14/02/2019SALUD

El trabajo del psicólogo para personas en situación de cárcel y la pérdida cognitiva en las personas con HIV.

Dos temas abordados con la Licenciada en Psicología Daniela Igartúa

Daniela Igartúa nació en Coronel Suárez, pero hace varios años que no vive en la ciudad. Estudió la Lic. en Psicología, en la Universidad de Buenos Aires y es allí donde desarrolla su tarea profesional. Trabaja en una de las unidades penales de Ezeiza, en el servicio de Psicología que se dispone para los internos. Y también trabajó en el Hospital Fernández, ocupándose en la atención de personas con HIV que tienen pérdida cognitiva, a partir de su especialidad en Neuropsicología.

Es muy interesante escuchar lo que esta profesional tiene para decir en ambos temas.

¿Cómo es trabajar con gente que está en situación carcelaria? Responde Daniela que “es muy amplio esto de trabajar en un penal, tiene muchas aristas por tocar –lo dice una profesional que está próxima a cumplir 9 años de labor en este lugar-, en realidad uno se imagina que es mucho más de lo que termina siendo en realidad. No es lo mismo que cuando una persona viene al consultorio porque le pasa algo en particular. Las personas que están detenidas, son “obligadas” a hacer un tratamiento. Ya desde el vamos es complejo. En este momento igual se está trabajando en muchos aspectos, más en forma interdisciplinaria. En el sentido que se está tratando de brindar otro tipo de herramientas a las personas que están privadas de su libertad, porque se ha notado que como hay una estadística de reincidencia muy grande -más del 40%- y se ha notado que hay variables que se repiten. Por ejemplo, personas que no tienen terminado el colegio, que hay alta prevalencia del consumo de sustancias o alcohol, que están en situación precaria socio económica -con lo que no han tenido acceso a la salud, vivienda, educación-, familias disfuncionales. Hay un montón de aspectos que se repiten, por lo que ahora, se trabaja en forma interdisciplinaria, para poder brindarles esas herramientas a las personas que están privadas de su libertad, con el fin de evitar la reincidencia”.


Agregó que “hay algunas personas que necesitan, quieren, o se encuentran haciéndose preguntas de por qué llegaron a este lugar. Con ello sí se trabaja en forma terapéutica. Pero la verdad, que las personas que son obligadas a hacer un tratamiento, porque si cumplen con esa consigna, reciben beneficios, es más difícil de generar un cambio. pero cuando se trabaja para darles herramientas, como puede ser enseñarles cómo encarar un proyecto, se les enseña un oficio, o pueden terminar el colegio dentro de la cárcel, o tener acceso a un odontólogo o que tengan acceso a un tratamiento de adicciones, ahí empieza a circular otra cosa, empieza a funcionar diferente. En este momento hay talleres, donde se trabaja sobre estas herramientas que les han hecho falta”.

Habla de la importancia, “de aprender a diferenciar una emoción de la otra; diferenciar cuándo estoy enojado de cuándo estoy triste. Cuando lo pueden hacer, reaccionan distinto. Y cuando reaccionan distinto, son más eficientes en lo que quieren, pueden pedir las cosas de otra manera.

Eso vuelve, inmediatamente, entonces, todo va cambiando. Esto es un trabajo de largo plazo, que implica compromiso de las dos partes. Pero tiene resultados inmediatos. Eso también es gratificante para nosotros, como profesionales”.

Lo que ha aprendido, en estos casi nueve años de trabajo en un contexto carcelario, dice que aprendió a trabajar “en un contexto complejo; aprendí mucho de las miserias humanas porque no es algo que uno está acostumbrado a ver. Hay necesidades básicas insatisfechas y aprender a trabajar con eso, es duro en algunos aspectos, y en otro, gratificante. Siempre digo que de 1.000 personas que uno ve, que dos te demuestren que hubo cambio, es muy gratificante. Yo aprendí a trabajar en una institución cuasi militar. Creo que más que nada aprendí a trabajar con otra población, que ni siquiera trabajando en un hospital podría haber accedido. Y eso vuelve”.


Pacientes con HIV y las afectaciones en el área cognitiva. El desarrollo de un trabajo novedoso, desde las Neurociencias


La Lic. Daniela Igartúa dice que “el foco de mi trabajo en el Hospital Fernández, es personas con HIV que están pasando los 50 años y empiezan a padecer el deterioro cognitivo de la edad –en personas que no tienen HIV, se empieza a contar a partir de los 65 años, cuando pueden empezar a aparecer los síntomas de demencia o de deterioro cognitivo por edad-. Explica que “en algunos casos, el HIV se puede alojar en el líquido céfalo raquídeo, la medicación no pasa la barrera, no puede llegar a ese lugar, y entonces, empiezan a aparecer algunos efectos más que nada en la memoria. Hoy por hoy, las personas que fueron diagnosticadas por HIV en los ´90, están llegando a los 50, 60 años.

También se ha notado que hay más casos de HIV en personas mayores de 60 años por una cuestión de la nueva sexualidad; no se cuidan, consideran que no es necesario, y empieza a haber casos en este grupo poblacional”.

Los síntomas cognitivos de la enfermedad, “es un patrón que se ve, que se repite. Olvidos, memoria, fallas atencionales, funciones ejecutivas.

Esto tiene repercusión en la adherencia al tratamiento, porque se olvidan de tomar, porque se pierden, porque no logran resolver problemas en ese sentido. Por lo que empieza a aparecer una problemática nueva en relación con el HIV: si no toman la medicación, se agrava el cuadro.

Estoy trabajando con esto en el hospital Fernández. Acá en la Argentina no se está haciendo, es novedoso en general y en particular acá. Yo hace muchos años estoy trabajando en el hospital, en el área de Infectología, por eso tengo acceso a este tipo de población”.

¿El tratamiento cómo es? Cuenta la Lic. Daniela Igartúa que “primero se evalúa al paciente. Esto se hace con una batería de test que tocan todos los dominios: atención, lenguaje, memoria, funciones ejecutivas, etc. y, por otro lado, se pide una resonancia, para respaldar el resultado de los test. Si se comprueba que hay un deterioro, el área de Infectología trata de modificar la medicación para que sí haya una llegada del medicamento al cerebro. Y por el otro lado se puede hacer una rehabilitación cognitiva para ayudar a los pacientes a mejorar lo que se pueda mejorar o compensar lo que no se puede mejorar, porque hay cosas que son irreversibles”.

¿Se puede llegar a mucho con estas novedosas formas de tratamiento, apoyadas en las Neurociencias? Explica la profesional consultada que “se puede mejorar la calidad de vida. Porque justamente, lo que se ve afectado, son las actividades de la vida diaria. Uno puede tener olvidos, a todos nos pasa –un nombre, lo que íbamos a hacer, o aún perderse en la calle- pero cuando esos episodios empiezan a afectar las actividades cotidianas, ahí es cuando pasa a ser un problema. ahí es donde aparece la necesidad de un tratamiento. Hay cosas que se pueden resolver y hay cosas que no. hay algunos dominios, uno solo, que se puede mejorar, que es el dominio atencional. Pero la memoria, no se puede; se puede rehabilitar, enseñando a la persona a buscar acciones compensatorias: escribir en una agenda, hacer determinadas tareas siempre de la misma manera y que la repita siempre. Todo el tiempo manejamos muchas cosas a la vez, de manera automática. Hay personas que eso no lo pueden hacer. Entonces, se trata de enseñarles, para que tengan una mejor calidad de vida, en relación con estas cosas que le van faltando”.