02/06/2020HISTORIA

Malvinas. El baño de adrenalina.

Por Rubén Brodsky.

No es lo mismo hablar de la guerra que vivirla, como tampoco lo es, estar con hambre que explicar que es sentirlo.

No es lo mismo empaparse un día de lluvia durante la vida cotidiana, como vivir empapado en situación de máxima alerta, como tampoco lo es estar en un pozo protegiéndote del bombardeo que escuchar las explosiones de los petardos o cohetes durante los fines de año.

No,no es lo mismo.

Tampoco es lo mismo saber que estás atrapado en medio de una trampa mortal de fuego y muerte, como ver en el cine lo que hacen los protagonistas.

No tampoco lo es.

No es lo mismo ver que los aviones se te vienen encima disparándote, que estar observándolos ascender suavemente en viajes de placer o negocios.

No es lo mismo el rondín (comentado más arriba) que el pase de sala en un hospital.

Qué pasaba con nosotros sabiendo que no era lo mismo?

Se sucedían situaciones que podríamos llamarlas involuntarias y que tenían que ver con la adaptabilidad de nuestro organismo a las distintas necesidades.

Esa adaptabilidad estaba relacionada con la descarga de adrenalina que ocurría en cada uno de nosotros toda vez que debíamos enfrentar situaciones atípicas.

Se sucedían una cantidad de fenómenos dentro de nuestro organismo que nos preparaba para sobrellevar lo mejor posible los avatares de la guerra y entonces nuestro ritmo cardíaco se aceleraba,aumentaba la frecuencia respiratoria,nuestra presión en alza y en algunos casos sudoración con hiperactividad; todo acompañado de un estado de alerta máximo.

Alcanzaba con eso??

Dependía de la situación vivida.

Muchas veces nos estimulábamos gritando a medida que íbamos avanzando sobre nuestros objetivos, lo que nos infundía valor o cierto grado de entorpecimiento intelectual y caíamos en lo que, en muchas oportunidades denominé como animalización.

Y de este modo permanentemente.

Hasta que todo terminó.

Y nuestra adrenalina no, ella no terminó, nos persiguió durante toda la vida posterior a la guerra y siempre de una u otra forma se hizo presente.

Y entonces los miedos. los despertares, los insomnios, la angustia, la soledad interior, los "ruidos internos", los silencios pronunciados, los demonios de la guerra.....

Algunos (muchos) no pudieron convivir con ello.