22/01/2020SALUD

“Lo que vemos en las redes no es la realidad. La realidad es el abrazo que nos damos, el ‘te amo’ que nos decimos, el valorar el tiempo compartido”.

Entrevista a la Psicóloga Antonella Gros Aldecoa.

¿Qué hijos estamos criando en la sociedad de hoy? ¿Quién los educa? ¿Los padres? ¿La televisión? ¿Las redes sociales? Porque los chicos pasan mucho tiempo solos en un momento, como el actual, donde papás y mamás trabajan mucho para satisfacer las demandas de todo el grupo familiar.

“Uno escucha a chicos con terminologías distintas, atravesados por esta cultura actual que implica la tecnología. Y uno se debate entre dejarlos totalmente afuera para evitar los efectos nocivos y con eso los excluimos de los ámbitos sociales propios de la edad; o dejarlos al libre albedrío de las redes sociales, que tampoco resulta ser tan saludable, porque las pantallas nos pueden enseñar de cultura, de estrategias, de idiomas, pero no nos pueden enseñar de empatía, de enfrentar la frustración, de educación emocional, de límites. Hay un montón de cosas que las pantallas no nos pueden sustituir en nuestro rol de padres responsables”, dijo la Psicóloga consultada en el principio de la entrevista.

La búsqueda, entonces, “es de ese espacio intermedio, entre no excluir y no descuidar”, expresó Antonella Gros Aldecoa.

Y agrega que excluirlos de la tecnología “es imposible. Si uno presta atención a los espacios de socialización de la infancia, están totalmente atravesados por las cuestiones tecnológicas. Desde juntarse en grupo para hacer la tarea de la escuela, a través de grupos de WhatsApp, hasta hablar de juegos. Hoy los chicos socializan y hablan de los juegos que juegan. Impedirles el acceso a los dispositivos electrónicos también implica que quedan excluidos de la socialización en el recreo o cuando van a visitar a un amiguito”, por lo que la profesional indica que “los extremos son siempre nocivos. El punto intermedio sería el saludable”.

¿Cómo llegar a ese punto intermedio? “Los papás tenemos algunas herramientas: acompañar, controlar, contener el uso de las redes y los dispositivos en nuestros hijos. Apuntalar esos espacios, no dejarlos solos, con ‘el chupete electrónico’, como llamábamos al televisor en sus inicios, sino entrometernos, compartir”.

¿Cómo miramos al otro y a través de qué lo miramos?, se pregunta, y agrega: “porque muchas veces compartimos más una foto de lo que compartimos el momento, con nuestros hijos, sobre todo, y eso hace que los chicos crezcan en soledad, atravesados por la imagen, pero en soledad”.

Es difícil razonar, “pero la brújula, creo yo, tiene que estar en establecer prioridades. Hoy en las familias tipo necesitamos trabajar los adultos, por lo tanto, pasan muchas horas fuera de casa, y pasa a ser una cuestión de calidad. Cuando los adultos no estamos alguien queda, y si queda instituida una autoridad que limita queda aún en ausencia del adulto. Si queda una niñera, un abuelo, un tío, alguien al cuidado de, una autoridad que se hace sentir –y digo una autoridad en términos respetuoso- el trabajo está hecho, aunque uno esté trabajando. Se trata de establecer presencia de calidad para que, en ausencia, esa autoridad continúe, aun personificada en otros. Es un trabajo arduo la crianza de nuestros hijos, que implica un montón de esfuerzo. También implica ordenar prioridades. Entonces, al tiempo que estoy en casa también darle un espacio de diálogo, escucha, reflexión, sobre lo que hizo en nuestra ausencia. Se trata de involucrarse, desde el principio, de preguntar, conversar, interesarse en qué hizo, cómo estuvo, cómo se siente, qué le gusta, qué no, con qué se siente feliz. Con eso siento las bases para que el día que le pase algo me lo pueda venir a contar. Se trata de instalar entre ambos ese espacio de diálogo y escucha atenta y empática”.

Agrega Antonella Gross Aldecoa que “hay cosas que las pantallas no nos dan, y tiene que ver con todo lo que es la educación emocional. Y los valores que usamos para manejarnos en la vida cotidiana: el respeto, la empatía, el pensar cómo se siente el otro. No hay un juego que se asiente sobre las bases de la empatía, tratan de ganarle al otro, eso es tarea de los adultos”.

Vivimos en la era de la imagen y tendemos a creer que una fotografía es una realidad, que un emoticón es una realidad del sujeto que lo envió, “y pueden no serlo, y usualmente no lo es. Uno escucha mucho en consulta esto de ‘miro el Facebook y veo la gente tan feliz, y yo soy tan infeliz’. Uno no suele mostrar sus miserias, en realidad. Estamos muy atravesados por la imagen en todos los aspectos –la cosmética, la estética- y las redes sociales potencian eso, exageradamente. Por eso hay que hacer un laburo con los chicos en este sentido. Lo que vemos en las redes no es la realidad. La realidad es el abrazo que nos damos, el ‘te amo’ que nos decimos, el valorar el tiempo compartido. Eso es la verdad, lo que nos hace verdaderamente humanos y el secreto de la felicidad, no lo que vemos a través de las publicaciones de las redes sociales”.