de la materia prima, más el taxi, ya no es posible hacer productos y venderlos en las plazas. Además, porque tenía que cuidar al extremo a Lara sobre todo, del contagio por COVID.
Agradece a la escuela, que las ayudaban con los alimentos, a la trabajadora social del Municipio que las asiste.
Ahora lo que hace es, por medio de mensajes de WhatsApp, ofrecer sus productos. “Estos últimos meses tuve la bendición de tener a la Liga de Madres de Familia que vinieron y me preguntaron si podía hacer budines, que salieron muy buenos. Primero me pidieron una cantidad, después otra”. La Liga de Madres consiguió una empresa que le proveyó a Andrea de algunos productos y para quien elaboró los budines como presente navideño para sus empleados. También tiene pedidos para hacer pan dulce y budines para estas fiestas.
Quien quiera probar sus ricas elaboraciones, quien quiera, además, colaborar con esta mamá guerrera, comunicarse al 2926 517008.