13/12/2017CIUDAD

Dos experiencias de vida. La de Gusty y Carolina. Aprender a vivir dejando atrás las adicciones.

Hace unos años que el grupo Esperanza Viva funciona en Coronel Suárez, formado por familiares, amigos, conocidos de personas que tienen alguna adicción, y que están o han pasado por la Fazenda De La Esperanza, que está en Carhué. También está integrado por colaboradores, que se acercan a sumar su esfuerzo, y terminan nutriéndose para sí, para su propia vida.

La Nueva Radio Suárez entrevistó a Cecilia Ferreiros quién integra el grupo “Esperanza Viva” como voluntaria.

“Hacemos que los chicos que salen de la Fazenda, puedan perseverar, después de haber cumplido su caminata de un año. Nos vamos ayudando mutuamente, tenemos una reunión semanal, donde nos encontramos todos juntos. Aquí están hoy dos jóvenes, Gusty y Carolina. En el caso de Carolina, recién llegada de Guatemala y Gustavo que ha cumplido su caminata que hace seis meses que está reincorporado a la sociedad”.

Contando su experiencia, Gustavo dice que “mi experiencia en al Fazenda culminó el 25 de junio. Durante un año estuve cumpliendo mi etapa de recuperación, por mi problema de adicción a las drogas. Ahora estoy apoyando a este grupo (Esperanza Viva), que lo formamos entre todos. Estamos contentos de recibir en al Hno. Luis, que es un referente nuestro, referente de esta obra, el cual ayudó durante mucho tiempo a la Fazenda y todos los días se pone al hombro el ayudar a la gente que tiene problemas de adicciones”.

En lo que aprendió en su caminata de un año en la Fazenda, dice que “uno entra prácticamente devastado, en mi caso por lo que viví durante 9 años de consumo con la cocaína. La Fazenda me enseñó a resurgir de vuelta, a aprender a vivir. Es una escuela de vida. Se aprende de vuelta a vivir, a valorar lo que es la vida, la familia, encontrarse con uno mismo. Uno, cuando entra a la Fazenda, no entra necesariamente a dejar la droga, sino también es a descubrir cuáles son las actitudes que a nosotros nos lleva a recaer en la droga. Es un camino muy largo, pero el único sostén que nosotros tenemos es la espiritualidad, la palabra de Dios. Creo que eso nos saca adelante. Hoy vivimos en un mundo donde todo está prácticamente a la deriva. En la Fazenda, decimos nosotros, encontramos un pedacito de cielo, donde podemos poner en práctica durante un año, conocernos a nosotros mismos y lucharla contra todo eso que tenemos que pelear. Hoy llevo 6 meses fuera de la Fazenda, y trabajando, estoy poniendo en práctica todo lo que aprendí en la Fazenda. Las tentaciones, para mí, están todo el día al alcance de la mano. Queda en uno mismo, de no ceder. Todos los días me acuerdo como llegué a la Fazenda y no me dan ganas de volver a lo mismo. Por eso todos los días me aferro a lo que viví allí. Ahora tengo muchas más herramientas para vivir acá afuera”. En un mensaje final, Gusty dice que “en la vida todos tenemos dificultades, no necesariamente con la droga –depresión, alcoholismo-, todo se basa en la fuerza de voluntad que le ponga uno para salir de ese problema. Es hacerse cargo del problema que uno tiene para enfrentarlo y salir adelante”.

Por su parte, una joven de 16 años, cuenta que “llegué a la Fazenda con 15 años, y cumplí 16 años allá, durante mi recuperación. Me recuperé en Santa Fé (donde funciona una Fazenda femenina), en la Fazenda Divina Providencia. Llegué a este grupo, y una de las chicas que se había recuperado en esa misma Fazenda contó su experiencia. También viendo el dolor de los padres que venían acá, cómo se preocupaban, como luchaban para que sus hijos estén bien, fue una experiencia que a mí me tocó muchísimo. Me dije ¿qué estoy haciendo con mi vida? Tengo que hacer algo. Cuando llegué a la Fazenda no estaba tan decidida que quería cambiar. Me dije que me iba a escapar, que iba a hacer algo con mi vida. Pero durante ese tiempo, gracias a la ayuda de muchas personas que me fueron incentivando, que me fueron demostrando que se podía, ahí es donde tomé la decisión de ese cambio”.

Carolina hizo, el camino de un año dentro de la Fazenda de Santa Fé, pero luego sumó otra experiencia en una fazenda de Guatemala. “Fueron 20 días en mi casa, con mi familia, después que terminé mi año, el 12 de agosto. Ahí yo sentí ese montón de amor que a mí me habían dado durante mi año, que había un montón de chicas que necesitaban que les dé lo mismo. Dije que no me costaba nada, dar un poco de mí, con lo que yo soy, con mis limitaciones, con mi edad que es pequeña, con un montón de cosas que no se. Pero pude darme a mí, vi la alegría, vi resultados en las caras de felicidad de esas chicas. Nunca me voy a olvidar de esa experiencia”.

Cuenta Carolina cómo era la vida en la Fazenda de Guatamela, donde estuvo por tres meses: “teníamos gallinas ponedoras, así que vendíamos huevos. También hacíamos rosarios, pulseras, y todos los domingos, nos levantábamos a las 4 de la mañana y preparábamos comidas y vendíamos en la parroquia, para nuestro sustento”. En el final de la entrevista, Carolina dice que aprendió “un montón de cosas. Lo que más me marcó a mí el valor del trabajo. la verdad que aprendí a bordar, a hacer dulces. Yo antes veía que tal vez mi mamá, mi abuela lo hacían y no les daba ese valor. Yo creo que lo que más aprendí también es el valor de la vida. Que con las pequeñas cosas que uno puede dar, cómo la vida es linda, es grande. Con mi edad aprendí a valorar el mundo que muchos tal vez todavía no aprendieron. A los jóvenes quiero decirle que se puede. Lo que más me ayudó a mí es el hablar, el no callarse por miedo a lo que el otro piense o puede hacer. El sacar lo que uno siente, que siempre hay una persona que puede escuchar y ayudarte, como lo hicieron conmigo”.

Cierra la entrevista Cecilia Ferreiro, diciendo que “no es que estamos unos de un lado y los otros del otro. Nos ayudamos mutuamente. En realidad uno se acerca y recibe mucho más, y va transformando el corazón, va sanando.

Todos tenemos distintas abolladuras de la vida y tenemos que estar con un corazón dispuesto. El Papa siempre dice de ayudar en gestos, no con palabras, es la mejor forma. Se recibe mucho más cuando uno está en esto, que lo que uno puede dar”.