28/10/2023RELIGION

El diácono Ignacio Suárez camino hacia el sacerdocio, a muy pocos días de ser consagrado

Por estos días seguramente la emoción lo embarga a cada momento a quien el próximo sábado, escasos siete días, será consagrado sacerdote en la Capilla Virgen Niña de Punta Alta, en una ceremonia presidida por el arzobispo Carlos Azpiroz Costa. Y el domingo próximo, a las 11 de la mañana, brindará en Coronel Suárez la primera misa como sacerdote en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen.

El bahiense, que desde el mes de febrero está en Coronel Suárez desarrollando tareas como diácono en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, habló en la mañana del viernes con La Nueva Radio Suárez, en un breve alto en la misión que concluía ayer por parte de un grupo del secundario del Colegio Estrada.

El seminario, cuenta, lo concluyó el año pasado, y el primer destino, dispuesto por el Obispo, fue Coronel Suárez. “En estos primeros pasos estoy acompañando lo que me corresponde, en la comunidad, junto con el padre Alejandro, que es el párroco”.

Sobre la cercanía de la ordenación presbiteral, expresó que estas han sido unas semanas intensas. “La misión del Colegio Estrada es una propuesta para los tres últimos años del nivel secundario. Yo doy clases en tres cursos y venimos trabajando con todos, desde mitad de año, desde antes de las vacaciones de invierno. Había mucha expectativa para venir y se venían preparando muchas cosas. Y coincidió la fecha, que quedó muy juntita a la ordenación”.

Dijo que “vivirla con los jóvenes, que tan bien están llevando esta misión, es renovador para la vocación. Porque me recuerda mucho de las razones por las cuales elegí este camino”.

Consultado en torno a las razones por las que eligió el camino sacerdotal, contó que en Bahía Blanca empezó en un grupo misionero, en el Colegio San Cayetano. Adolescentes, como los chicos que acompaña ahora. “A los 9 años arranqué en ese grupo. Ahí conocí a Jesús. Me lo presentaron como un amigo. Empecé a darle lugar en el corazón a lo que ellos proponían y enseñaban. Y me daba cuenta que todo lo que venía del grupo misionero, de estas propuestas, los campamentos, la manera que tenían de relacionarse los coordinadores, los campamentos, etc., era una propuesta de vida que me cautivaba mucho más, quizá, que otras propuestas que hacía, que eran buenas y lindas, como el deporte. Todo lo que tenía que ver con Jesús me tomaba más el corazón”.

Cuando empezó a misionar, dice el diácono Ignacio Suárez, “me di cuenta que esa alegría que me generaba a mí la podía compartir con otros”. Al terminar el secundario, y preguntarse qué quería hacer, “yo ya estaba en otros movimientos de la Iglesia. Ahí vi a un sacerdote que contó sobre su vida. Me fue inevitable imaginarme ahí, en el futuro, en ese lugar. Me sentía como identificado. La manera que vivía en ese momento, tenía continuidad en la vida sacerdotal. Ahí me lo empecé a preguntar”.

Sobre las emociones que lo atraviesan en este momento, indicó que “la primera es la de la gratitud. A la vocación siempre la viví como un don, como un regalo, no como un hecho de mis capacidades o mis talentos”. Dijo que es un regalo esta vocación, “porque te pone muy cerquita de la gente, muy cerquita de sus corazones, también de los dolores de sus vidas. Te regala mucho y te hace ser instrumento de Jesús. Sé que es un don inmerecido. Así que la primera sensación es gratitud. Y la segunda es sorpresa, porque me sorprende que haya llegado. Fueron diez años de formación y uno va siendo consciente a lo largo del camino. Y de una forma linda me sigue sorprendiendo haber llegado y tener la oportunidad de decirle que sí a Jesús, nuevamente. Y volver a empezar. Sería la primera etapa, comenzando a lo que él me llamó” finalizó Ignacio Suárez.