20/02/2019COMERCIO

“Chicha” Losno.

Toda una institución, como el comercio tradicional donde trabaja desde hace 82 años. Tiene 87 años y forma parte de una familia tradicional de Coronel Suárez. En la esquina actualizada, la esquina de la librería que fundó su padre, Don José Losno.

Para quienes duden que empezó a trabajar de tan pequeña, ella recuerda que se encargaba de ayudar a armar los paquetes a su mamá.

Dice que en este último año va menos al comercio que ahora está a cargo de su sobrino y su hijo, pero igual, infaltable, todos los días está en el lugar, haciendo controles, detrás del mostrador, comprobando que todo siga marchando bien.

No quiso hacer la entrevista, por primera vez en muchos años, referida a la venta escolar. Pero la convencimos para hablar de recuerdos, anécdotas y presente. Cómo no hacerlo, si ella misma es una institución en este tradicional comercio suarense. Y lo que más agrada y convoca es verla con tantas ganas de seguir trabajando.

“Me estoy desligando de a poquito. Ahora vengo dos horas a la mañana, por ahí dos horas a la tarde. El físico ya no me da. Entonces, que se vayan haciendo los más jóvenes. Ellos dicen que ya se están poniendo viejos”, dijo en el principio de la entrevista, y saca cuentas: “tengo 87 años y estoy en el negocio hace 82 años, porque estos son los años que tiene Librería Losno. Cuando inauguraron yo tenía 5 años. Vivía acá.

Yo hacía los paquetes, cuando venían a comprar algo, ya me ponía a hacer los paquetes a los 5 años. Con el tiempo nos quisieron dar estudio.

Somos profesoras de piano las dos, las dos fuimos maestras, nos jubilamos juntas. Yo tenía 46 años de edad, y 26 de servicio. Me jubilé porque ya la vista no me daba para hacer las planillas. En esa época no te podías equivocar. La directora nos decía esto, porque no se podían borrar. Yo no había pensado en la jubilación, para mí ir al colegio era una fiesta. Como ahora, estar en el negocio es una fiesta. No fue nunca trabajo. Yo digo que cuando uno hace las cosas que le gustan, lo hace con amor y sin esfuerzo. Si me preguntas si me gusta estar acá, yo digo que, si no me gustara, estaría en mi casa. Mis compañeras me dicen que, con 87 años, ¿por qué no me quedo en casa? Les digo que para mí venir acá, se me pasan las horas volando. En mi casa doy vueltas. Estoy acostumbrada a salir siempre, a trabajar”.

El comercio tiene muchas cosas nuevas, mobiliario, estructuras, pero también tiene muchas cosas de muchos años, como una escalera banquito que, cuenta Chicha, “lo hizo Gauna, que fue nuestro primer empleado. Ese banquito tiene 82 años”.

Por supuesto que, con tantos años de actividad comercial, hay muchas épocas vividas. Como los años en que se anotaban las cuentas corrientes en libretas: “y todavía tenemos, pero muy pocas. No es como antes. Antes teníamos los clientes que pagaban una vez por año, después de la cosecha. Clientes que más que eso eran amigos. Venían, se sentaban en el escritorio, que todavía tenemos ahí. Escribían cartas a la hija, como fue el caso de don Héctor Alberdi. Venía del campo, hacía las compras y escribía las cartas acá. La familia Bru también fueron muy clientes. Toda gente que ha sido clienta y amiga”.

Como docente se inició en la Escuela Primaria N° 20 de Villa Belgrano, después de dar varios años clases particulares, porque no la nombraban, en tiempos en que las designaciones eran, sobre todo, políticas: “tengo unos recuerdos tan lindos de esa escuela”.

Habló sobre la buena idea que tuvo su padre de fundar el negocio: “el sueño de papá era independizarse, porque el hacía el reparto de Casa Marcos. Siempre quería hacer algo él. Pensar que vino a los 15 años de Europa. Se empleó en Buenos Aires, en un bar, de mozo y lavacopas.

Después lo mandó a buscar el marido de la prima y se vino para Coronel Suárez. Acá estudiaba de noche. Se acostaba a lo mejor arriba del mostrador y se quedaba dormido. Estudió contabilidad, él se llevaba todos los libros”.

Recuerda que su padre, José Losno, tocaba el violín: “yo tengo un vals, ‘Como la rosa’, que tocábamos juntos. A mi papá le encantaba tocar el violín”.

A las amigas, que le sugieren que deje de trabajar, con las que comparte los juegos de canasta los domingos en El Progreso, “Chicha” Losno les dice que “la felicidad más grande es hacer lo que a uno le gusta. Para mí, estar acá, es mi vida. Soy feliz, por más que hay momentos que dan rabia ciertas cosas, o los precios o cosas por las que una rezonga. Pero uno se da cuenta que valen más las cosas buenas, lo lindo que es, y uno se olvida del resto”.