05/08/2020CIUDAD

Zulma Cobeaga, Ciudadana Destacada 2020. “Este reconocimiento no me lo esperaba”.

Cuenta que correteaba, cuando era niña, por los pasillos del Hospital. Que ayudaba a las monjas a limpiar los bancos de la Capilla. Relata: “me gateaba por la imagen de Jesús que está en el altar, para limpiarle el rostro”. Es que en el Hospital trabajaban su mamá y su tía, así que el lugar era como su segundo hogar.

Empezó en el Hospital como mucama, luego enfermera empírica. Fue alumna del primer curso de enfermería que dieron las religiosas del Hospital y los médicos. Y se recibió de Licenciada con el primer grupo de enfermeras que cursó estudios universitarios. En esos años, en la Universidad de Rosario, promovió la formación del Núcleo de Enfermeros Suarenses. 

Fue la propulsora, junto a un inquieto grupo de profesionales de la enfermería, de dar cursos de educación sexual, en tiempos en los que ni se hablaba de ESI. En esos cursos llamaban a las cosas por su nombre, cuestión que les trajo no pocos problemas. 

Trabajó codo a codo con el Dr. Osvaldo Azpilicueta para crear el Servicio de Neonatología Regional. Y fue dos veces candidata a Concejal, experiencia con la que, dice, aprendió muchísimo.

“Fue una cosa que no la esperaba”, expresa en torno a esta distinción, y explica: “a mí ya me han dado otros reconocimientos. Me dieron el premio ‘Ivonne Trilla de Leschot’, me han hecho notas, yo creía que ya estaba lo mío. Y, sin embargo, me sorprendió terriblemente”.

Entre quienes la llamaron el martes por la mañana, inmediatamente se dio a conocer la noticia, el Dr. Osvaldo Azpilicueta, con quien se quieren mucho, un afecto gestado con años de trabajo compartido, con todos los momentos vividos en la Neo. 

“Me dijo de todo, con malas palabras, como nos hablábamos siempre. Y me dijo que, por mi culpa, lloró cuando escuchó la noticia. Se acordaba de todo, cuando nosotros poníamos los sueritos en la cabeza de los bebés, y les poníamos yeso para que no se moviera”.

“Me crie en el Hospital. Corrí por sus pasillos. Unos recuerdos llenos de ternura tengo del Hospital. Empecé como mucama y entré a hacer enfermería antes de estudiar. Éramos empíricas. Las enfermeras antes no tenían título. Unas enfermeras de aquéllas, como Elsa Núñez, antes, no tenían título. Yo, después, hice el primer curso que se llevó a cabo en Suárez, de auxiliar de Enfermería. Después hice otro curso, que era la carrera articulada, empezamos como auxiliar y terminabas siendo enfermera. Y después hice la Licenciatura, a los 50 años. La hicimos en la Universidad de Rosario. Íbamos a rendir a Bahía, pero a veces no podíamos estar cuando iban a las profesoras, porque no llegábamos, no teníamos plata. Entonces rendíamos en Buenos Aires. Nos costó mucho. A mí me quedaba una materia y terminé yendo a Rosario a rendir. ¡Gracias a eso conocí el Monumento a la Bandera!”.

Sobre el acompañamiento que realizó al Dr. Osvaldo Azpilicueta para la creación del Servicio de Neonatología, dice que “nos costó un montón hacer la nota de pedido. Tuvimos que comprar cunitas, servo cunas, aparatología. El Dr. Azpilicueta se iba a Bahía Blanca a aprender. Era tanto el entusiasmo y lo que le gustaba que se iba a Bahía a ver cómo les ponían las sondas nasogástricas a los bebés, regresaba y conmigo poníamos las sondas. Me acuerdo de la primera sonda que yo puse, creía que el chiquito se iba a ahogar. Me daba muchísimo miedo. Igual lo sueros. Nosotros poníamos en la cabeza de los bebés los sueros y nos daba tanto trabajo que para que no se saliera lo pegábamos con yeso. Hoy hablé con Osvaldo y se acordaba de todo eso”.

Muchas anécdotas, en el desarrollo de su profesión, “de las buenas y de las malas, que son inolvidables”.

Agradece el acompañamiento de su marido, Félix: “nunca decía nada, jamás dijo nada. Se hacía cargo de los chicos, los bañaba, los ayudaba a vestirse, les planchaba los guardapolvos para la escuela. Porque yo estaba trabajando. En esa época dejábamos todo y nos íbamos”. 

Se acuerda una vez que estaba cocinando en su casa y vino una de las monjas a buscarla porque había una urgencia. Mientras Zulma se cambiaba la religiosa le terminaba de freír las milanesas.

En su jubilación hicieron una despedida muy especial, que se usa para las enfermeras muy comprometidas con su tarea, cuando pasaban a retiro: fue paseada por la manzana en una ambulancia. 

Zulma tiene muy presente ese día: “salieron todos afuera, lloraban, me subieron en la ambulancia. Yo tenía ganas de jubilarme porque estaba muy cansada, pero cuando llegó el momento no me quería jubilar”.

“Estoy contenta de haber hecho todo lo que hice. Cualquier cosa que a mí se me cruzó y creí que lo tenía que hacer lo hice. Salga pato o gallareta. No me arrepiento de nada, absolutamente”.

Zulma Cobeaga, enfermera de alma. Ciudadana Destacada 2020. El corazón se inflama de alegría en todas las personas que la quieren mucho y que han visto toda su tarea.