02/03/2018CIUDAD

Personajes. Elsa Bogliano, ex Directora del Hogar de Ancianos Domingo Goñi.

Fue una vanguardista en la atención de la tercera edad, ganando derechos para los abuelos que entonces ni se pensaban.

Sorprende verla, más bajita de estatura, más pequeña en su contextura física, pero con la fuerza, la alegría y la convicción de siempre.

Con la misma energía que puso a los 29 años, cuando comenzó a dirigir el Hogar de Ancianos Domingo Goñi, una institución que tenía prestigio ya entonces en la atención de la gente de la tercera edad, pero con porte de seria, adusta.

Elsa Bogliano provocó una revolución, fue un soplo de aire fresco, renovador, que enseñó a todos sobre los derechos que tenían los abuelos. Lo que hoy se puede observar como conquista ganada por los adultos mayores era, por esos años, una propuesta de vanguardia bajo la dirección de Elsa Bogliano.

Que el Hogar tenía que contar con una nutricionista, para asegurar a los abuelos una dieta equilibrada, acorde a los requerimientos de sus organismos y las patologías que tuvieran; también contar con una asistente social para promover el contacto con las familias y asegurar que nos les faltara nada de lo que necesitaran.

Promovió la realización de actividades, para que los abuelos no estuvieran aburridos, durmiéndose en los sillones del Hogar; así se gestaron propuestas terapéuticas, de entretenimiento, socialización y ocupación del tiempo libre, indicando que no hay edad para nuevos aprendizajes.

Elsa Bogliano fue una valiosa Directora para el Hogar Domingo Goñi que, en la mañana del jueves, en el marco del 70° aniversario de la institución, llegó a la ciudad, desde Chile, donde vive actualmente, para compartir esta celebración.

“La verdad es que simplemente lo que hice fue tratar que se reconozca que los viejos seguimos siendo persona –ahora yo estoy del otro lado del escritorio- y me doy cuenta que todavía falta mucho. Aparte, lo que siempre decimos aquí, ‘a ser viejo se aprende de joven’. La gente joven que se acuerde que va a ser vieja. Que cultive su mente, que cultive su espíritu, que traten de tener hobbies, amigos, actividades. Así se llega a viejo feliz” sostuvo Elsa al reencontrarse con el equipo de La Nueva Radio Suárez.

Algunas anécdotas: “cuando llegó Ana La Gorda, era un ser humano maravilloso. Con un retraso madurativo, había vivido en hogares desde que nació. Nunca había tenido una casa y no tenía partida de nacimiento. Fuimos a sacar la partida de nacimiento de Ana y había que inventarle una fecha de nacimiento. Así que Ana nació el 21 de septiembre, no sabemos de qué año. Y una vez Ana me preguntó: ‘señora, ¿a usted le parece que esto es el paraíso?’. ¡Con eso estuve pagada por todos los años en que tuve que pelearme con intendentes, con interventores, con alguna gente del personal, con algunos cuantos familiares de los abuelos! Con eso estuve todo pagada: ¡una persona que creía que aquí, en el Hogar, estaba en el paraíso!”.

Elsa hizo orgullosamente visible el Hogar cuando empezó a incorporar en los desfiles del 6 de agosto a los abuelos (a pesar de los rezongos del Dr. Brighenti, porque muchos abuelos aparecían con resfríos posteriores).

“También tuvimos gente como el Pastor Truenow –que en el acto del jueves recibió uno de los reconocimientos que se entregaron y contó una anécdota-; a la parte del gobierno no le gustaba nada que yo metiera gente; primero voluntarios que de a poquito íbamos consiguiendo una designación, al principio a regañadientes, pero que le cambiaron la cara al Hogar. Haber tenido un profesor de carpintería, una profesora de tejido; una de cerámica (Haydeé Klein, quien merece una mención especial por su labor en el taller que llevaba a cabo cada semana en el quincho, con producciones increíbles de la mano de los abuelos y abuelas que participaban), y realmente es parte de mi vida el Hogar, los quiero mucho a todos”.

Agrega Elsa Bogliano que “aprendí mucho más, recibí mucho más de lo que yo puedo haber dado. Entré con menos de 30 años y me fui con poco más de 40. En total catorce años. Una época muy linda de la vida, en la que hay que criar a los chicos, consolidar un montón de cosas. Y yo tenía dos grandes amores: uno los viejos y otra la educación. Tratamos de aprender de nuestros viejos todo lo que se pudo.

Hubo una experiencia que no duró mucho, pero que fue muy buena: traer a los chicos del Hogar, que entonces se llamaba el Preventorio, a que vinieran a escuchar cuentos de los viejitos. Fue una experiencia realmente”.

Hubo también algunas experiencias terribles: “conseguimos contactarnos con la familia de uno de nuestros viejitos residentes. Cuando vino la hija a visitarlo, la noche anterior, había muerto. Fue una de esas cosas donde la vida nos enseñó que no hay que esperar a mañana para decir ‘Te quiero’, a decir ‘Estoy bien con vos’, ‘Perdoname’, ‘Te perdono’. Hay muchas cosas que se aprenden viendo a los viejos. Y otra cosa que aprendí es que la muerte puede ser hermosa. Yo he visto aquí morir personas, muchas. Los que habían sido gente feliz morían con una paz maravillosa. Por eso no hay que perder el tiempo, la vida es cortita. Hay que ser muy feliz, porque estamos en paso. Y hay que amigarse con la muerte, se vive mucho mejor”.

¡Increíble Elsa! A quien quiera escucharla, sigue todavía dejando enseñanzas. Aún en una breve visita por Coronel Suárez, como una ráfaga, para estar presente en el Hogar Domingo Goñi, el lugar que fue su segunda casa por 14 valiosos años.
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