28/05/2020HISTORIA

Coronel Suárez, resultado de una construcción colectiva y cosmopolita.

Hoy, 28 de mayo, es un nuevo aniversario de la creación de la ciudad de Coronel Suárez.

El 10 de julio de 1882, por ley provincial 1497, el entonces Gobernador de Buenos Aires, Dardo Rocha, crea el Partido de Coronel Suárez, y casi un año después, el 28 de mayo de 1883, por ley 2829, funda tres pueblos, Tres Arroyos, Coronel Pringles y Coronel Suárez.

Es decir, nuestro nacimiento como pueblo estuvo en los papeles, y relacionado intrínsecamente con el avance del ferrocarril y la mentalidad empresarial de quienes veían estas tierras como aptas para la actividad agro ganadera.

Para conocer adecuadamente el principio de nuestra historia consultamos al suarense Rodrigo Vecchi, que es Profesor y Lic. en Historia, Doctor en Arqueología, Profesor de la Universidad Nacional del Sur e Investigador del CONICET. 

Con “orgullo de ser suarense”, como lo dijo en el final de la entrevista, y declarando amor por el pueblo donde nació y vive actualmente, destaca la importancia “de rescatar las cuestiones de la historia suarense. Lo colectivo, sobre todo; si llegamos hasta acá fue por eso, no por otra cosa. Los clubes, las instituciones, sobreviven gracias al trabajo cotidiano de toda la gente que está detrás”.

En el principio de la entrevista, Rodrigo Vecchi deja las cosas bien claras: “uno comete un gran error en pensar en Casey como gran fundador”.

El error tiene que ver “cómo fue construyéndose la historia a lo largo del tiempo. Cuando comenzó a escribirse la historia de Coronel Suárez –décadas del 20, del 30, con algunos artículos periodísticos- estamos viviendo un momento donde la idea del hombre, del pionero, del hombre que se había hecho solo, estaba muy presente. Y Casey representaba la idea de ese hombre, que de la nada había hecho una gran fortuna. Había creado grandes estancias, había logrado que se fundaran pueblos. Fácilmente se construyó una idea que hoy sabemos nosotros que está errada, y que sitúa a Casey como fundador. Como un gran pro hombre, que trajo la civilización al desierto, que luego trajo europeos que fueron los que poblaron la pampa. Y que encima murió joven, pobre, y en una forma trágica, hizo que su figura fuera un poco más interesante para describir y nombrarlo”.

Indica, concluyendo en este punto, que “como toda situación humana, las construcciones son colectivas. No hay un individuo que sobreviva solo, ni pueda desarrollar una labor solo”.

Obviando la parte de la historia que refiere a la presencia de fortines, avanza en su relato Rodrigo Vecchi expresando que nacemos como pueblo “por el ferrocarril. No tenemos fundador. La fundación del distrito y de la ciudad se hallan en el Senado de la provincia, y en los papeles”.

El pueblo “surge a través de carpas que se van instalando, con los primeros comerciantes, los primeros empleados del ferrocarril, alrededor de la estación. En ese primer proyecto de construcción, en la línea ferroviaria entre Capital Federal y Bahía Blanca”.

Un “guiño” para Casey, propone el historiador. “Casey era un financista, un inversor. Era estanciero, criador, venía de una familia importante de origen irlandés. Venía vinculado a la comunidad británica en forma intensa. Y era amigo de Dardo Rocha, Gobernador. Es en ese contexto donde él (Casey) logra hacerse de un lote importante de tierras, que era la concesión Plaza Montero. Para ese momento había pasado la campaña de Roca de expansión de la frontera y eliminación de los pueblos originarios. Comenzó la repartición de las tierras, robadas a los indígenas, a distintas personas que habían colaborado con esa expansión territorial. La mayoría les tocó a militares importantes, y gente de la elite. Entre ellos Ángel Plaza Montero, que recibe 111 leguas cuadradas de tierra. Como la cesión implicaba un montón de gastos, que Montero no tenía plata para hacer –llenarlo de cabezas de ganado, alambrar, traer colonos-, lo cede finalmente a Casey”.

Mientras tanto, el proyecto de extensión del ferrocarril británico, “que no incluía lo que es hoy Coronel Suárez, al contrario, las vías originales iban por el otro lado de las sierras, por Pringles. Lo que logró Casey, por su cercanía con Rocha y con la colectividad británica, es que las vías ferroviarias pasen por su concesión, lo que aumentaba el valor de su tierra. Ahí surge la estación Sauce Corto, que es la que va a dar origen a la actual Coronel Suárez”.

Confirma que uno de los primeros que vino “fue Cleto Santamarina, que en una carpita comenzó a construir su almacén de ramos generales, en la esquina de Alsina y Casey, donde hoy hay una tienda de ropa, y donde muchos años estuvo Aduriz. Fue el primer comerciante. Quien, junto a los primeros colonos, comienzan a poblar los alrededores de la estación. Además de los trabajadores ferroviarios, que fueron los primeros pobladores”.

Reconstruyendo la historia, propone Rodrigo Vecchi quitarle el guiño otorgado a Casey. Es que su generosidad estuvo corta. 

“Si uno ve unos pocos años después de los papeles de la fundación de la ciudad, no había ciudad. Era un conjunto de carpas, donde nadie sabía dónde instalar las cosas, porque no había ejido urbano. No había una mensura del terreno que permitiera delinear el eje de la ciudad. Es que las mensuras que se habían hecho Casey las había rechazado, sistemáticamente, porque en las primeras conformaciones la ciudad llegaba hasta el arroyo Sauce Corto. Él veía que le robaba aguada para su ganado. Entonces, la construcción de la ciudad, como la conocemos actualmente, se retrasó porque Casey quería elegir él mismo el lugar donde se construyera ese futuro pueblo. 

Recién para cerca de 1890 vamos a tener el ejido urbano trazado, como lo conocemos actualmente”.

Por eso, la administración de la ciudad primero fue en una carpa, luego en un galpón cedido por Cleto Santamarina, asentado en barro –compartiendo lugar con la cárcel, la comisaría, el juzgado de paz y el Concejo Deliberante-. 

Incluso, “un par de años el Municipio de Coronel Suárez y el HCD funcionaron en el Municipio de General Lamadrid. Hubo al menos dos mensuras rechazadas por Casey, a pesar que para 1890 ya teníamos una población importante. Algo así como 4798 habitantes, según dice el censo de 1895. Eso incluía los galeses (1887), que fueron los primeros colonos que llegaron al Distrito de Coronel Suárez. Para entonces ya habían llegado los colonos franceses a Pigüé, y en 1887 llegan los alemanes del Volga. Y entremedio otra población de colonos de lo más variada. No solo europeos, sino americanos: cubanos, paraguayos, chilenos, mejicanos. También australianos, ingleses, irlandeses. A fines del siglo XIX comienza a llegar una comunidad judía muy grande, que se vuelve muy importante en las primeras décadas del siglo XX y que fue sumamente importante para la construcción de la ciudad”.

Esto es una construcción de ciudad “absolutamente cosmopolita. Un pueblo nuevo, una ciudad nueva. Es decir, era una localidad construida con gente de diferentes partes del mundo. No solamente teníamos galeses o alemanes del Volga. Eran representativos por su cantidad, y porque eran familias, grupos integrados. Pero también tuvimos un montón de otras colectividades que venían en pareja, pequeñas familias o individuos solos. Tal vez, en cantidad eran inferiores, pero reproducen en una conjunción de identidades totalmente distintas”.

El otro no era un extraño, sino, todos dispuestos “a construir algo nuevo, dejando de lado las diferencias. Dispuestos a construir algo nuevo. Con un Estado ausente, que no es como lo conocemos hoy. Uno se hacía cómo podía y estaba solo, por lo que necesariamente tenía que confiar en el otro. Si uno se pone a pensar que el año pasado se cumplieron 125 años de la Asociación Italiana y de la Sociedad Española –en estos días está dándose a conocer un libro autoría de Rodrigo Vecchi sobre la historia de la Asociación Italiana- eso demuestra la gran necesidad que había de reunirse y de trabajar en forma conjunta. Puedo agregar que, en Italia, o en España, las diferencias regionales eran muy fuertes. Que se reconocían como italianos o españoles cuando llegaban acá y se miraban a la cara”.

Había, dice, “que dejar de lado esas pequeñas cuestiones, y tratar de armar algo nuevo. ¡Y vaya si funcionó! Veinte años después teníamos un pueblo totalmente distinto, que logra ser ciudad apenas 40 años después, en 1934 Suárez es declarada ciudad por la cantidad de habitantes”.

Es decir, “la pujanza económica que tuvo, gracias al desarrollo agrícola-ganadero, no hubiese sido nada si no hubiera habido una enorme cantidad de gente que estuvo dispuesta a trabajar, a crear instituciones, a crear espacios nuevos, ambientes de sociabilidad, donde las personas pudieran reconocer a ese espacio en construcción como su casa, como su ciudad”.

Imágenes ilustrativas “Somos Suarenses” Facebook.