04/09/2020CULTURA

Silvia Arroquy, artista visual.

Sus cuadros utilizan algunos grises, y una explosión de color. Generalmente muestran espacios urbanos. Y para quiénes se pregunten qué significan, o qué quiere transmitir, Silvia responde que, al arte, “hay que vivirlo y sentirlo”, cada quien sentir e interpretar lo que quiera al observar una obra de arte.

En diálogo con La Nueva Radio Suárez dice que empezó a pintar “hace muchos años, era muy chica. Comencé en un taller de dibujo, después, cuando uno cría a sus hijos, no tiene mucho tiempo de pintar. Cuando se fueron a estudiar, ahí seguí otra vez, y empecé con más fuerza a trabajar en todo esto que es tan bello y tan gratificante”.

Cuenta Silvia Arroquy que le fascinan las grandes ciudades, “con sus ruidos, colores, emociones, vivencias. Y cuando vuelvo de mis viajes plasmo en color todo eso que traigo dentro de mi corazón y de mi alma, y lo largo como mancha de color. De ahí comienzan a surgir, dentro de todas esas manchas y esos colores que siempre predominan –algún naranja, algún rojo, algún magenta-, las formas de las ciudades, que disfruté y vivencié en mis viajes”.

Son “como sensaciones visuales que yo traigo. Sería como lugares mágicos a los que trato de vivenciar y representar con el color y con algo de forma. Pero, más que nada, mis obras tienen que ver mucho con el color. Me surgen los colores con mucha fuerza. Los transmito y los plasmo en las obras”.

Es artista de Isidoro Espacio de Arte. El año pasado Sonia Gómez, de Isidoro, le propuso pintar flores. “Ahí empecé a hacer obra grande, trabajando sobre flores. Eso me produjo también una sensación muy linda, porque las flores tienen mucho color, vida, formas, olores. Pero, las ciudades, me salen del alma. Después que las recorro, las vivo, siento en esos lugares esas sensaciones y las pongo en mi obra”.

Ha participado en muestras colectivas e individuales en todo el país. Y ha cosechado muchos premios, entre ellos un Brandemberg, que es el premio de artes plásticas de la Biblioteca Sarmiento de Coronel Suárez. 

“He tenido varios premios, primeros y segundos. En Bahía Blanca obtuve tres menciones. El primer premio lo gané en el año 1993, en General Villegas, fue mi premio de pintura. También en Tres Arroyo, La Plata, Laprida, Azul. Por suerte he tenido un montón de recompensas con esto. Ya entrar en un salón es un premio, realmente”.

¿El momento de hacer una obra es un momento de disfrute total, o hay un momento de tensión, de exigencia que se realiza el propio artista? “Yo puedo hablar de mí –dice Silvia Arroquy-, yo lo disfruto mucho. Para mí es una sensación especial. Es un desafío empezar a hacer una obra, sin ninguna cosa que te condicione. Empezar y plasmar, largar sensaciones, colores, vibraciones. Es un disfrute total, lo hago porque me gusta, me encanta, me produce placer. Pasan las horas y uno no se da cuenta, porque está muy metido en el proceso. Yo digo que uno pone mucho de su intimidad en una obra, de su forma de ser, personalidad, su fibra íntima”.

En este tiempo de aislamiento y distanciamiento, Silvia Arroquy dice que “al principio, fue complicado. Nos llamábamos entre todas, y era como que estábamos sin ninguna sensación visual, como para poder hacer algo. Esto a todos nos conmovió y nos asustó. Pero pasó el tiempo, y empezamos otra vez a producir. Ahora estoy trabajando muchísimo. Por ahí salen cosas, con una imagen diferente, porque la cabeza influye en todo esto, en lo que cada uno está haciendo. Yo he variado algunos colores y formas, tiene que ver con que todo nos repercute en la vida, y salen cosas diferentes”.

En este tiempo ha expuesto en galerías virtuales, lo que ha sido una vivencia diferente también. También han realizado charlas por plataformas virtuales, con distintos profesores y gente especializada, gestionadas por intermedio de Isidoro. “Se hizo mucho, en estos tiempos, también”.