15/07/2020RELIGION

“Si volvemos a centrar nuestra vida en Dios, en el único que permanece, vamos a ir recuperando esta paz”.

Paz es una bella palabra. Se dice fácil. Se consigue… difícilmente. Menos en estos tiempos, donde la desesperanza, la angustia, pueden ganar el corazón de las personas.

Para hablar sobre esto entrevistamos a la Hermana Liliana Moyano, Madre Superiora de la Congregación Obreras Catequistas de Jesús Sacramentado.

“Es un desafío grande, porque es una realidad que estamos experimentando, y en el mismo momento que la comenzamos a vivir la tenemos que resolver. En todos los órdenes: espiritual, material, laboral, todos. Es como que se nos plantea la vida de otra forma. Está la enseñanza que hay tantas cosas que cambian, que son pasajeras, que nos aferramos a ellas. Y cuando se nos mueven un poco se nos descontrola la vida. Creo que es una invitación a mirar al que siempre está, al que nunca cambia, y al que, por ahí, cuando está todo bien, lo dejamos de lado. Si volvemos a centrar nuestra vida en Dios, en el único que permanece, vamos a ir recuperando esta paz, y vamos a ir ordenando también los valores de nuestra vida”.

Agregó que “por ahí también tenemos prioridades que creían que se mantenían siempre en primer lugar, y hoy vemos que no, que de pronto, tal vez, ya no existen. Creo que esta invitación a volver nuestra vida, nuestro corazón, a Dios, desde su palabra, desde el encuentro con el hermano, mirando a Dios que me ama y tantas veces ha salido a mi encuentro, si se hace eso, realmente, la vida cambia”.

La Hermana Liliana se refirió también a la estigmatización que se hace de las personas enfermas de coronavirus. 

“Me asombra. Hace mil años que se reaccionaba así ante una enfermedad, no había tanta información, no teníamos tantos recursos científicos. Hoy sigue siendo un desafío grande, porque la ciencia no está pudiendo solucionar del todo esto. Pero tenemos muchísimas más herramientas, mucha más formación. Nuestra formación es humana, en valores. Ante estas situaciones obvias, que hay un virus, y cualquiera se puede contagiar, no tenemos por qué rechazar a quien lo tiene. Al contrario, solidarizarnos para que esa persona pueda superar esta instancia y enseñar a las generaciones venideras cuál es la relación que se debe tener con la persona enferma. No podemos rechazar al otro por una enfermedad o por cualquier situación que tenga”.

En un mensaje final, la Hermana Liliana indica que “volver la mirada a Dios, a Jesús resucitado, que está presente en medio nuestro. Y si vamos a la palabra de Dios vemos que cuando él se aparece a los discípulos, y a las distintas personas, lo primero que dice es el saludo de la paz: ‘la paz esté con ustedes’. No busquemos una paz de adormecidos, sino un corazón que esté en armonía y sepa vivir en medio de las turbulencias de este mundo”.