13/07/2017SALUD

Se jubila la Licenciada en Enfermería Raquel Ceballos, Jefa de la Guardia del Hospital Municipal Dr. Raúl Caccavo.

"Uno tiene que ser luz, donde le toque estar".

“Lo más importante de mi vida profesional está aquí adentro, mi familia”, dijo despidiéndonos, en la puerta de su casa en la mañana del miércoles, Raquel Ceballos.

Está poniendo fin a 34 años de actividad profesional como enfermera. El día 31 de agosto será oficialmente su último día de trabajo. Pero desde la semana pasada dejó la función, tomándose vacaciones y días trabajados que le correspondían como francos.

Es el “pollito” que aparecía cuando a la Guardia llegaba algún niño con alguna dolencia, entonces recurría a este viejo truco de distraer la tensión del momento para padres y niños, imitando perfectamente el piar de esta ave.

Es la que creaba poemas o inventaba una canción en los cumpleaños de sus compañeros de trabajo.

Es quien cantó con su voz impecable, teniendo a sus compañeros de coro, la canción “Todo vuelve”, de Axel, en el hall municipal, en momentos en que los enfermeros reclamaban por sus derechos.

Es una de las enfermeras de la Terapia Intensiva del Hospital que acompañaban la soledad de las horas nocturnas, escuchando los programas de la noche de LU 36 y que después pasaron a hacer pedidos anónimos, porque no faltó quien insinuara que si escuchaban la radio no trabajaban.

Raquel Ceballos de Schilreff, dos hijas, tres nietos y un esposo, quien la impulsó a inscribirse en un primer curso para enfermera, en la Escuela de Enfermería que dirigía la Hermana Ana Celia; y quien antes de comenzar a cursar esta carrera fue convocada a trabajar en la Terapia Intensiva del Hospital, porque seguramente le veían mucha madera para esta función.

“Toda la vida”, dice en relación a sus 34 años en el Hospital Municipal de Coronel Suárez. “Una situación que ni la soñé en sus comienzos, una carrera hermosa, una vida de trabajo maravillosa. El poder dar a los demás siempre es muy gratificante. Siempre en un mismo sitio, siempre en el Hospital. Vi pasar mucha gente, vi crecer muchas personas. Compartí alegrías y tristezas de mucha gente. Y al final de cada día haber podido hacer la retrospección y ver que pudiste dar, eso llena el alma”.

Entre las anécdotas las muchas que tiene para contar: “instituí un pollo, un pollito, que fue alegría para los niños, curiosidad para los padres, alivio para muchos. Hay compañeros profesionales que me decían ‘dónde lo agarre a ese pollo lo voy a hacer al espiedo’. Esa es una de las anécdotas. Siempre me he encontrado con alguien que me identifica como la enfermera del pollito”.

Y con este sonido una historia muy particular: “hubo un profesional de salud, traumatólogo él, cuando yo recién empezaba, íbamos a la farmacia con una caja cuadrada con una manija a buscar los insumos, la medicación para la Guardia. Por dentro del Hospital, entre la Guardia y la farmacia, hay como una cuadra, un poco más. Había ido a buscar los insumos y me cruzo con este profesional, me reservo el nombre, él lo sabe y se va a matar de risa; venía yo pasando casi enfrente de la cocina. Sentí a comida y se me cruzó hacer el pollito. El profesional se acerca y me dice ‘¿Qué haces Raquel?’, ‘No doctor, este me lo llevo, porque si llega a la cocina lo matan’, ‘Pero qué tenes ahí’, ‘No diga nada, porque si Ana Celia se entera que llevo un pollo me mata”.

“El Dr. me seguía y yo empiezo a caminar más ligero, porque estaba tentada de la risa, volviendo a hacer el piar del pollo, sin que él se diera cuenta. Me pregunta ‘¿dónde lo llevas?’, ‘Entre los algodones, no diga nada Dr.’. Él seguía detrás de mí diciéndome ‘Lo vas a asfixiar’. Me siguió hasta la Guardia, cuando llegó me toca el hombro y me dice ‘Sacalo de ahí’. Rompí en risas y dije ‘venga doctor que lo voy a sacar’, saco el algodón, hago el ruido del pollito, dejando que me vea, y él seguía escarbando entre los algodones. Si ese médico escucha o lee esto se va a acordar y se va a reír”.

Recuerda Raquel que hizo la carrera estando ya en actividad. “Por esas cosas de la vida fui tocada por la mano de Dios. Mi comienzo había sido fortuito, nunca había tenido la intención de ingresar en la salud. Pero en una de mis idas a Córdoba estuve con mi hermana menor que había empezado la carrera que estaba tan eufórica, tan contenta”.

Cuenta Raquel que estando de regreso su esposo escucha la promoción del inicio de la carrera de enfermería. “Estaba la Hermana Ana Celia, fundadora de la escuela, junto al Dr. Anasagasti, el Dr. Giménez, entre otros. Me dice que yo no iba a poder, porque pensó que no tenía la escuela secundaria terminada. Le dije que tenía la escuela secundaria, debiendo sólo una materia. Me agarró de la mano y entré a flamear por los pasillos, de lo rápido que me llevaba. Me metió en la sala de rayos, me hizo una placa, me hizo toda una planilla y quedé anotada. Y yo iba sólo a averiguar”.

Esto le cambió la vida y la definió en una vocación a la que le dedicó los 34 años siguientes.

Hoy, mirando hacia atrás, Raquel Ceballos, quien fue una de las integrantes de la primer promoción de enfermeras licenciadas que hubo en el Hospital, por esfuerzo propio, viajando a Bahía y Buenos Aires, dice: “hubo una frase que dijo la Hermana Ana Celia que siempre me quedó grabada. Dijo que uno tiene que ser luz en donde le toque estar. Es muy cierta”.

Raquel, sin dudas, que ha sido luz con el desempeño de su profesión cada día en el Hospital Municipal de Coronel Suárez.