02/05/2021HISTORIA

Héctor Sauer y la memoria viva de la Guerra de Malvinas

El vecino de Pueblo Santa María fue contactado por La Nueva Radio Suárez, en el marco de un nuevo aniversario del hundimiento del buque ARA General Belgrano en el que prestaba servicio aquel 2 de mayo de 1.982, en pleno escenario de la guerra contra los ingleses.

“Se cumplen 39 años de que hundieron nuestra embarcación que fue la más grande dentro de la flota. El buque emblema de nuestro Puerto” destacó Sauer en primer lugar y recordó que, el día previo a ese suceso, habían estado en Ushuaia: “Nos dirigíamos más al sur, pero no sabíamos -los soldados- a qué parte iríamos”. 

Continuando con su relato, contó que, “cuando esto pasó, estábamos fuera de la zona de exclusión. Aunque hay una controversia por eso porque, al cumplirse 25 años, nos encontramos con nuestro Comandante y muchos sobrevivientes en Punta Alta y muchos le preguntaron y él contaba que, en plena guerra, la zona de exclusión es más que nada periodística y que nadie respeta nada. Que, si nosotros hubiéramos encontrado un buque cerca, en esa zona, quizás le hubiéramos tirado”.

En una mirada retrospectiva al domingo 2 de mayo de aquel año, Sauer profundizó en sus memorias: “Fue a las cuatro de la tarde. En ese momento cubríamos crucero de guerra y teníamos que hacer guardias las 24 horas, por lo que nos turnábamos cada cuatro horas. Con mi compañero Luis Brasil de Santa Fe, los domingos siempre escuchábamos los partidos, pero teníamos que ir a la cubierta principal porque abajo no se escuchaba y a las cuatro estaba por empezar el partido de Boca contra Estudiantes. Estábamos en nuestra pieza, unas tres cubiertas abajo y el buque cerrado herméticamente porque estábamos en guerra. Solamente estaban abiertos unos tambuchos por los que podíamos pasar de a uno. Cuando estoy por encarar la escalera, sentimos una explosión y compañeros gritando ‘¡nos pegaron, nos pegaron!’ Se sentía olor a humo y se cortó la luz. Era mucha la desesperación de salir de ahí abajo porque, cuando llegábamos a cubierta, nos encontrábamos con otros compañeros a los que les pasaba lo mismo. Dejamos la radio y agarramos un salvavidas”. 

Si bien Héctor Sauer contó que, en plena Guerra, por lo general, usaban constantemente los salvavidas, en ese momento, no los tenían puestos y recordó: “Cuando llegamos a la cubierta principal, vimos que el buque estaba de costado. Encontramos mucha desesperación y a las 16.35, 16.40 horas, el Comandante dio la orden de desembarco porque no se podía sostener la cantidad de agua que había entrado y era mucho más fácil bajar por la zona, donde la cubierta prácticamente ya tocaba el agua y nosotros teníamos nuestra balsa del otro lado”. Por ese motivo -siguiendo el relato de Héctor Sauer-, debían bajar por una escalera de soga y de ahí, saltar a la balsa que, con el oleaje, se iba apartando del buque. 

“Tuve la mala suerte de caer al agua. Fue mucha la desesperación, pero por suerte, mis compañeros me sacaron enseguida. Sé nadar, pero en el mar, con esa profundidad y el agua helada, es muy difícil” remarcó y contó que, tiempo más tarde, supo que estaban en un espacio con una profundidad de unos cuatro mil metros. 

A las balsas en las que transcurrió, junto a otros compañeros, los siguientes dos días, Sauer las describió “similares a un bote con techo, y piso de goma, con una capacidad para 25 personas o treinta personas”. 

En ese punto de la entrevista, el vecino oriundo de la tercera Colonia alemana resaltó que fueron “trescientos los que perdieron sus vidas ahí y otros 23 en el Continente, aunque algunos en la balsa” y recordó que, una vez en la balsa, la desesperación era inmensa, sobre todo, por alejarse de la zona del buque que, ya para las cinco de la tarde, se había hundido: “Era un buque de 185 metros, casi dos cuadras, y había peligro de que, en el oleaje del hundimiento, nos arrastrará, pero no pasó”. 

A continuación, Sauer explicó: “Había que sobrevivir en ese oleaje de seis, siete, ocho metros. A mí la navegación siempre me descomponía muy mal y eso que el crucero no se movía nada en comparación de otros buques. Pero cuando salíamos a hacer navegaciones, yo siempre pensaba que, de tener que subirme a una balsa, me iba a hacer muy mal y así fue. Estaba mojado hasta el pecho y con la temperatura del agua helada era terrible estar ahí. Se hizo de noche y las balsas estaban cada vez más separadas por el oleaje que había”.

Finalmente, con el alivio que el hecho representó para los soldados que, en aquel mayo de 1.982 estaban a la deriva, Sauer recordó: “El lunes a la mañana (3 de mayo), entre las nueve y las diez, nos avistó un avión argentino. Tuvimos que esperar el rescate porque, ver el avión era muy lindo, pero no sabíamos el tiempo que íbamos a estar arriba de esa balsa”. 

Describió aquella noche como “larguísima. Con descomposturas, helados y sentados ahí arriba, con incertidumbre”. Pero contó que tenían un compañero, “un chico chaqueño del que nunca más supe nada, que nos impulsaba a rezar. Era muy creyente y mantenía el ánimo alto a través de la oración. Sentíamos que había alguien más poderoso que nos podía salvar”.

Finalmente, ese lunes -continuó Sauer- “veíamos que, a lo lejos, había buques rescatando. Dentro del mar, uno no ve las distancias, pero se hizo de noche,. Fue la segunda noche y en un momento, veíamos que andaban con los reflectores y nos señalaron a nosotros. Fue mucha la alegría. Nos encontraron. Pero, al rato, el buque viró para otro lado y desapareció el reflector. Fue, otra vez, una amargura y miedo de que no nos encuentren”. 

Otra noche transcurrió en medio del vacío que una balsa en el océano puede representar en el imaginario de cualquiera, pero Sauer relató: “A las once de la mañana se nos acercó el buque Piedra Buena y nos sacó del agua. Estuvimos 42 horas arriba de esa balsa y a medida que pasaban las horas, veíamos que las balsas estaban cada vez más separadas y uno tenía ese miedo, porque sólo veíamos agua y cielo, nada de costa”. 

Sobre lo que ocurrió una vez en el Piedra Buena, Sauer aseguró que los atendieron muy bien: “Hubo gente que hasta nos ofreció su ropa y el que tenía que ser atendido por los médicos, era llevado a Enfermería. Yo, por suerte, sólo tenía frío. Me costó un par de días que se me calienten las piernas, pero por suerte, lo podemos contar”. 

Finalmente, entre miércoles 5 y jueves 6 de mayo, fueron trasladados al Puerto de Ushuaia: “Creo que rescataron a más de trescientas personas. Desde ahí, fuimos en un avión hasta Bahía Blanca. Algunos, de vuelta a la Base y otros, fueron recibidos por sus familiares y nos dieron una licencia de diez días” recordó el vecino que contó que, por entonces, su madre vivía en el campo; pero agregó: “Yo tenía una segunda familia acá, doña Luisa Maier y Leo, que son como mi segunda familia porque yo paraba en la casa de ellos y solía ir a hacerles mandados, a ordeñar. Aparecí una madrugada, cerca de las tres de la mañana, y si bien ellos sabían que el buque se había hundido, no tenían certeza de si yo me había salvado, porque era muy difícil comunicarles a todos. No era como hoy que es todo mucho más fácil” y describió el reencuentro como “muy emocionante”. 

Por otro lado, revisando los años que siguieron a la Guerra de Malvinas, Héctor Sauer contó que siempre había mantenido el interés por volver a contactarse con su amigo Luis Brasil y entre 2009 y 2010 pudo contactar por Facebook a una chica con ese apellido, que le dijo que era su papá: “Fue una alegría. Me comuniqué con él y le dije que, para las vacaciones, iba a ir a visitarlo y en julio viajé y me reencontré con él después de 28 años” contó el entrevistado, que aseguró que, hace poco, lo fue a visitar de vuelta y sigue en contacto con él. “En 2017 nos reencontramos con nueve compañeros de artillería de la novena división, en Mar de Ajó. A muchos yo no los había visto más y fue un lindo reencuentro” señaló.

Finalmente, sobre su círculo más íntimo, Sauer contó que tiene tres hijos: Maira, Emanuel y Magali: “Ellos han ido a muchas de las charlas que he dado, pero en casa -no sé si está bien o no- nunca hablamos a fondo. Ellos se han criado yendo a las charlas que compartimos en las Escuelas, pero trato de no hablarlo en casa”.

A modo concluyente, el sobreviviente del ARA General Belgrano hizo extensivo un mensaje a modo de homenaje: “Este domingo recordemos a nuestros camaradas que quedaron en el mar custodiando. Que no se olvide nunca esto. Gracias a Dios, con Rubén, siempre fuimos bien recibidos por nuestro pueblo que nos reconoce. Eso es lo importante. Ojalá fuera así en todo el país, que se reconozca al veterano de Guerra y más que nada, a los que dejaron su vida por la Patria. Ellos son los héroes”.