Demolieron el tradicional kiosco de Alfredo Otero: “Era el kiosco del barrio, era alegría” describió su hija
En tiempos donde no había supermercados ni tantos kioscos. En tiempos donde toda la lectura era en soporte papel, el kiosco era el lugar que proveía las revistas, no sólo las golosinas. Pero la modernidad ha impuesto ciertos cambios, entre ellos la demolición del tradicional kiosco ubicado en el boulevard de avenida Sixto Rodríguez y calle Brandsen. Silvia Otero, hija de Alfredo, quien fuese dueño del mismo, compartió sus sentimientos y recuerdos al respecto.
“Es muy difícil hablar desde lo emocional” comenzó la entrevistada, que aseguró que está “muy triste” y contó cómo se enteró de la situación: “Era una mañana hermosa para mí y para nuestra familia porque había nacido nuestro nieto. Venía con mi nieta de cuatro años, y como vivo por la zona del Hospital, estábamos contentos y a una cuadra de llegar al kiosco veo conos naranjas y lo asocié a que estaban podando las plantas. Pero cuando llegué cerquita veo casi todo destruido el kiosco y veo cómo le pegaban mazazos a la pared”. Sobre eso, entre lágrimas, describió: “Sentí que mi corazón se derrumbaba”.
Contó que, en ese momento, no paró porque estaba con su nieta, pero aseguró que no comprendía qué pasaba: “Es muy difícil hablar como familia y desde lo emocional porque, con mis palabras, no quiero herir a nadie. Jamás me opondría a que nuestra ciudad se viese más linda al progreso” aseguró Otero.
Contó que “veía en las redes sociales las expresiones de amor hacia sus padres, el respeto con que se dirigió la gente en sus mensajes” y aseguró que eso fue fuente de alegría para ella.
De todos modos, rescató algunos comentarios alusivos a que esos kioscos (porque también derribaron el de avenida Sixto Rodríguez y Alberdi) ya no servían para nada, y sobre eso opinó: “Yo entiendo porque nosotros éramos dueños de lo físico y la plazoleta es municipal. Pero fue difícil, fueron tres días que mi corazón está partido, pero quise entender. Lo hablamos mucho con mi familia. Quería calmarme. Yo jamás diría algo para agraviar a alguien, pero no entendía la situación”.
Pese a esa dolorosa situación, Otero revivió el recuerdo del kiosco: “Ellos decían que eran un matrimonio muy joven, con dos niños muy pequeños -mi hermano y yo-, y el sueño de tener un kiosco. Seguían recordando que un montón de ilusiones se habían puesto en marcha, pero mami siempre decía que todo salió mejor de lo esperado”.
Siguiendo su relato, la entrevistada recordó que su abuelo materno, Francisco Pérez, “era un gran albañil y comenzó con los cimientos y mis papás contaban que hacían de peones. Así que el sueño tomó vida el 25 de mayo de 1960".
Desde entonces, el kiosco mantuvo una activa interacción con los vecinos que cotidianamente se acercaban.
Silvia Otero contó que, además, su papá trabajaba en el Correo y era músico: “Era director de Orquesta. Ellos tenían bailes los sábados y domingo. Él llegaba, se sacaba el traje, se ponía la vestimenta de cartero y se iba. Mami, a las ocho de la mañana, iba a abrir el kiosco. Nosotros éramos muy chiquitos, así que al mediodía volvía, nos daba el almuerzo y nos íbamos caminando al colegio”.
Por otro lado, dentro de sus recuerdos, Otero contó que “el kiosco se convertía en una isla cuando llovía porque no había desagües”.
Recordó también una situación en la que el kiosco estuvo muy cerca de tener el mismo final al que llegó en la actualidad: “A papi lo llamó el intendente Pedernera porque le tenían que comunicar que el kiosco se tenía que demoler porque por ahí iba a pasar el canal pluvial”. Otero aseguró que “fue terrible” y recordó que se trató de “una de las cosas más tristes para la familia”.
Sobre eso, relató que, finalmente, desviaron el canal y el kiosco pudo continuar en pie.
Sin dudar, Silvia Otero afirmó que el kiosco de sus padres “era la parada obligada de todo el barrio” y contó que, cuando su mamá estaba allí, “todas las vecinas se paraban para, entre ellas, hablar de todo lo que era tejido, sacaban moldes y demás. Cuando estaba papi iban los amigos a hablar de fútbol y qué había pasado con los torneos de fútbol. Era el kiosco del barrio, era alegría”.
Sobre el final de la entrevista, Otero hizo hincapié que no quiere, con sus palabras, agraviar ni herir a nadie y remarcó que, con la demolición del kiosco, “se derribó una parte de nuestra historia familiar”.
Fragmento de texto escrito por Silvia Otero el 19 de febrero de 2020
“¡Esta historia es para ustedes...Lolita y Alfredo Otero...mis papás...un hermoso recuerdo del kiosco y sus años felices! (…)
No todo siempre fue lindo...sufrieron un robo una madrugada de mucha niebla...se llevaron todo hasta el pequeño televisor en blanco y negro que solía apaciguar tantas horas ahí dentro.
Esto sumado a que comenzaron abrir supermercados, polirrubros, ya la gente comenzó a dispersarse.
El kiosco estaba cumpliendo su ciclo...46 años en ese hermoso lugar...en el cual nos criamos...crecieron Marilina y Anita (nuestras hijas)....acompañando a sus abuelos...
Hoy me detuve para sacar muy de cerca una foto...y después de tantos años toqué la manija de la puerta...no pude evitar emocionarme mucho...ahí está abandonado...sin vida y prestando sus paredes a algún afiche de publicidad.
Si alguna vez pasas frente a un kiosco, detente, hay tantas cosas que no vemos...no entendemos, no sentimos. Allí dentro hay alguien que te espera para regalarte un caramelo”.