15/08/2022CIUDAD

Un buen hombre, un incansable trabajador, un pertinaz pescador

José Morante tiene 71 años, desde los 17 años que es pescador. Se lo puede ver, frente a la Escuela Agropecuaria haciendo lo que se denomina casting,  practicando para lanzar bien lejos el anzuelo con la carnada. 

De chico iba a pescar al arroyo Sauce Corto, en el puente Crocci. Ahí tenía a sus primos, cuenta, cuyos padres trabajaban en el campo del lugar. Eso fue al principio. Después, tiene historias en el puente Piñeiyo con los Schilereff. A dedo iban cuenta, “cuando estaba limpito”. 

¿Por qué pesca?¿Qué siente? “Es, una aventura –explica- estar toda la noche en la costa del arroyo, sin luz o con los farolitos Bram Metal que todavía tiene Furland, esos que funcionan a mecha. Era, una aventura de muchachos”, dice José. En vez de ir al baile de los carnavales, iban a pescar. Cada fin de semana, al arroyo. “Croteando”, dice, usando el apodo que tiene, porque muchos le dicen el Crotito Morante. La comida: huevo duro y berro del arroyo. “Llevabamos sal y vinagre, como una salmuerita”, explica. 

¿Ha llegado a pescar en cantidad? Le pregunto. “No –dice- hasta para eso, fui tronco. Todos pescaban medias bolsas, yo: 10, 9 peces. No sé por qué mi vida es así, todo chiquito, poquito. Y los torneos, 2do, 3ero, y no gané ni un torneo. Primero, nunca. He ganado la pieza mayor, de 2do para atrás”. Es más, hasta los amigos lo cargan. Cuando obtuvo uno de esos premios, cuando regresaban le decían: “Uy! Nos olvidamos el premio de Morante”, recuerda riéndose como lo peleaban, amistosamente, sus amigos. 

Treinta y siete años de concurrencia a la pesca de la corvina negra. Empezó con dos de sus mejores amigos: Omar Rodríguez y José Augusto Schileref. El primer viaje, “¡Qué locura por Dios!”, dice José Morante, se fue a Mar del Plata a pescar a un concurso.  Fue en la Ford A, cuando una de sus nenas tenía unos meses.  

Claro, José es conocido por su bonhomía, pero también por su Ford A del año  1931. Circula, según la medición realizada en la última Fiesta de La Corvina Negra, a 24 kms por hora. Imposible, en las rutas argentinas actuales. O por lo menos, debiera tener un gran cartel de advertencia para los otros vehículos que circulan a gran velocidad. 

Pero José y su Ford A son identitarios de esta gran fiesta anual para los pescadores: la radio de Tres Arroyos, lo recibe cada año, indicando que la fiesta comienza, cuando llega José Morante. 

Este año, fue con su hija Gloria, “la que maneja”, dice y agrega: “Yo no quería ir más. Después fueron todos los chicos. Tardó en llegar como 12 horas o más. 

José Morante, perdió, como mucha gente, con el COVID, a su compañera de toda la vida. La sigue llamando cariñosamente, “la gorda”, madre de sus hijos,  amiga y compañera en estas aventuras. Debe haber sido muy emocionante, en esta última edición, tras la pandemia, volver a hacer Las 24 horas de la Corvina Negra, sin su señora, pero acompañado de sus hijos. “De todos los chicos aclara, y la viven”, dice, “La vivimos, todos los chicos y los 8 nietos. No quería ir más y me llevaron. Yo no quería ir más”. 

Lo que le fue enseñando a sus hijos con todas estas cosas: “Hice lo que pude… es todo bravo, mi vida no fue fácil, no fue de rosa. Lo que hice, no encuentro explicaciones. Locuras era lo que hacía, con nada. Y los chicos lo aceptaron. Hasta el día de hoy van”.

Quería ser mecánico, fue trabajador municipal;  incansable trabajador; socializaba, charlaba con quienes pasaban por donde estaba haciendo su labor y no dejaba de trabajar, bordear, barrer. No entraba a jugar en casa Segui, “a lo de Ruben”, dice José, refiriéndose a Rubén uno de los que fuera propietario de la casa de Lotería; entraba a calentarse las manos, para soportar el frío”.

José Morante dice en el final de la entrevista: “Yo siempre dije que era un empleado del pueblo; al contribuyente hay que hacerle las cosas”, dice, explicando con sencillez, las razones de su dedicación a la labora que realizaba dentro de la Municipalidad. Explicándose a sí mismo, la conducta intachable que tiene frente a la vida.