07/02/2019HISTORIA

Cuando hacer el cruce de los Andes permite vislumbrar la hazaña del General San Martín y sus tropas, hace 202 años atrás.

La apasionante experiencia de Sebastián Andes.

Algunos suarenses han tenido la oportunidad de concretar el cruce de los Andes.

Algunos en forma particular, otros con la experiencia que se organiza cada año desde la Asociación Sanmartiniana Cuna de la Bandera, como fue el caso de Juan Galbarino, quien varias veces desarrolló esta experiencia.

Acaba de regresar en estos días, el profesor Sebastián Andes, y cuenta esta experiencia, que llevó a cabo en la segunda quincena de enero.

“Venía observando en mi recorrido por Argentina la cordillera, de reojo; sabía de estas aventuras que se organizan, y este año no lo dejé pasar”.

“En la zona de Tupungato, en Mendoza, partimos un grupo de alrededor de 25 personas, realizando el cruce por el denominado Paso El Portillo, que es el punto más alto, uno de los seis pasos sanmartinianos. San Martín utilizó este paso a la vuelta desde Chile. Yo soy profesor de Biología, y el paso es conocido porque Darwin estuvo también en la zona. Tuve la suerte de encontrar restos fósiles a orilla de uno de los arroyos. Obviamente, que todo queda ahí, porque es un gran museo, una muestra natural a cielo abierto, donde no se toca nada y uno no puede traerse nada”, dijo Sebastián describiendo parte de la experiencia.

La partida, a caballo, fue a la altura de la ciudad de Mendoza, y el límite se encuentra a la altura de Santiago de Chile. A la zona limítrofe, llegaron el 20 de enero. “El Portillo tiene alrededor de 4.300 metros de altura”. En cuanto a las condiciones climáticas, es la propia de la zona de montaña: “Son bastantes extremas. El sol pica, mucho viento, frío. Tuvimos todo un día de nieve, de alrededor de 15 centímetros; eso nos atrasó un día. en algún momento el sol dando mucho calor y por la noche, la temperatura que se desploma. Igual, dentro de todo es agradable.

Es un placer dormir a cielo abierto, mirando las estrellas, dentro de la bolsa de dormir, pero los ojos expuestos al universo estelar. Es una experiencia trascendente, hermosa”.

Guías y baqueanos van aportando su experiencia lo que conocen de la historia y lo que saben del lugar: “los puntos fuertes del camino, para entender uno como reaccionar a esos caminos, porque hay precipicios, cornisa, piedras, pasto. El paisaje cambia constantemente, por eso es muy agradable a la vista y también a todas las emociones. La montaña despierta todas las emociones”.

La montaña, los hombres, los caballos, y solamente algún mínimo refugio de piedra en el medio de la montaña. Las comidas diarias son guisados que se hacen en el momento, que lejos de agobiar en enero, sirven para reponer fuerzas y energías para las marchas de 3 a 6 horas a caballo de cada día.

Y por supuesto, se tiene una mejor dimensión de la gesta de San Martín y sus hombres.

“Uno va confiado porque sabe que los animales se comportan –de acuerdo al ambiente-, va confiado porque hay alguien que sabe el camino. Si bien uno está lejos de toda tecnología, uno sabe que el cruce lo va a realizar. Sabe qué llevar, que instrumentos, alimentos, para qué cantidad de días. Es una aventura inolvidable”, dijo Sebastián andes, quien agrega que “mucho las fotos no dicen lo que uno vive en carne propia. Es sumamente maravilloso el silencio, el paisaje los colores. Pensar y reflexionar en el contexto histórico en el que el general San Martín transitó; los objetivos de la gesta sanmartiniana, todo es admirable”. “Es inolvidable; me pasó lo mismo con Malvinas (hacia donde viajó hace dos años), me pasa lo mismo con cada rincón de Argentina que estoy conociendo. Es un país gigante, maravilloso, que uno desea que el argentino lo pueda recorrer, porque se termina sintiendo al país, con otros ojos, y dan ganas de seguir trabajando para que todo vaya bien”.