15/11/2018CIUDAD

Integrantes de la Fazenda de la Esperanza de Carhué visitaron Coronel Suárez.

“En la Fazenda pude hacer el proceso de entender desde la religión y la fe que así como era, y con lo que había hecho o no había hecho, era valioso, que Dios me amaba”, dijeron.

En varias oportunidades han estado en la ciudad brindando charlas a diferentes públicos. También cuentan con un grupo de personas, muchos de ellos padres de personas que han estado en recuperación, que trabajan en pos de la difusión de la prevención de adicciones y en apoyo a la Fazenda.

Estuvieron Bernardo, el actual Director, Javier y Matías. En el principio de la entrevista Bernardo indicó que la charla, que brindaron el miércoles en el Concejo Deliberante, estaba destinada a la prevención para jóvenes del nivel secundario, en relación a los riesgos de hacer en alguna adicción. “Nosotros estamos en recuperación y sabemos lo que significa caer duro y feo en la droga”.

Sobre la actividad que desarrollan en la Fazenda expresó que “es un lugar en el cual tenemos actividades de granja y algunas otras como carpintería, dulcería, etc. Un espacio en el cual las personas que quieren hacer un cambio de vida y salir de los problemas que tienen, tanto de depresión como algún tipo de adicción, encuentran el espacio para hacerlo; trabajando, conectándose de vuelta con los valores fundamentales de la vida, lo trascendente, Dios, su relación con los demás, con uno mismo, y una convivencia. En un espacio de libertad, de puertas abiertas, los jóvenes y adultos que quieren hacer un cambio de vida lo pueden hacer ahí”.

La Fazenda de Carhué es para varones. En Argentina hay 12 Fazendas, de las cuales 3 son de mujeres. Una está en Corrientes, otra en la provincia de Córdoba y la otra cerca de la ciudad de Santa Fe.

Bernardo contó su historia: “llego a la Fazenda sin querer, porque si hubiera sido por mí no hubiera buscado ayuda, aunque estuviera necesitándola, por las adicciones que tenía en ese momento. Tengo 44 años, en ese momento tenía 40 años. No sabía ni encontraba ninguna alternativa que me cerrara para mí, para hacer el proceso de recuperación. Por una cuestión de curiosidad llegué a la Fazenda, me gustó la propuesta, a los meses que la conocía, que yo ya no consumía –fue una decisión con voluntad y libertad- pude entrar ahí y empezar mi proceso. Tuve 6 años, antes de eso, de consumo de cocaína, fuertemente, que tampoco ni sabía ni el por qué. No había hecho la conexión de mi historia y el por qué de mi adicción. Dentro de la Fazenda pude hacer ese proceso, ese viaje interior, de rastrear la caja negra del avión, una vez que cayó, para ver por qué había empezado todo el problema”.

Cuenta que “se remonta a cuándo era niño, cuando tenía 8, 9 años. Tuve un momento en el cual algo marcó mi vida, que fue una situación que vivía de bullying. Nunca lo pude razonar, hasta que no pude hacer este proceso. A esa edad sufrí bullying con mis amigos, en el barrio. Lo que hace el proceso eso es que uno sienta que no servís para nada, no te podes integrar porque sos rechazado por los demás. En todos los casos hay un origen que tiene que ver con una carencia de amor, algún trauma sufrido que puede tener muchas características. Un abuso, no sentirte amado por tus padres, que tus padres se separen, la culpa que podes acarrear a partir de eso, una pérdida, una enfermedad, un defecto físico que no te bancas, en mi caso fue el maltrato de mis pares. Yo traté durante mi vida de tapar o de encontrar aceptación en otras cosas exteriores, como muchas actividades, mucho trabajo, mucho estudio, para compensar el poco amor que yo me tenía. Ese mecanismo, en mi caso, me hizo adicto a diferentes cosas. La actividad es buena, trabajar y estudiar no es malo, pero hacerlo en exceso sí. Llegué a la droga más grande, compensaba ese vacío que había quedado. Hoy lo puedo contar y decir. En la Fazenda pude hacer ese proceso y lo primero que me pasó a mí fue entender desde la religión y la fe que así como era, y con lo que había hecho o no había hecho, era valioso. Que Dios me amaba, me perdonaba por todas las macanas que me mandé y me daba la oportunidad hoy de ser un hombre nuevo. Ese es el proceso que hacemos todos: parte del lugar de encontrar esa carencia que se dio para que cualquier porquería que está dando vuelta, que te hace olvidar por un ratito el problema que tenes, lo hayas tomado para eso, para olvidar, y algún momento te atrapó, desde la sustancia, el juego u otras cosas. Ese fue mi proceso. Pero es similar en todos: encontrar el dónde y el por qué para curarlo, con el perdón, la reparación si se puede, para desde ahora empezar a ser alguien nuevo. Porque la capacidad de amar la tenes y no es excusa lo que te pasó para no amar hoy y en adelante”.

Javier deja también su testimonio: “soy de la ciudad de Bahía Blanca, hace tres meses que estoy. Llegue a la Fazenda por compañeras de trabajo que me lo recomendaron y por algún otro chico. Hice contacto con un muchacho que se recuperó y por teléfono me terminó de convencer al decirme que había estado en seis lugares y después de 30 y pico años de consumo el único lugar en el que se había recuperado había sido en la Fazenda”.

Cuenta que va muy bien en su proceso: “vine con la idea de hacer tres, cuatro meses. Es un año el tratamiento. El domingo recibí mi primera visita, porque son tres meses de desapego, enviándose mensajes por Whatsapp. Ahora decidí quedarme tres meses más. Vamos de a pasos cortos”.

Matías, que está a tres días de terminar su tratamiento, dice que “después de un año de mucho esfuerzo, mucho dolor y mucho trabajo tengo una nueva posibilidad de reanudar mi vida y con mucha esperanza. Llegué con una situación extrema, de consumo excesivo. Llegué a través de mi hermana, que es terapista ocupacional y está en el ámbito de la salud. Yo la verdad que no conocía el lugar. A través de ella llegué”.

Dice que el proceso “es muy doloroso, es una mezcla de cosas. Pasamos mucho dolor, mucha angustia, pero también mucha alegría. Somos en este momento 18 personas, todos con el mismo problema, todos ayudándonos entre nosotros, y la verdad es que es un tipo de terapia. Hay muchas, a mí me sirvió esta”.

Para chicos y padres dejó un mensaje: “a los chicos que están curioseando en la droga, a ver qué pasa, que piensan que la dejan cuando quieran, eso es mentira. No conozco una sola persona que lo haya logrado. He convivido con más de 100 personas en este año y todos creyeron en algún momento que iban a poder y no pudieron. Les diría que si están ahí, intentando probar, queriendo experimentar y esas cosas, que paren a tiempo. Y les diría a las familias que están viviendo este flagelo que destruye sus vidas que no se desesperen, que hay esperanza, que tienen que tomar el asunto con mucha seriedad”.