18/05/2020COMERCIO

Bares, boliches y restaurantes, en su hora más silenciosa y oscura

La actividad nocturna se encuentra paralizada y las expectativas de reapertura son inciertas. Los restaurantes se debaten entre cerrar o salir a competir con las rotiserías, pero dudan de que puedan sobrevivir haciendo delivery. Miles de puestos de trabajo en riesgo. Bahía Blanca, Suárez, Pigüé y la región en las mismas condiciones esperando directivas nacionales.q

No lo sufrió la generación que iba a Rancho X ni los habitués de Brancaleone. Tampoco los que en los '90 empezaron a conocer la noche en las matinés de Hippodrome ni los que esperaban la doble tanda de lentos en El Cielo, o los que cada sábado cruzaban el único puente peatonal de Urquiza para llegar a Chocolate.

Ni siquiera estaba en la imaginación de los que cada fin de semana van a Relievee, los que pensaban en la reapertura de Pajas Bravas o en quienes en los últimos años invirtieron en cervecerías, que aparecieron  para reconvertir la actividad nocturna. Y mucho menos en la cabeza de centenares de empresarios gastronómicos de Bahía Blanca y la región.

Lo cierto es que, sin lugar a dudas, la noche y la gastronomía están viviendo la hora más silenciosa de su historia.

No hay tragos en la barra, ni platos circulando entre clientes que esperan ansiosos, ni música ni pintas con picadas. De hecho, ni siquiera hay certezas acerca de cuándo volverán.

“No tenemos ningún reproche que hacer a las autoridades por las medidas que se tomaron y la decisión de priorizar la salud de la gente, pero de a poco y en lugares donde haya menos contagios se debería analizar la posibilidad de volver a trabajar”, dijo a La Nueva. Marcelo Rossi, dueño de Paolo y uno de los empresarios que realiza gestiones ante el municipio.

El sector está viendo con desesperación cómo poco a poco se van flexibilizando distintas actividades, salvo el esparcimiento nocturno y la gastronomía. Y advierte: a este ritmo, se van a perder miles de puestos de trabajo en los próximos meses.

“Los bancos no ofrecen ningún tipo de préstamo ni ayudas para paliar esta situación. Es muy complejo todo. La paralización de nuestra actividad hasta complica a los taxistas, que esperan los fines de semana para hacer alguna diferencia, e incluso a las tiendas de ropa”, agregó Rossi.

El empresario enfatizó que no hay forma de que un sector comercial esté un año sin trabajar y sobreviva.

“Fuimos los primeros en cerrar las puertas, pero igual llegaron facturas de electricidad carísimas. No podemos esperar hasta que haya una vacuna para reabrir”, opinó.

Osvaldo Cattini, dueño del boliche teatro Rossini, dijo que la situación está golpeando “a todos por igual”, pero reconoció que las medidas que aplicó el gobierno “son acertadas”.

“Sabemos que vamos a ser los últimos en abrir, pero la realidad es que no sabemos cómo vamos a llegar. En medio de todo esto hay miles de puestos de trabajo que corren riesgo: desde el discjockey hasta el barman, pasando por el personal de limpieza, de seguridad y la gente que en cada apertura de un boliche cumple con alguna tarea”, agregó.

“Hay que esperar y seguir luchándola. Otra no queda”, dijo con resignación.

Graciela Daluisio, propietaria del histórico boliche Relievee, señaló que hoy lo único que tiene en claro el sector es que se debe priorizar la salud. 

“El problema es precisamente que nuestra actividad es contradictoria a las medidas de aislamiento que se necesitan, porque lo que promovemos es que la gente se reúna para pasar un buen momento. Apoyamos las medidas del gobierno sin dudar, pero la realidad es que estamos en crisis, somos uno de los rubros más golpeados y tenemos  mucha incertidumbre”, dejó en claro.

Según dijo, ella y sus colegas dan el año "por perdido”.

“Pese a eso, tenemos que pagar salarios, impuestos y en algunos casos alquileres de locales. Fuimos los primeros en cerrar el  10 de marzo y vamos a ser los últimos en abrir”, lamentó.

Fernando “Tero” Rabbione, propietario de Bronx Cervecería, dijo que el delivery no alcanza para contrarrestar el mal momento del sector.

“Cuando esta pandemia empezó estábamos dando los primeros pasos para llevar cerveza a domicilio y en las últimas semanas nos dedicamos exclusivamente a trabajar con los envíos”, dijo.

No obstante, aseguró que esa forma de trabajo sólo permite sostener los puestos de empleo del lugar y que se  va “a pérdida”. 

“Nos sirve para tratar de mantener el staff de chicos que tenemos, que en muchos casos son estudiantes -reconoció-. El problema es que no sabemos cuándo vamos a poder reabrir ni en qué condiciones, aunque muchos creemos que podría ser recién para fin de año”.

Rabbione hizo mucho hincapié en los requisitos que se exijan cuando se permita la reapertura.

“Hay que analizar los costos si una exigencia es mantener determinado distanciamiento, ya que a nuestros locales la gente viene a compartir, a hacer sociales. Si tiene que estar charlando con un vidrio de por medio, puede que sea un fracaso”, opinó.

El empresario fue tajante: “hoy todo lo que se puede percibir a futuro es malo para la actividad nocturna”.

“En Monte ni siquiera habrá Fiesta de la Primavera y la reapertura de muchos locales es algo indefinido”, dijo el también dueño de Margarita.

 

Los restaurantes, entre el cierre y la reconversión forzada

Para el sector gastronómico las alternativas que ofrece esta crisis son dos: bajar las persianas -para siempre, en algunos casos- o reconvertirse para competir con las rotiserías y casas de comida. La segunda opción resulta la más atractiva, por supuesto, pero plantea más dificultades que las que pueden advertirse a simple vista.

“En Monte Hermoso se habilitó a las rotiserías y restaurantes a trabajar como si fueran una misma cosa, con delivery o take-away (retiro por el local), pero la realidad es que no es así. Hoy un solo restaurant está haciendo delivery, y el resto está cerrado”, contó el empresario gastronómico David Quintana, dueño de El Viejo Rodeo.

Según dijo, si hoy el sector aún está en pie es porque “la pandemia llegó en marzo, tras una temporada medianamente buena”. 

“Acá estamos acostumbrados a los inviernos duros. Eso sí: en lo personal me pone bastante mal pensar en el futuro. Si esto sigue así nos va a llevar mucho tiempo recuperarnos, y eso puede ser una catástrofe para todos”, opinó.

Quintana -quien también preside el Concejo Deliberante del distrito- mostró sus dudas sobre el futuro del sector gastronómico incluso si vuelve a funcionar.

“Supongamos que volvemos con más espacio entre mesas, al 50% de la capacidad total de cada lugar. ¿Nos va a cerrar la ecuación económica? Y por otro lado, ¿habrá predisposición en la gente para entrar a un restaurante o confitería, más allá de que se implementen protocolos y distanciamiento?”, se preguntó.

El empresario Pablo Beltracchini -dueño de la clásica Confitería París, de Pigüé, junto a Lalo Sánchez- dijo que el sistema de delivery fue la mejor alternativa en medio de esta crisis, aunque está muy lejos de reportar los ingresos que esperaban de la atención personalizada.

“Cuando comenzó la cuarentena estuvimos dos semanas sin abrir, pero al instante nos dimos cuenta de que esto iba para largo. Además, teníamos mucha mercadería en stock y estaba la necesidad de seguir generando recursos porque los gastos de mantenimiento son muy grandes”, confió.

Actualmente prestan el servicio. Según dijo, está funcionando “mejor que el año anterior para esta misma fecha, de lunes a jueves”.

“Claro que el fuerte nuestro era viernes, sábado y domingo... y ahí no hay comparación posible”, lamentó.

La Confitería París reabrió hace 18 meses, tras casi un año de reformas. No era para menos: el lugar data de 1930 y necesitaba un reacondicionamiento total de sus 500 metros cuadrados. La idea era que luego volviera a funcionar como antes: todos los días de la semana y por muchas horas.

“Esto de la pandemia nos 'mató' si tomamos en cuenta la inversión importantísima que hicimos en este lugar”, reconoció Beltracchini. 

“Aún de esto que nos afecta tanto algo deberemos aprender”, se resignó.

Antes de que llegara la pandemia Ariel Reggiani era dueño del Residencial Reggiani y el Hotel CH, en Carmen de Patagones, como también de un restaurante y parrilla. Pero todo cambió hace unos dos meses.

“Fue el 16 o 18 de marzo -contó-. Nos avisaron que en cuestión de tres o cuatro horas debíamos cerrar todo por no sé cuánto tiempo. Ahí tomé la decisión. Hablamos con los cocineros y armamos un equipo para ofrecer comidas para llevar”.

En el mismo día consiguieron insumos para hacer delivery, y esa misma noche comenzaron a ofrecer sus productos “en redes sociales, grupos de whatsapp y por llamados a vecinos y amigos”. 

“El restaurante lo cerramos por una cuestión de costo, así como el hotel, y trasladamos (la preparación de las comidas) al residencial, donde no tengo que pagar alquiler. La situación no es la mejor, pero con este cambio estámos peleándola día a día”, contó.

“Los números no son los mejores, pero gracias al apoyo de la gente vamos sorteando la crisis”, enfatizó.

 

“No hay venta on-line que aguante los gastos fijos”

Mauro Dewald, propietario de Artemio Gramajo, un conocido restaurante de Coronel Suárez, dijo que trabajar con delivery y con ventas on-line no va a evitar que el rubro gastronómico siga “en jaque”.

“Nosotros hace tiempo que veníamos promocionando comidas por las redes, así que no tuvimos que arrancar de cero, pero nadie esperaba esto”, dijo.

El empresario reveló que tras el primer mes de cuarentena empezaron los problemas económicos y hoy “todos mis colegas están en la misma”. 

"La gastronomía es muy linda, pero de por sí tiene poco margen de rentabilidad. Ahora encima se cortó la dinámica de ventas diarias y eso nos perjudica -remarcó-. Se está poniendo difícil sostener el negocio, porque no hay venta on-line que aguante los gastos fijos que tenemos”. 

“Los servicios siguen corriendo, los alquileres hay que pagarlos, los sueldos también. Tratamos de adaptarnos haciendo ofertas de viandas para negocios que están trabajando en horario corrido, pero con eso no alcanza. Estamos compitiendo con las rotiserías, algo impensado hasta ahora”, añadió.

Según Dewald, él y sus colegas creen que “salir hechos (sin ganancias ni pérdidas) este año sería un golazo”.

En Suárez los empresarios gastronómicos se han unido para buscar ofertas entre los proveedores. A la par, siguen estudiando un protocolo para presentar a la municipalidad que les permita trabajar con una cantidad reducida de clientes.

“Estamos todos los días esperando que nos permitan la apertura. Sabemos que al principio será con menos gente, con extremas medidas sanitarias, pero necesitamos trabajar”, finalizó Dewald.

 

“Que los restaurantes puedan trabajar con delivery es una fantasía”

Daniel Piñón y su compañera Mariela Pedersen están al frente del tradicional Restaurante Albores, de Coronel Dorrego. Para ellos, la idea de que negocios como el suyo puedan subsistir por muchos meses haciendo venta a domicilio es “una fantasía”.

Ambos decidieron bajar las persianas de su local algunos días antes de que el presidente Alberto Fernández dispusiera el aislamiento social preventivo y obligatorio.

“Veníamos siguiendo lo que pasaba en otros lugares del mundo y, ante la decisión que iban tomando los respectivos gobiernos, resolvimos cerrar. Sabíamos que (la cuarentena) iba a suceder (en Argentina), así que lo mejor era tomar cartas en el asunto y, a su vez, generar conciencia sobre la seriedad del tema y la necesidad de que la gente se cuidara”, contó.

Tras esta determinación ofrecieron delivery durante algunos días, pero al poco tiempo desistieron.

“Que los restaurantes pueden trabajar con este servicio es una fantasía. Y no sólo acá, sino también en las grandes ciudades”, aseguró.

“En primer lugar está el aspecto económico, pero también hay que considerar que la gente pasa más tiempo en su casa y que los platos que pueden ofrecer los restaurantes no son los mismos que los de una rotisería”, subrayó.

“La gente está cuidando la plata y hay personas que, al tener más tiempo en sus hogares, cocina para el resto de la familia, algo que no podía hacer antes por su trabajo. En mi caso, por una cuestión de horarios, casi nunca podía cenar con mi hija y ahora lo estoy haciendo”, dijo.

El empresario refirió que el sector la está pasando mal en todos lados. Citó el caso de su primo, quien es dueño de un restaurante en Ribeirão Pires, en el estado de San Pablo (Brasil), con 110 mil habitantes.

“Tiene 25 empleados y tuvo que mandar a paro (despedir) a 13 de ellos; con el resto hace delivery, pero hoy apenas puede salvar los gastos”, contó.

En su caso, trabaja con dos familiares que -dijo- “comprenden la situación y la están sobrellevando con la mejor predisposición”.

“Hoy no nos queda más que esperar que pase la cuarentena pero sin desesperarnos, porque hay una cuestión de salud de por medio. La continuidad de Albores no corre peligro, salvo que se produzca alguna situación económica muy grave en el país que nos afecte a todos”, cerró.  

Fuente: La Nueva.