07/06/2022CIUDAD

Lothar Hermann: el intenso camino de su familia para la valorización de su lucha y para que tenga el justo lugar en la historia

Vivió en Coronel Suárez por alrededor de 20 años, entre 1954 y 1974, cuando finalmente fallece. Su tumba en el Cementerio Municipal fue por mucho tiempo un lugar profanado, sin identidad. Por años no tuvo el justo reconocimiento en la acción que desplegó para que el criminal nazi Adolf Eichmann fuera llevado ante los tribunales israelíes y juzgado. Sufrió persecuciones, aprietes, por seguridad debió enviar a su hija Silvia a Estados Unidos. Ahora, en un proceso de reparación, el nombre de Lothar Hermann está en el lugar que le corresponde, con los homenajes que la memoria histórica le debía.

Lothar Hermann, desde el año 1954, venía denunciando que Adolf Eichmann, quien había ingresado al país con el nombre de Ricardo Klement –pero quien no tenía ningún problema en usar su verdadero nombre, dando cuenta de la seguridad o la protección con la que se manejaba y sentía-, vivía en la calle Chacabuco al 4261 del barrio de Olivos, partido de Vicente López. A pocas cuadras de donde vivía una de las víctimas del criminal nazi, con su esposa y su hija Silvia. 

Hermann había nacido en el año 1901 en un pueblo de Alemania, Quirnbach, en una familia compuesta por 11 hijos. Ya en su pueblo natal se ocupaba de tramitar jubilaciones y pensiones, lo que aquí conocemos como gestoría, labor que siguió desempeñando en Argentina. Tenía 34 años cuando fue arrestado por la policía secreta del nazismo. Vivió las torturas en el campo de concentración de Dachau durante varios años, hasta que negoció su libertad a cambio de entregar todas sus propiedades, pudiendo escapar de ese infierno –que se llevó a sus padres y a varios de sus hermanos-, en el año 1938. 

Cuando descubrió que Eichmann –quien ideó la denominada Solución Final para el pueblo judío, que implicó la muerte en campos de concentración y en cámaras de gas para millones de personas- vivía en Argentina, y pudo dar datos sobre su paradero exacto, Lothar Hermann comenzó a enviar cartas a la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), a la Embajada de Israel y al Gobierno de ese país. 

Recién en 1960 se concreta la captura de Eichmann, bajo un operativo realizado por el Mossad, el servicio de seguridad israelí, llevándolo a ese país para su enjuiciamiento. Fue declarado culpable y sentenciado a morir en la horca, lo que se cumplió en la medianoche entre el 31 de mayo y el 1ero de junio de 1962. Las autoridades judías cremaron sus restos y esparcieron sus cenizas en el mar, más allá de las aguas limítrofes de Israel. 

Fue la familia de Lothar Hermann, específicamente su sobrina nieta Liliana Hermann y su compañero Ariel Mereles, quienes hicieron un minucioso trabajo de búsqueda de identidad primero, y de verdad y justicia después, para poner en la historia el nombre del tío abuelo de Liliana, valorizando su aporte para la captura de Eichmann.  

Para ello hubo que deconstruir un relato inventado: no es cierto que Simón Wiesenthal –investigador y cazanazis- haya tenido algo que ver con la captura de Eichmann. El dato fundamental que dio con su paradero lo aportó Lothar Hermann. Y su perseverancia e insistencia son los que determinaron que el gobierno de Israel concretara su captura. 

“Estoy muy contenta” dijo Liliana Hermann, en entrevista exclusiva con La Nueva Radio Suárez, el día viernes. Porque “la casa donde se escribieron las cartas que sellaron el destino del criminal nazi ahora tiene una placa que reconoce su labor. Mi tío ahí escribió e hizo todas las denuncias, para que este criminal sea juzgado”, explica Liliana. 

Escribió cartas a Fritz Bauer (fiscal federal de la Alemania democrática, que contribuyó al enjuiciamiento de nazis), a Tuviah Friedman, al Estado de Israel, “con todas las denuncias, diciendo ‘señores, aquí está Eichmann, vengan a detenerlo’”. Comienza a denunciar “a mediados del 1950”, relata la mujer. 

“Comienza oficialmente en 1954 a denunciar a las organizaciones judías en Buenos Aires, DAIA, principalmente, la presencia de Eichmann en Argentina. Las denuncias, al principio, no tuvieron repercusión y, obviamente, Argentina era un terreno hostil en ese momento con todo lo que venía. Realmente era muy complicado hacer una denuncia de este tipo”, dice Ariel Mereles. 

“En 1959, Tuviah Friedman, el Director del Centro de Documentación de Israel –que se ocupaba de registrar documentos sobre los crímenes de guerra nazis-, envía una solicitada a través de un diario diciendo que había una recompensa por todo dato concreto sobre el criminal nazi en la Argentina. Y Lothar vuelve a escribirle, a la semana de esta solicitada. Lo había hecho en el año 1957, con Fritz Bauer, quien había emitido un orden de detención contra Eichmann. Pero el gobierno alemán, ¿qué iba a hacer?, si todos los funcionarios del gobierno alemán eran nazis. De hecho, la mano derecha de Adenauer, que en ese momento era Primer Ministro, era quien había sido el asesor de las leyes raciales de Núremberg, la base legal que tuvieron los nazis para la persecución al pueblo judío”, apunta Ariel Mereles. 

Ambos analizan que todo fue y es “un poco raro, lo que a nosotros nos hace ruido en la parte histórica. Si hubo una búsqueda de nazis o no, porque estaban ahí y no los buscaban. Nadie quería hacer nada en ese momento. Israel era un país muy joven. Nadie quería hablar de lo sucedido en la guerra”. 

Capturado Eichmann, y puestos los ojos del mundo en el juicio, analizan Mereles y Liliana Hermann que lo que sucedió con este juicio “es un antes y un después. Plantea los delitos de lesa humanidad desde otra forma. Y el mundo empieza a conocer lo que pasó en los campos de concentración”.  

El primer reconocimiento oficial para la labor realizada, por Lothar Hermann, marcando dónde estaba viviendo Eichmann, vino en el año 1972, de la mano de la dama de hierro del gobierno de Israel: su primera ministra Golda Meir, quien realizó un reconocimiento público a la labor de Lothar. Pero después todo se perdió otra vez en la nebulosa de los tiempos.  

Fue esta sobrina nieta de Lothar quien puso en evidencia la historia, logrando que la Embajada de Israel, la DAIA, el gobierno de Alemania, en la ciudad natal de Lothar y en otros lugares, aparezca el nombre de quien insistió ante quien correspondía en ese momento, informando dónde estaba viviendo el criminal nazi. 

A la pregunta de cómo se desató la búsqueda de esta reconstrucción histórica, Liliana Hermann dice que “por un lado, va mi historia de búsqueda y, por otro lado, recuperar la historia de Lothar. Yo quería conocer quién era mi familia. Quien para mí era mi abuelo era la persona que lo crio a mi papá”. Recuerda que, ya de grande, su papá le contó que, en realidad, “su verdadero padre era alemán y que lo había abandonado al año. Se separó de mi abuela y de su hijo, mi papá. Yo me enteré de eso cuando tenía veinte y pico de años. Comencé a buscar yo, y también mi hermano”. 

Ahí sobreviene un hecho que despierta la curiosidad de ambos: “Mi hermano comenzó a tramitar la ciudadanía alemana, solicitando la partida de defunción de mi abuelo al pueblo Quirnbach, le envían el sobre con la partida de nacimiento de mi abuelo y la partida de nacimiento de Lothar. Cuando mi hermano va a la Embajada hace la tramitación de sus papeles, una secretaria le entrega una carpeta que decía Lothar Hermann”. Cuando el hermano de Liliana estaba mirándola la secretaria le pide disculpas, le quita la carpeta, diciendo que es una confusión, que eso es confidencial. “Mi hermano, en 40 días, obtiene la ciudadanía alemana, vía diplomática”. Ahí “me comienzo a preguntar quién era Lothar y qué hizo. Ahí comienzo a buscar”. 

Fue una larga búsqueda y una larga reconstrucción histórica, poniendo el nombre de Lothar Hermann en el lugar que corresponde.