11/05/2021REGION

Preocupación por la erosión eólica e hídrica en los campos del sudoeste bonaerense

El Centro de Ingenieros Agrónomos de Bahía Blanca (CIABBA) le apunta al uso de implementos como rastra de discos y rolo. ¿Cuáles son las consecuencias de este manejo agrícola?

—El uso para airear.

—La descompactación del suelo.

—Por una cuestión económica.

—Para evitar enfermedades fúngicas por el monocultivo de cereales.

—Razones ambientales.

—Por la Fracción Erodible (FE).

—La reducción de la materia orgánica.

—Por el suelo como un ser vivo.

Estos son algunos de los ítems que, en opinión del Centro de Ingenieros Agrónomos de Bahía Blanca (CIABBA), hay que atender por la incidencia en una eventual erosión eólica e hídrica en los campos del sudoeste bonaerense.

Más allá del concepto en general, los representantes de la entidad, quienes trabajan a campo y por ende tienen una opinión calificada más allá de la profesión, observan con preocupación este formato de manejo agrícola en diferentes planteos.

“En el último tiempo se insiste con el uso reiterado de implementos como rastra de discos y rolo, con todo lo que ello representa”, se sostuvo.

“Por eso creemos necesario perfilar consideraciones que, nos parecen, deben tenerse en cuenta cuando se toma la decisión de utilizar estas alternativas”, se añadió.

Del mismo modo, se advierte por eventuales consecuencias negativas que este uso genera por conceptos considerados como “técnicas equivocadas o de índole cultural”.

Esto provoca un “distorsionamiento de la parte más fértil del suelo” (capa arable o AP), donde crecen y desarrollan millones de microorganismos que tienen que ver con la vida de la propia tierra y de la materia orgánica vital.

La mayoría de ellos son destruidos por esa denominada aireación, ya que se desencadena un proceso químico denominado oxidación, que modifica su construcción biológica.

En cuanto a la descompactación del suelo, los pocos centímetros que se laborean con este implemento sirven para desterronar, refinar y mullir la tierra.

Es decir, el uso reiterado puede producir —se explicó desde la institución— compactación por debajo de la zona de intervención; esto es, lo contrario a lo que se pretende.

Se afirma que, con estas prácticas, se evitan enfermedades fúngicas por el monocultivo de cereales.

“En realidad, esta acción, al desmenuzar los rastrojos, disminuye la cantidad y con ello aparece una menor cantidad de inóculo, pero provoca la destrucción de la cobertura que protege al suelo de la erosión eólica, voladuras o hídrica, inundaciones, por escorrentía o menor infiltración”, se indicó.

También se comentó que existen alternativas como la rotación; secuencia con cultivos o verdeos de invierno y verano y cultivos de servicio (ejemplo: vicias consociadas), sólo por mencionar algunas.

Un punto importante a analizar es la cuestión económica. Para la CIABBA hay una marcada diferencia. Veamos.

Para estas prácticas objetadas se argumenta que, al evitar el uso de los fitosanitarios, se obtiene menor impacto ambiental.

“En ese sentido —dice la CIABBA— el monitoreo de plagas, enfermedades y malezas para determinar dosis y fitosanitarios a emplear, aplicaciones dirigidas, eficiencia en la aplicación y el gasto de combustible fósil hacen, por lo menos, que se deba producir un debate sobre este concepto”.

También argumentó la entidad que la fracción erodible (FE) de suelos sometidos a labranzas convencionales es significativamente superior respecto de aquellos que, por lo menos, han tenido tres años de siembra directa o con gramíneas perennes, ya sean cultivadas o naturales.

“Es la fracción de suelo de tamaño menor de 0,84 mm que tiene la capacidad de generar erosión eólica”, se explicó.

En cuanto a la reducción en el contenido de la materia orgánica por oxidación en la capa arable, se aseguró que conduce a reducciones semejantes en la actividad de la biomasa microbiana, lo cual afecta la mineralización del carbono y del nitrógeno.

Finalmente, en cuanto al suelo como ser vivo, la construcción biológica se la tiene que arreglar con la destrucción que genera la actividad antrópica necesaria para desarrollar la agricultura.

“Esa alteración debe ser lo menor posible, dado que un gramo de suelo contiene millones de células y miles de especies que generan la base de toda producción”, se comentó.

“Todos estos puntos deben analizarse conjuntamente entre el productor y el asesor, que debería ser un ingeniero agrónomo matriculado (según ley provincial 15030), a fin de evaluar los pros y los contras de cada acción que se emprenda y proteger la base de cualquier producción: el suelo”, se concluyó desde la CIABBA.

El Principito, lo esencial, la invisibilidad y los ojos

Por Ing. Agr. Jorge A. Mendoza (MP 0043)

Uno de los desafíos más significativos que afrontamos, a través de los años en nuestra región, es la degradación de los recursos naturales y, principalmente, la de los suelos cultivados.

Nuestra zona es de suma fragilidad. Estamos en una región semiárida y los cuidados en la agricultura deben ser de mayor intensidad, sobre todo en la conservación de la cobertura y la no remoción de suelo.

En este aspecto, vemos con preocupación la erosión eólica e hídrica que está provocando el uso reiterado de implementos como rastra de discos y rolo u otros similares, en planteos agrícolas.

Como ingeniero agrónomo y presidente del CIABBA, me veo en la necesidad de comentar los aspectos que trabajamos en forma interna de nuestra institución, para que la población entienda la importancia del tema.

Una de las mayores controversiales tiene que ver con las cuestiones ambientales.

Muchas veces se asume que las labranzas repetidas evitan los fitosanitarios y, por ello, se obtiene menor impacto ambiental. Pero no sólo el uso de estos productos provoca daño al ambiente; por ejemplo, el resultado de consumo de energía fósil es mucho más alto.

En ese sentido, el uso de manejo integrado de plagas y enfermedades permite mejorar muchísimo la utilización y las cantidades de estos productos.

La degradación que hacemos —la mayoría de las veces— no tiene vuelta atrás.

Me parece que, mínimamente, debemos debatir este concepto, porque el uso reiterado y continuo de implementos aumenta —en forma exponencial— el daño antrópico y la recuperación de los suelos es muy lenta o, directamente, irreversible.

En términos corrientes, es la que amortigua el sistema. Los cambios que sufre bajo estas acciones son irrecuperables y no sólo afecta a las plantas, sino que puede provocar que ese lote sea improductivo por muchos años.

Nosotros conceptualizamos al suelo como un ser vivo.

Toda acción humana tiene consecuencias en el corto, mediano o largo plazo, pero pretendemos, a partir de nuestro conocimiento y experiencia, que sea lo menos dañina posible y siempre buscando la sustentabilidad de los sistemas.

Para ser más claros: en lo productivo, económico, social y, sobre todo, en lo ambiental.

Todas estas consideraciones son las que analizamos —conjuntamente con el productor— para evaluar los pros y los contras de cada acción en pos de la sustentabilidad y para proteger la base de cualquier producción, que es el suelo.

Por eso trabajamos incansablemente para que nuestra entidad, junto al CIAFBA (Colegio de Ingenieros Agrónomos y Forestales de la Provincia de Buenos Aires), nuclee a los profesionales bajo este marco de ley y así podamos reflejar la importancia de nuestra profesión en la resolución de estas problemáticas.

Fuente: La Nueva.