Se jubiló Rubén Rohwein como portero de la Escuela Secundaria N° 4 de la Unidad Académica
Se emociona al recordar “el afecto, el cariño, que recibí en este lugar. Yo tenía que aportar lo otro. Lo que me gustaba, lo que tenía ganas. Eso me llevó a todos los días hacer un poquito más. Lo hacía con muchas ganas”
A Rubén, ex Combatiente de Malvinas y portero por muchos años de la Escuela Secundaria N° 4, se lo podía ver subido a la escalera, ayudando a colgar los telones decorativos, previo a cada acto. O pintando algún aula u otro espacio de la escuela. Haciendo alguna reparación eléctrica, o de otro tipo. O colocando la gran bandera que, anunciando cada fecha patria, recorría buena parte del frente exterior del establecimiento.
Lo que no muchos saben es que, en los días más fríos del año, él se encargaba, el sábado por la noche o el domingo por la mañana, de ir a subir la calefacción, para que el lunes, por la mañana, la escuela estuviera bien calentita para recibir a docentes y alumnos. Que ingresaba cada jornada de trabajo a las 6 de la mañana y dejaba entrar, anticipadamente, a los estudiantes que llegaban en bicicleta desde lugares alejados de Suárez o de los Pueblos Alemanes.
En varias fechas patrias preparaba el chocolate, bien rico, para servir a los alumnos. Y que, en alguna ocasión, preparó con alumnos y docentes un gran guiso malvinero. El antes y el durante de esa preparación, lo que produjo fue llenar el corazón de quienes participaron de sentido de pertenencia.
Rubén va a extrañar el Colegio Nacional, sin dudas. Fue su segunda o su primera casa, no hay que dudarlo.
A Rubén lo van a extrañar, tampoco hay que dudarlo, los directivos y compañeros de trabajo, por su predisposición permanente, su decir afable, educado, porque tenía puesta la camiseta de la escuela. Los alumnos, porque tenía siempre una palabra amable, una mirada cariñosa, contenedora, una persona sumamente dispuesta.
“Este año que pasó colaboré con el Consejo Escolar, con la entrega de alimentos. Y los días que no había esta actividad estuve en la escuela, pintando. La Cooperadora había comprado unos cuantos litros de pintura, así que arreglé puertas y todo lo que se podía hacer. Estuve hasta el último día de trabajo, el 30 de diciembre”.
Esto lo dijo Rubén Rohwein, en una entrevista con La Nueva Radio Suárez.
Contó cómo fue este proceso para su jubilación: “como veterano de guerra, y con los aportes que yo ya tenía, me podía haber jubilado hace un par de años atrás. Pero no estaba preparado. El año pasado empecé a averiguar. Fue todo muy raro, fue horrible estar en la escuela solo, un silencio en semejante monstruo, que tomé la decisión, o quizá el gustito de estar más tranquilo. Eso me llevó a tomar la decisión. Presenté toda la documentación que necesitaba. La verdad que fue algo muy rápido, presenté los papeles y a la otra semana ya me habían confirmado el cese de actividades”.
Se emociona al recordar “el afecto, el cariño, que recibí en este lugar. Yo tenía que aportar lo otro. Lo que me gustaba, lo que tenía ganas. Eso me llevó a todos los días hacer un poquito más. Lo hacía con muchas ganas”.
Los chicos sabían que temprano, cada mañana, estaba Rubén en la escuela. “A las 6 de la mañana yo estaba allá”, dice. “Los chicos que vivían lejos o que venían de las colonias 1 y 2 llegaban en bicicleta. Siempre traté que ellos se sintieran cómodos. Lo mismo que con la calefacción. Muchas veces los chicos me decían ‘Rubén, ¡qué lindo que está!’. No sabían que yo por ahí, si hacía mucho frío, la prendía el sábado por la noche o el domingo a la mañana. Siempre trataba de encontrarle la vuelta para que todos estemos cómodos, como en una casa. Entonces siempre trataba que todo esté en condiciones”.
Recuerda cuando elaboraron, “con algunos docentes, como Estela De Victoria, el famoso guiso. La verdad que fue un desafío muy grande. Un poco, cuando tiré la idea, lo hice de corajudo, pensando que iba a quedar en palabras nomás. Estela lo planteó ante los alumnos y los chicos, en realidad, enseguida se engancharon. Fue una experiencia muy buena en lo personal, y para los chicos ni hablar. Habíamos hecho tres grupos de trabajo y la verdad que los chicos muy comprometidos. Un día preparamos todo, y al día siguiente había que estar temprano, para arrancar. Yo los había citado para las 6:30 y a las 6 de la mañana ya estaban ahí. Llegaron porque sabía que yo ya estaba. Lo mismo con los desayunos para los chicos que organizaban los actos. Siempre, con la biblioteca y la dirección de la escuela, les organizábamos algún desayuno. O los chocolates para los 9 de julio. Fueron cosas muy lindas, la verdad”.
Dice que, con todas estas acciones adicionales, “lo que quería apuntar es a que ellos sientan que la escuela no es algo que queda a la pasada, termina y me voy. Tengo muy lindas anécdotas. Por ejemplo, Mariano Gallardo (ex alumno, actualmente vive en Australia) un día me llama por teléfono y me pregunta si no estaba en Suárez. Yo estaba acompañando a Oscar Teves, que estaba entrevistando en San Juan a ex veterano, un día de la bandera. Me llamó Mariano y me dice ‘vos no está en Suárez, ¿no?’ Le dije que no y le pregunté por qué, y me dice: ‘porque pasé por la escuela y no está la bandera que colgábamos en cada acto’. Fijate en qué pequeño detalle se había fijado”.
Expresa que, en todos sus años como portero, recibió “mucho afecto, no solo de la Secundaria N° 4, sino del Jardín N° 913, de la EP N° 46 y del Instituto N° 160 también. Si necesitaban algo, a cualquier hora, estaba. Porque yo recibía tanto afecto, tanto cariño, que el colegio era mi casa”.