01/07/2020CULTURA

Marisa Wagner, “Los montes de la loca”.

Un poco de cultura / escritora de Huanguelén.

La pandemia, en algunos casos, nos ha puesto más tiempo frente a una pantalla y navegar por las redes me ha hecho encontrar esta escritora: Marisa Wagner, Los montes de la loca.

Desde Isidoro espacio de Arte queremos compartir esta historia y agradecer a Aldo Luis Novelli el haber publicado está información y permitirnos compartirla.

La escritora transitó por varias internaciones psiquiátricas. La de 1997 fue la más prolongada y escribió una serie de poemas que la llevaron a ganar un concurso. Una historia que sin dudas vale la pena.

Soy Marisa Wagner, Poeta y Loca. Así se presentaba, así se definía esta mujer incomparable, talentosa, excéntrica, única. Nació en Huanguelén, provincia de Buenos Aires, en el año 1954, aunque pasó su infancia y adolescencia en Olavarría. Transitó por diversas internaciones psiquiátricas, en una totalidad de 12 años, conociendo el infierno desde adentro. Su primera internación fue en el año 1987, a la edad de 33 años. 30000 compañeros desaparecidos, 13 amigos y su pareja muertos. Esto podría llevarnos a preguntar: ¿Cuál es la Locura, y quién está por fuera de ella, verdaderamente? Demasiada muerte: la razón produce monstruos.

En el año 1997, en una de sus internaciones más prolongadas, escribe una serie de poemas que la llevan a ganar un concurso, cuyo premio era la edición de un libro. El poema ganador tenía como título: “Nos amamos una tarde, un cablegrama, algún silencio en primavera”.

Al ganar dicho concurso, cuenta, se tuvo que poner a escribir “en serio”, sobre todo por la cantidad: si bien la calidad de sus poemas era notoria, no reunía los suficientes como para la confección de un libro propio. El resultado es, por supuesto, maravilloso. Así nace “Los montes de la loca”, un libro parido en su internación en la Colonia Montes de Oca. En sus páginas trata de elaborar un escrito que salte los muros, y que le de voz a sus compañeros de tormento manicomial.

El libro es presentado en el año 1998 en la Feria del Libro en Buenos Aires.

“Mi libro no fue escrito desde la locura porque desde la locura no creas nada. Estar loco es muy doloroso y no tiene nada de genial”. Así reflexiona sobre su proceso creativo, y la relación con el concepto de locura más snob, aquella que algunos imaginan como excentricidad y personalidad, pero nunca como lo que es: un verdadero y profundo sufrimiento.

“Se enloquece por un dolor extremo o por una soledad extrema. Un mundo injusto genera subproductos patológicos, y eso somos nosotros”. ¿Así? ¿O más claro?

Luego de atravesadas estas situaciones tan oscuras y de tanto sufrimiento, conoce a Alfredo Moffat, con el cual comienza a cursar la carrera de Psicología Social, y se transforma a su vez en docente de la misma. Se suma también a Cooperanza, una cooperativa que produce entre otras cosas salud mental colectiva, como modo de sustitución de lógicas manicomiales. Además, se suma al “Frente de artistas externados del Borda”, aportándonos a todos arte y creación como modo de darle sentido a la crueldad de la vida.

Define la locura, citando al poeta español Leopoldo María Panero como la ausencia provisoria de uno mismo. Ningún catedrático podrá jamás arribar a una definición más ajustada, más bella y más abismal.

En el año 2009, en una de las entrevistas que solía dar a periódicos y medios under dice estar trabajando en un nuevo material para un libro que llamaría “Paredón y después” en el que contaría sus experiencias luego de la internación psiquiátrica. Podríamos decir: sus experiencias en el manicomio de afuera. Lamentablemente nunca llegó a culminar con dicho proyecto, dejándonos con menos poesía de la que necesitamos, y con la urgencia de crearla.

En el año 2012 Marisa Wagner deja este mundo, luego de varios años de no volver a necesitar los servicios de los matasanos.

SILBANDO BAJITO ANDO

Silbando bajito ando.

Me construyo un girasol

-es decir me lo dibujo-

Y lo pego en la pared desnuda y grisácea del hospicio.

Después le pongo yerba al mate

y me voy a pasear por mis recuerdos.

Había una mamá, allá en mi infancia,

que trenzaba mi rubia cabellera,

que me ponía moños primorosos

y vestiditos con puntillas.

-Mamá no vino a verme nunca

ahora que estoy en el hospicio-

¡Cómo me gustaría que me trenzara el pelo!

Estoy aburrida de ser grande y estar sola.

A veces, hasta me aburro de estar loca

Y juego a la lucidez, por algún rato.

Mientras me cebo otro amargo

que aseguro -ayuda- a soportar la realidad,

los abandonos,

los etcéteras.

Me construyo otro girasol

-es decir me lo dibujo-

y lo pego en las paredes del hospicio.

(Ya casi tengo un girasolar completo)

31 de agosto de 1997

LITIO

Se habla de la bipolaridad de mi locura.

De la necesidad del litio de por vida.

Hace diez años:

Litio en desayuno.

Litio en el almuerzo.

Litio en cena.

Y cada tres meses una litemia.

(Valor de litio en sangre)

Una ecuación psiquiátricamente perfecta.

Sin embargo, yo siento

que mi locura

tiene mucho más que dos polos.

Muchos más matices.

Muchos recovecos.

¿Será , tal vez, multipolar y multifácetica?

Me pregunto si puede el litio con todo esto.

¿No estarán podridas mis neuronas de tanto

Ceglutión en cuotas?

Maníaca. Depresiva. Psicótica.

Caractericemos.

Encuadremos.

Traguemos la pastilla.

Que pobre mi locura bipolar

que se queda quietita con el litio.

Que retrocede asustadiza.

Y yo vuelvo a esta lucidez de morondanga.

Prolijita, Mustia. Gris.

Casi calladita.

Es que si río demasiado tiemblo.

(Me estoy euforizando, temo)

Si lloro, también tiemblo.

(Me estaré deprimiendo, pienso).