25/05/2020CIUDAD

El sueño de una niñera de Suárez que se transformó en una pesadilla.

Viajó a Francia por un intercambio cultural y para mejorar su situación laboral y quedó varada. Casi se queda sin trabajo, sin casa y sin dinero, hasta que finalmente se pudo repatriar en un vuelo desde Amsterdam que le costó 1600 euros, el salario de cinco meses de empleo.

Juliana Fernández Belloni tiene 25 años y llegó a Francia, a la ciudad de Estrasburgo, desde Coronel Suárez en agosto de 2019 para trabajar como niñera en el marco de un programa de intercambio cultural.

A cambio de un salario mínimo, techo y comida ella cuidaba a los niños de la familia con la cual vivía. Tenía una visa específica para este tipo de trabajos hasta agosto de este año.

Lo que iba a ser una experiencia especial terminó transformándose en una pesadilla porque si bien se enteró de que Argentina se iban a tomar medidas drásticas respecto a la pandemia jamás pensó que se le prohibiría la entrada al país hasta el 1 de setiembre salvo que tomara un vuelo de repatriación.

“Ahí realmente fue una pesadilla. Mi trabajo se terminaba en julio, mi visa se vencía en agosto. ¿Qué hago? No había llegado a ningún arreglo con la familia que estaba trabajando. Podía quedarme sin visa, sin dinero, sin trabajo y hasta sin vivienda.”, contó.

A todo esto en febrero, ya alertada por toda la situación que se vivía respecto al COVID-19  se había comprado un vuelo para regresar al país desde España, pero luego se cerraron las fronteras y tampoco pudo volver por ese medio.

No le quedó otra opción que solicitar el vuelo de repatriación, lo cual fue algo muy angustiante, porque pese al nivel de insistencia y desesperación, y su inminente estado de emergencia económica, encontraba pocas respuestas. Mandó muchos mails, llamó cada semana y desechó muchos números de teléfono en los que no atendía nadie.

El tiempo pasaba, estaba en cuenta regresiva y seguía sin respuestas. Le llegaron a pedir hasta 4 mil euros por un vuelo. Su familia comenzó a averiguar para sacar un préstamo en el banco.

“Quizás pequé de ingenua pero jamás pensé que por decreto me iban a prohibir la entrada al país hasta el 1 de setiembre, yo creía que en julio todo iba a mejorar”, dijo.

Finalmente, luego de expresar ante el consulado argentino en Francia que estaba en una situación de riesgo económico le dieron la opción de tomar un vuelo desde Amsterdam.

Tuvo que pagar 1600 euros para poder regresar, aunque en un principio, le dijeron que el pasaje le costaría 900 euros, lo cual ya era para ella una suma muy elevada en comparación con sus ingresos. 

“No la hicieron para nada fácil con este tema de la repatriación. Yo soy Au Pair, niñera, gano 340 euros por mes. No me puedo dar el lujo de gastar tanto dinero. Sentí mucha angustia e  incertidumbre”, dijo.

“No es nada agradable venir a Europa a trabajar, a mejorar tu situación laboral a experimentar cosas nuevas y tener que pasar este trago amargo de saber que voy a poder volver, pero endeudando a toda mi familia”, expresó.

Juliana pensaba dormir en el aeropuerto y tenía muchas dudas sobre qué iba a suceder cuando llegara a Buenos Aires.  

“Tengo entendido que nos van a mandar a un hotel en Argentina para tenernos controlados y revisar si hay síntomas”, dijo.

“Después de muchos mensajes y llamadas al consulado, por fin me atendieron. Llamé a unos 15 números en los que nunca me atendieron. Me avisaron de este vuelo de París-Amsterdam y Amsterdam-Buenos aires y me anoté. No tenía alternativas”, aseguró.

“Lo peor fue que la Embajada de Francia no nos avisó que los vuelos los teníamos que comprar nosotros, tuve que hacerlo a la 1 de la madrugada y fue bastante complicado. Te daban un número de teléfono argentino, algo muy complicado para alguien que está varado en el extranjero”, expresó.

Cómo vivió el confinamiento: “Nadie salió de la casa por casi dos meses”

Juliana Fernández pasó el período de aislamiento obligatorio conviviendo con la familia que la había contratado y en la que ambos adultos, cabeza del hogar, comenzaron a trabajar home office.

“Nos organizamos en distintos horarios para que los padres pudieran hacer teletrabajo. Yo cuidaba a las niñas y nadie salía de la casa”, dijo.

“La única persona que salió durante el confinamiento fue el papá, para comprar comida, y nada más. Nadie salió de la casa por casi dos meses”, sostuvo.

Además, al ser una vida más familiar, pasó a colaborar más con los quehaceres de la casa.

Comentó que, en Francia, recién en febrero, empezó a hablarse de la enfermedad, pero le restaron importancia suponiendo que era solo una gripe viral y que no tenía más del 3% de mortalidad. 

“Yo en febrero me fui de vacaciones, tomé vuelos y en los aeropuertos no había ningún tipo de control. Pasé por Viena, Ámsterdam, luego ya volví para Estrasburgo, pero lo más curioso es que me la pasé yendo en colectivo, aviones, dormí en hostel y paseé por todos lados sin ningún tipo de problema”, contó.

Luego de eso, se habló de una cuarentena administrada, donde se iba a tratar de que la gente saliera pocas veces a la calle y que los restaurantes cerraran por ser lugares que atraen a grandes conglomeraciones.

“Y entonces, de un día para otro se dio en confinamiento total”, mencionó.

“Cuando se empezó a ver que había muchas personas contagiadas, principalmente en Europa occidental, salió Macron (Emmanuel, presidente francés) a decir que se había equivocado por no tomar una determinación antes. Decidió cerrar todo y cada dos semanas se fue ampliando la cuarentena”, destacó.

Fuente: La Nueva.