01/04/2020 • COMERCIO
Un sueño que cumplió 44 años: Mapúa, local 3 de Galería La Sirena de Silvia Otero y familia.
La calidez en la atención, recuerdos de un gran esfuerzo y un presente con grandes desafíos.
El sueño comenzó cuando Silvia Otero, su propietaria, era muy joven, “había terminado la secundaria”, dijo a La Nueva Radio Suárez.
“Comenzó con una charla con mi amigo de la infancia, Roberto Ristagño. Él buscaba un rumbo para su vida, también. Así surgió la idea de poner una disquería”.
Sin dinero ninguno de los dos para comenzar, la empresa se inició a puro coraje.
“Desde un principio mis padres me apoyaron mucho”.
Lo primero, buscar un local. “Vinimos a galería La Sirena. Teníamos varios locales para el del rinconcito fue que ganó”. Es el que esté en el codo, a mitad de camino en el trayecto que conduce a las dos salidas, sobre calle Mitre o sobre calle Sarmiento. Un lugar especial que Silvia fue transformando en adorable.
Cita obligada en tiempo que no había la conectividad actual para todos aquellos amantes de la música que querían enterarse de las novedades. Y hoy día lo sigue siendo para quienes privilegian tener los originales de las grabaciones de sus artistas preferidos y también quienes buscan un regalo para decir cosas lindas, porque allí se encuentra una enorme variedad de tarjetería, y muñecos de peluche.
“Fue todo un desafío. Éramos muy jóvenes y sin nada de experiencia”.
Recuerda que se estaba por inaugurar el Gran Hotel Coronel Suárez -1976-, “y ésta para mí, es una de las historias de Mapúa, porque nos enteramos que habían tirado las bolsas con todos los recortes de los pisos, las buscamos y nos llevó algunos días unir cada pedacito. Como tenían rulitos, nunca nadie se dio cuenta de la cantidad de uniones que tenía el piso. Lo hicimos nosotros, con la ayuda de mis papás, de Miguel, mi esposo, que en ese tiempo éramos novios”.
Con un tocadiscos Winco, con una pequeña mesa, hicieron la vidriera. Las paredes se cubrieron de posters, “para que todo se viera más llenito”.
¿Por qué Mapúa? Quien sabe por qué Ma, pero Púa por los discos que en ese momento estaban de moda.
Un primer viaje a Bahía Blanca, “con el poco dinero que en ese momento habíamos juntado entre la familia. Sólo alcanzó para 10 discos simples y 5 LP. Era todo lo que habíamos podido juntar”.
Así se abrió Mapúa Discos, con esta limitada existencia. Que, por otra parte, se vendió enseguida.
Recuerda Silvia cómo fue la inauguración teniendo fresca la alegría que sintieron ambos propietarios en ese momento. “Invitamos a todas las autoridades, de distintas entidades. Recuerdo que fuimos a ver hasta al intendente. No faltó nadie. Amigos, muchos. La galería estaba colmada. Ahí es donde comienza el sueño tan hermoso de Mapúa, porque sentimos, inmediatamente, el apoyo. Vendimos todo esa misma noche! No era tanta la mercadería. Pero sentimos que todos querían aportar para que este comienza fuera exitoso”.
Discos simples y LP (long play), era lo que más se vendía.
“Para poder tener mercadería, era un gran sacrificio. Juntábamos pedidos de lunes a viernes, y el sábado viajaba a Bahía Blanca y en los dos lugares que podía comprar, sólo me hacían el 2% de descuento. O sea, que se me iba en pasaje. Pero el lunes ya teníamos toda la mercadería de lo que habían encargado. Y nuevamente comenzábamos a tomar pedidos. Todo eso es muy anecdótico”.
Agrega que “una de las cosas muy lindas que merece ser contada, es que todo hacía que la disquería creciera, cada día más. Entonces, había que pensar en viajar a Buenos Aires y conectarnos con una distribuidora importante que nos enteramos que había”.
En sociedad con su amor, la llegada a una gran distribuidora y un llanto desconsolado.
Por entonces, la sociedad con su amigo Roberto Ristagño “se había terminado en forma linda, porque el consiguió un muy buen empleo en el Banco Provincia”, cuenta Silvia. Miguel, su esposo, le compró la parte. Es decir, pasaron a ser socios no solamente para la vida familiar y el amor, sino también para la disquería. “Y sí –dice Silvia-, porque él desde el día uno, hasta hoy, lo que a mí me hace feliz, a él también lo pone de esa manera. Siempre apoyándome, en todo momento”, manifiesta con emoción en la voz.
Y recuerda cuando ambos viajaron a Buenos Aires muy jovencitos. “No teníamos plata para comprar mercadería. Requería que lleváramos garantías. La única que pudimos conseguir fue una carta el gerente del Banco Ganadero, en ese momento, Armando Vigatto. Una hermosísima carta de referencia”.
Llegaron a la capital, “agarraditos de la mano, no sabíamos adonde ir. La gente fue muy buena, nos guió hasta el lugar indicado, donde teníamos que llegar.
Ahí nos encontramos con un lugar inmenso, de tres pisos, más de media manzana. Con cámaras, nos revisaron. Te imaginás lo que fue eso para nosotros!”.
Llegaron hasta el gerente de ventas. “Un hombre muy alto, delgado, de traje. Previamente me había enterado que su apellido era de origen alemán y que tenía parientes en las colonias. Imaginate con qué inocencia manejábamos todo!”. Es que Silvia le había llegado regalos especiales, buscando tocarle el corazón a quien veían como un gigante. “Compramos una bolsa de girasoles que contenía 100 unidades y mandé hacer un pan dulce casero porque se aproximaban las fiestas. Cuando nos presentamos, le comentamos el fin con que íbamos a ese lugar y nos dice, muy serio, que de ninguna manera podía darnos mercadería, sin conocernos, que sí o sí tenían que ser de contado. Recuerdo que Miguel me tomó muy fuerte de la mano, porque yo estaba a punto de llorar, me había quebrado. Yo le decía que por favor nos ayudara, que para llegar a Capital habíamos hecho mucho sacrificio. Nuevamente, nos dice que no, que no podía ser. Entonces, me puse a llorar. Me acuerdo mucho de eso. Él se levantó, apoyó su mano sobre mi hombre, y dijo que nunca lo había conmovido alguien, tanto. Entonces, yo le entrego mis regalitos. Para mi sorpresa no sabía lo que eran los girasoles. Pero no importa, estaba contento. Se le dibujó una sonrisa. Levantó su teléfono, por un interno hizo llamar a un empleado con indicación que nos condujera adonde estaba toda la mercadería para que eligiéramos lo que necesitábamos. Eso fue hermoso!”.
De ese viaje, trajeron muchísima mercadería, entregaron los cheques para el pago. “Festejamos la navidad y el año nuevo con muchísima alegría. Era, abrir tantas cajas, con tantas novedades! La gente estaba muy feliz. Ahí arrancamos un nuevo camino. Siempre, con mucho esfuerzo, mucho sacrificio”.
44 años
“En 44 años no conozco otra palabra que no sea el esfuerzo Siempre!”, dice Silvia.
¿Cómo se ha reconvertido en estos tiempos, donde ahora, apretando unas teclas se obtiene la canción que se quiere a través de la web?
“Con los años, empecé a anexar muchas cosas: tarjetería, peluches, anexos sobre todo lo referente a la música. Pero nunca nadie se imaginó que se avecinaba algo muy preocupante, y aquí sí me iba a enfrentar a la competencia más tremenda, que nunca imaginé: la llegada de la tecnología. Los MP3, el poder bajar música se transformó en algo imparable”.
Y si bien, grabar era un gran negocio, Silvia nunca cedió a traicionar sus ideales. “Yo tenía todo en mis manos para poder haber hecho esto. Pero mis convicciones siempre fueron, desde el primer día hasta hoy, que la música tenía que ser original. Aún quedándome con muy poca clientela. Los que son de fierro, que aman la música”.
“Yo siempre pienso que si hubiera más poder económico, en cada persona, a todos nos gusta tener la grabación original”.
Dice que tuvo que poner mucha más fuerza de lo que venía haciendo diariamente: “empezar a tener estrategias nuevas, para poder seguir. Estar atenta a lo que necesita el cliente. El llamar cuando llega una novedad y estoy muy segura que no se ha enterado. Y el llevar a domicilio”.
Una última anécdota respecto a esto: recordó un día que hacía mucho no veía a tal o cual persona, “un señor muy mayor. En esos días había llegado un CD de payadas, que a él tanto le gustan. Yo tenía el teléfono fijo y lo llamo. Le dije lo que había llegado. Me dijo que no lo podía buscar. Le dije que si quería, se lo podía alcanzar, (es lo que hago hasta el día de hoy). Me dijo que estaba un poquito lejos, y le respondí que no importaba. Lo que menos me imaginé es que vivía en Pasman. Así que con sus padres, y su marido, fueron hasta Pasman, a llevar a su antiguo cliente el CD de payadas. “Cuando lo encontré, le dije, ´vio que le traje su CD?´ Me dijo, ´Esperame un momentito que enseguida vuelvo´ Me regaló una docena de huevos! De esas anécdotas tengo un montón. La gente despertó en mí un hermoso sentimiento; este de poder escribir historias con cosas que me suceden con ellos. (Silvia es muy activa en las redes sociales, en Facebook, donde cálidamente cuenta diferentes vivencias y tiene muchos seguidores).
Cuarenta y cuatro años de Mapúa discos.
“Comenzó con una charla con mi amigo de la infancia, Roberto Ristagño. Él buscaba un rumbo para su vida, también. Así surgió la idea de poner una disquería”.
Sin dinero ninguno de los dos para comenzar, la empresa se inició a puro coraje.
“Desde un principio mis padres me apoyaron mucho”.
Lo primero, buscar un local. “Vinimos a galería La Sirena. Teníamos varios locales para el del rinconcito fue que ganó”. Es el que esté en el codo, a mitad de camino en el trayecto que conduce a las dos salidas, sobre calle Mitre o sobre calle Sarmiento. Un lugar especial que Silvia fue transformando en adorable.
Cita obligada en tiempo que no había la conectividad actual para todos aquellos amantes de la música que querían enterarse de las novedades. Y hoy día lo sigue siendo para quienes privilegian tener los originales de las grabaciones de sus artistas preferidos y también quienes buscan un regalo para decir cosas lindas, porque allí se encuentra una enorme variedad de tarjetería, y muñecos de peluche.
“Fue todo un desafío. Éramos muy jóvenes y sin nada de experiencia”.
Recuerda que se estaba por inaugurar el Gran Hotel Coronel Suárez -1976-, “y ésta para mí, es una de las historias de Mapúa, porque nos enteramos que habían tirado las bolsas con todos los recortes de los pisos, las buscamos y nos llevó algunos días unir cada pedacito. Como tenían rulitos, nunca nadie se dio cuenta de la cantidad de uniones que tenía el piso. Lo hicimos nosotros, con la ayuda de mis papás, de Miguel, mi esposo, que en ese tiempo éramos novios”.
Con un tocadiscos Winco, con una pequeña mesa, hicieron la vidriera. Las paredes se cubrieron de posters, “para que todo se viera más llenito”.
¿Por qué Mapúa? Quien sabe por qué Ma, pero Púa por los discos que en ese momento estaban de moda.
Un primer viaje a Bahía Blanca, “con el poco dinero que en ese momento habíamos juntado entre la familia. Sólo alcanzó para 10 discos simples y 5 LP. Era todo lo que habíamos podido juntar”.
Así se abrió Mapúa Discos, con esta limitada existencia. Que, por otra parte, se vendió enseguida.
Recuerda Silvia cómo fue la inauguración teniendo fresca la alegría que sintieron ambos propietarios en ese momento. “Invitamos a todas las autoridades, de distintas entidades. Recuerdo que fuimos a ver hasta al intendente. No faltó nadie. Amigos, muchos. La galería estaba colmada. Ahí es donde comienza el sueño tan hermoso de Mapúa, porque sentimos, inmediatamente, el apoyo. Vendimos todo esa misma noche! No era tanta la mercadería. Pero sentimos que todos querían aportar para que este comienza fuera exitoso”.
Discos simples y LP (long play), era lo que más se vendía.
“Para poder tener mercadería, era un gran sacrificio. Juntábamos pedidos de lunes a viernes, y el sábado viajaba a Bahía Blanca y en los dos lugares que podía comprar, sólo me hacían el 2% de descuento. O sea, que se me iba en pasaje. Pero el lunes ya teníamos toda la mercadería de lo que habían encargado. Y nuevamente comenzábamos a tomar pedidos. Todo eso es muy anecdótico”.
Agrega que “una de las cosas muy lindas que merece ser contada, es que todo hacía que la disquería creciera, cada día más. Entonces, había que pensar en viajar a Buenos Aires y conectarnos con una distribuidora importante que nos enteramos que había”.
En sociedad con su amor, la llegada a una gran distribuidora y un llanto desconsolado.
Por entonces, la sociedad con su amigo Roberto Ristagño “se había terminado en forma linda, porque el consiguió un muy buen empleo en el Banco Provincia”, cuenta Silvia. Miguel, su esposo, le compró la parte. Es decir, pasaron a ser socios no solamente para la vida familiar y el amor, sino también para la disquería. “Y sí –dice Silvia-, porque él desde el día uno, hasta hoy, lo que a mí me hace feliz, a él también lo pone de esa manera. Siempre apoyándome, en todo momento”, manifiesta con emoción en la voz.
Y recuerda cuando ambos viajaron a Buenos Aires muy jovencitos. “No teníamos plata para comprar mercadería. Requería que lleváramos garantías. La única que pudimos conseguir fue una carta el gerente del Banco Ganadero, en ese momento, Armando Vigatto. Una hermosísima carta de referencia”.
Llegaron a la capital, “agarraditos de la mano, no sabíamos adonde ir. La gente fue muy buena, nos guió hasta el lugar indicado, donde teníamos que llegar.
Ahí nos encontramos con un lugar inmenso, de tres pisos, más de media manzana. Con cámaras, nos revisaron. Te imaginás lo que fue eso para nosotros!”.
Llegaron hasta el gerente de ventas. “Un hombre muy alto, delgado, de traje. Previamente me había enterado que su apellido era de origen alemán y que tenía parientes en las colonias. Imaginate con qué inocencia manejábamos todo!”. Es que Silvia le había llegado regalos especiales, buscando tocarle el corazón a quien veían como un gigante. “Compramos una bolsa de girasoles que contenía 100 unidades y mandé hacer un pan dulce casero porque se aproximaban las fiestas. Cuando nos presentamos, le comentamos el fin con que íbamos a ese lugar y nos dice, muy serio, que de ninguna manera podía darnos mercadería, sin conocernos, que sí o sí tenían que ser de contado. Recuerdo que Miguel me tomó muy fuerte de la mano, porque yo estaba a punto de llorar, me había quebrado. Yo le decía que por favor nos ayudara, que para llegar a Capital habíamos hecho mucho sacrificio. Nuevamente, nos dice que no, que no podía ser. Entonces, me puse a llorar. Me acuerdo mucho de eso. Él se levantó, apoyó su mano sobre mi hombre, y dijo que nunca lo había conmovido alguien, tanto. Entonces, yo le entrego mis regalitos. Para mi sorpresa no sabía lo que eran los girasoles. Pero no importa, estaba contento. Se le dibujó una sonrisa. Levantó su teléfono, por un interno hizo llamar a un empleado con indicación que nos condujera adonde estaba toda la mercadería para que eligiéramos lo que necesitábamos. Eso fue hermoso!”.
De ese viaje, trajeron muchísima mercadería, entregaron los cheques para el pago. “Festejamos la navidad y el año nuevo con muchísima alegría. Era, abrir tantas cajas, con tantas novedades! La gente estaba muy feliz. Ahí arrancamos un nuevo camino. Siempre, con mucho esfuerzo, mucho sacrificio”.
44 años
“En 44 años no conozco otra palabra que no sea el esfuerzo Siempre!”, dice Silvia.
¿Cómo se ha reconvertido en estos tiempos, donde ahora, apretando unas teclas se obtiene la canción que se quiere a través de la web?
“Con los años, empecé a anexar muchas cosas: tarjetería, peluches, anexos sobre todo lo referente a la música. Pero nunca nadie se imaginó que se avecinaba algo muy preocupante, y aquí sí me iba a enfrentar a la competencia más tremenda, que nunca imaginé: la llegada de la tecnología. Los MP3, el poder bajar música se transformó en algo imparable”.
Y si bien, grabar era un gran negocio, Silvia nunca cedió a traicionar sus ideales. “Yo tenía todo en mis manos para poder haber hecho esto. Pero mis convicciones siempre fueron, desde el primer día hasta hoy, que la música tenía que ser original. Aún quedándome con muy poca clientela. Los que son de fierro, que aman la música”.
“Yo siempre pienso que si hubiera más poder económico, en cada persona, a todos nos gusta tener la grabación original”.
Dice que tuvo que poner mucha más fuerza de lo que venía haciendo diariamente: “empezar a tener estrategias nuevas, para poder seguir. Estar atenta a lo que necesita el cliente. El llamar cuando llega una novedad y estoy muy segura que no se ha enterado. Y el llevar a domicilio”.
Una última anécdota respecto a esto: recordó un día que hacía mucho no veía a tal o cual persona, “un señor muy mayor. En esos días había llegado un CD de payadas, que a él tanto le gustan. Yo tenía el teléfono fijo y lo llamo. Le dije lo que había llegado. Me dijo que no lo podía buscar. Le dije que si quería, se lo podía alcanzar, (es lo que hago hasta el día de hoy). Me dijo que estaba un poquito lejos, y le respondí que no importaba. Lo que menos me imaginé es que vivía en Pasman. Así que con sus padres, y su marido, fueron hasta Pasman, a llevar a su antiguo cliente el CD de payadas. “Cuando lo encontré, le dije, ´vio que le traje su CD?´ Me dijo, ´Esperame un momentito que enseguida vuelvo´ Me regaló una docena de huevos! De esas anécdotas tengo un montón. La gente despertó en mí un hermoso sentimiento; este de poder escribir historias con cosas que me suceden con ellos. (Silvia es muy activa en las redes sociales, en Facebook, donde cálidamente cuenta diferentes vivencias y tiene muchos seguidores).
Cuarenta y cuatro años de Mapúa discos.