16/08/2022CIUDAD

La historia de un hombre buenazo, un tipo gigante

Su nombre es Pascual Carlos Alberto Barone, o Beto, como lo conocen todos. Tiene 84 años. “Mi nombre viene de los amigos, cuando jugábamos siendo chicos, de Alberto, me quedó Beto”, dice. Pascual por su abuelo paterno, Carlos por su papá. Y Alberto le gustaba a la mamá. “Esa moda de los italianos de poner los nombres de los abuelos”, relexiona con una mezcla de nostalgia y cariño Beto. 

Hizo muchos trabajos. Su padre, de joven, era vendedor de vino. Tenía una bodega. ‘Vinos Barone’ decía un vehículo de reparto, en cuyo frente, en una foto, está un joven Beto Barone, acompañado de los amigos que trabajaban con él. El vino venía en tren, en barriles, descargaban los barriles, y en la casa tenía una fraccionadora muy bien instalada, con piletas de elevación, filtros, otras piletas de conservación y maduración del vino. Él tenía su propia marca, comprando el vino a los bodegueros en Mendoza, nos cuenta su hijo, indicando que dio trabajo a mucha gente, durante muchos años.  

Beto trabajó en ese reparto. Primero el reparto era con un carro tirado por caballos. En las vacaciones, su locura era trabajar en la bodega, y hacer el reparto con los caballos. Se acuerda, cuando un día se les desbocaron los animales, en el barrio de Villa Belgrano, y un paisano, los paró con el poncho. Tendría, en ese momento, unos 12, 13 años y el más chico, Mario, tendría unos 5. Agradece, acordándose la inteligencia de él y su hermano, no haberse tirado de los caballos. “Mi padre fue el primer bodeguero que en Coronel Suárez instaló un fraccionamiento de vino con marca propia”. Tenía los vinos Sauce Corto, Cortesía y el vino Barone. Cortesía, por el apellido Cortese, la madre de Carlos Barone, el padre de Beto. 

Cuando su hijo viajó a Alemania, hace unos años, Beto le pidió que no dejara de pasar por la avenida, que le relataba su padre, donde está la puerta que fue la base de la división de Berlín, la puerta de Edimburgo. “Cuando llegó mi hijo y me contó, sentí una gran emoción, recordando a mi viejo, él me hablaba de ese lugar, de esa avenida”. 

Todo el mundo sabe que Beto Barone fue gerente de la Sociedad Rural, que fue secretario de Gobierno de Julio Lovecchio y de Pedro Tenti. Lo que no muchos saben, es que siendo joven, fue bolsero. El recuerdo, dice, se lo trajo su hijo. Con el camión, que al principio repartían vino, cuando su padre estaba enfermo, por necesidad, salían con los compañeros a recolectar bolsas de rastrojo en el campo. “Para ganar un peso más, entre mi hermano  y yo, levantábamos las bolsas de rastrojo, las cargábamos al camión y salíamos para traerlas a la estación, ahí las descargábamos”. Me cuenta que lo quisieron afiliar al Sindicato de Estibadores. Panello, su histórico dirigente, fue quien lo quiso afiliar.  

Eso, dice, lo hacía en las vacaciones. En el invierno, estudiaba. Fue alumno del Colegio Nacional. Siempre regresó a su querido colegio, en cada aniversario. Recuerda que ingresó a ese establecimiento secundario con 11 años, porque se había adelantado un año en la primaria.

Julio Lovecchio, dice, lo ayudó mucho como estudiante en aquella época. Porque había momentos en que las cosas, iban mal y otras bien”… recuerda. Había heredado de su padre, la resiliencia dice. Su padre había estado 4 años bajo bandera: “Tenía heridas de guerra. No contaba lo que había pasado, porque quería olvidar. Pero tenía la fuerza del guerrero. Así afrontaba los problemas, poniéndole el pecho a las balas. Eso, lo heredamos los hijos”, dice Beto, indicando que todos estudiaron, se recibieron, cuenta con lógico y sencillo orgullo, nombrando a una familia de 4 hijos. Beto, si bien no terminó la carrera administrativa-comercial que empezó, porque tenía que trabajar, sostenerse, el nivel de estudio al que llegó le sirvió posteriormente para su vida, aún en un Coronel Suárez que presentaba escasas oportunidades de trabajo.  

Empezó a prestar atención a los llamados a concurso que aparecían en El Imparcial. Se presentó al concurso de tesorero de la Escuela Técnica. “Caí bien y gané el concurso. Era la tesorería de la Escuela Industrial. Recuerda que era el año 1962, Ministro de Economía Álvaro Alsogaray, el de ´Hay que pasar el Invierno’ y ‘Hay que ajustarse el cinturón’. “¿Quien paga los platos rotos?”, se pregunta en su relato Beto: y la respuesta: el trabajador; los docentes, pasaron todo el invierno sin cobrar. “Una gran efervescencia. Teníamos la cuenta del lechero, el panadero, la de Kohen” –nombra Beto-, entonces aceptaron el empréstito 9 de Julio, bonos que entregaba el estado en ese momento, para saldar sus deudas. 

Después, se presentó a un concurso como contador municipal.  Con el buen concepto que había obtenido de la Escuela Industrial y la carta de recomendación del secretario Martín y el director Sosa, se presentó y ganó el examen. Allí ingresó a trabajar a la planta estable de la Municipalidad. Pero no fue fácil, sujeto a los vaivenes de los cambios políticos. Una vez un comisionado, lo mandó a trabajar a alumbrado público. Ese cambio, duró por unas horas. Vio salir al contador, poniéndose el saco cuando se enteró que lo cambiaban de lugar de trabajo, camino a la oficina del intendente. “Al rato, me llama y me dicen:´¡Vuelva a la oficina de contaduría!´. Se ligó un reto de Bellisomi, quien le dijo: “Usted rindió examen, en un concurso público, no lo pueden cambiar”. Dice que fue una linda época de camaradería, compañerismo, “en todos los lugares donde estuve hice amigos”. 

Beto Barone fue además, docente en los colegios San José y Estrada en materias referidas a administración. Hace unos días, recibió una foto de una ex alumna, Gloria Sol, pupila del San José, donde se ve a todas las alumnas y a su docente, Beto Barone. Es que esa alumna se encontró con un hijo de Beto en Buenos Aires, y le envió luego la foto que conservaba de su época de estudiante. Dice Beto Barone, que “lo más lindo es luego, ver la trayectoria de los que han sido mis alumnos. Tengo alumnos, los que me invitan a los asados, he ido a sus fiestas. En otras, me he encontrado con algunos de ellos, que me recuerdan que nos los he tratado bien” dice riéndose recordando a los que había mandado a examen, por ejemplo, si te encontraba copiando.  Esta es una anécdota que comparte con uno de sus alumnos, Carlín Schwab, de quien su profesor –Beto- habla maravillas. Lo encontró a la vuelta de la vida, y Carlín le enseñó a jugar al Newcom, en los Adultos Mayores.

Claro, porque participó en actividades de los Adultos Mayores, jugó al vóley adaptado, Newcom, y salió elegido uno de estos años, Mejor Compañero. “No lo merecía”, dice Beto, dando cuenta de su humildad permanente. 

Fue Secretario de Gobierno de Julio Lovecchio, no porque le haya interesado sino porque le debía un favor. Es que en época militar, en una ocasión, cuando estaba en un café con los amigos, estaba sin documentos. Terminó en la comisaría, en una celda. Fue Lovecchio quien intercedió para que lo dejaran libre. ¿Por algo tan inocente como no tener consigo el documento? La verdad, no. Es que Barone había defendido de una injusticia a un trabajador municipal.

Fue secretario de Gobierno también de Pedro Tenti. Y gerente de la Sociedad Rural de Coronel Suárez, la labor que tal vez, todos recuerdan. Casi 30 años como gerente de la entidad ruralista. No quiere que me olvide de agradecer en su nombre, a Emilia Dejean, Roberto Olmedo, Vicky Prediger; y Juan Carlos Schmidt, que trabajaron mucho con él en la Sociedad Rural.

Beto Barone, una persona espectacular, buenaza, sencilla, trabajador (tanto trabajo que parece que tiene más que los 84 años que lleva consigo). Con Noelia, su esposa, constituyeron una familia con 2 hijos y una nieta, que es dice, “una maravilla”, mientras la sonrisa le llega hasta los ojos inundados de amor por esta recién llegada a la familia.