22/03/2019CIUDAD

Día Mundial del Síndrome de Down. Se conmemoró el 21 de marzo.

Hablamos con Fernanda, la mamá de Catalina Recuna. “Ella es feliz, sabe que es distinta. Sabe que lo más bello que tiene son sus ojos chinos. Lo más grande que tengo en mi vida es ella. Gracias a que yo la jodí tanto ella es muy pícara, y tiene unas salidas tan rápidas que nos da vuelta a las que estamos todos los días con ella. Una de las cosas más lindas que me tocó en la vida es tenerla a Catalina”.

Fernanda Graff, mamá de Catalina Recuna, de 16 años de edad, en la celebración del Día Mundial del Síndrome de Down habló con La Nueva Radio Suárez.

“Yo me fui a Bahía Blanca sin saber que Cata tenía Síndrome de Down, cuando había nacido. Cuando nos dijeron en Bahía Blanca que tenía este síndrome, a los tres meses, el miedo más grande que yo tenía era que nadie la quiera. Y todo el mundo siempre rezó por ella. El Padre Juan Carlos (Naviliat) organizaba altas misas, donde iban todos a rezar”, dijo en el principio de la entrevista, recordando un poco lo que fueron los primeros meses y años de vida de Cata, quien tenía una serie de dificultades en su salud, que suelen ser habituales en los niños que nacen con este síndrome.

Hoy, “Cata está re bien de salud. Hace cinco años que no toma antibióticos, que los tomó durante casi 12 años, todos los días de su vida. A partir de ahí empezó a cambiar su calidad de vida. Sigue con el problema de deglución, necesita espesante para manejar los líquidos y kinesiología respiratoria todos los días. Pero a pesar de eso, está recontra sana”, dice la mamá.

Fernanda hizo un aprendizaje de amor a su hija, realmente sorprendente. Como siempre se pedían cadenas de oración para Catalina toda la ciudad estuvo presente de su estado de salud, día a día. Y en ese proceso su mamá contó siempre, sin tapujos, que tuvo que aprender a querer a su niña.

“Si vos le preguntas a ella, que te cuente la historia de su vida, ella dice ‘cuando yo era bebé mi mamá quería tirarme por la ventana’. Yo le grafico lo que sentía por ella y le digo siempre que cuando yo me enteré que tenía Síndrome de Down le cuento que quería abrir la ventana de la maternidad y tirarla afuera. Ella tiene muy claro que yo no la quería cuando era chica. Me costó quererla, me costó aceptarlo. Siempre cuento que lloré tres meses. Lloré, fumé y tomé mate. Eso era mi vida. Encima nunca podía tenerla upa, como para tener contacto con ella. A los tres meses una enfermera, que se llama Silvina, me preguntó si la quería tener upa. Ni sabía si la quería tener upa. Le dije que sí, porque se suponía que tenía que contestar que sí. ¿Sabes lo que hizo Cata? Todavía me dan ganas de llorar cuando me acuerdo: me sonrió. Como pensando que era a mí a quien tenía que conquistar. Ese día me enamoré de ella, siempre lo digo”.

Dice que todos los santos días se asombra de su hija y que, además, “me retribuye con una sonrisa todos los días lo que lloré durante tantos años. No podés no reírte con ella. Desde chica intenté prepararla para el futuro. Mi idea fue que cuando alguien le dijera ‘mogólica’ a ella no le duela. Con esas cosas la he gastado tanto desde chica. Con sus hijos chinos, le decía que si agarraba a la cigüeña que te trajo a casa la bajo de un tiro, porque se equivocó, ¡la tenía que llevar a China! Con todas esas cosas la he preparado tanto que ella es una nena feliz. Ella es feliz, sabe que es distinta. Sabe que lo más bello que tiene son sus ojos chinos. Lo más grande que tengo en mi vida es ella. Gracias a que yo la jodí tanto ella es muy pícara, y tiene unas salidas tan rápidas que nos da vuelta a las que estamos todos los días con ella. Una de las cosas más lindas que me tocó en la vida es tenerla a Catalina”.

En el cierre, consultada en torno a qué le ha enseñado el mundo, caminando de la mano de Catalina y Juan (su otro hijo, de 15 años), dice Fernanda que lo principal que aprendió es que “ser madre es muy difícil, porque no sabes que es lo que está bien o lo que está mal. Yo siempre trato de hacerlo de la forma que me nace, que es la forma más natural y espontánea. No es fácil ser mamá, y serlo de un nene con problemas de salud es mucho más difícil. Te desgasta a vos, dejas de lado al hermano sano, no sabes si estás haciendo bien con el niño enfermo. No me refiero al síndrome, sino a los problemas de salud que ha tenido Cata. Es un aprender diario. Cada cual hace lo que puede”.

Y su hija le ha enseñado que “a pesar de no ser una mamá perfecta, para ella, soy la mejor mamá del mundo. Me lo dice siempre. A Cata cada vez la tengo más adentro mío. Es el amor puro, es tan inocente. Para ella soy la mejor mamá del mundo, con todos los defectos que tengo”.