24/08/2019CIUDAD

Alfredo Caffa, un Maestro, con mayúsculas.

Es hermano de nuestro convecino Luis Caffa, que hoy está cumpliendo 80 años. Ambos, como todos sus hermanos –siete en total, cuatro varones y tres mujeres-, nacieron en Entre Ríos. A Luis la vida lo trajo a nuestros pagos. A Alfredo la vida lo llevó hacia Formosa. Allí desplegó su pasión de maestro en escuelas rancho de esa provincia, probando su fortaleza y la de su esposa, docente también.

En estos días Alfredo está de visita en la casa de Luis, y la oportunidad fue adecuada para conocer a un Maestro que a los 75 años sigue trabajando con pasión renovada, enseñando, ahora desde otro lugar.

Estuvo un tiempo en Prefectura y descubrió que no le gustó. “No había terminado el 5to año del Magisterio, lo terminé. Y quería trabajar. Como no había trabajo en Gualeguaychú escribí a cinco provincias. Formosa, que pedía a gritos maestros, ahí tuve la suerte que me llamaran”.

Hoy dice, y aclara, que tiene “el corazoncito entrerriano, pero después aprendí a querer a Formosa, porque me dio todo. En los primeros años sufrí un montón porque me tocó trabajar como docente en lugares muy inhóspitos, feos. Pero después, la gente me ayudó, pudimos ir creciendo, me casé con una docente, estuvimos en distintas escuelas. En esa época el gobierno no ayudaba. Nosotros íbamos a escuelas tapera, especulas rancho, sin agua, sin luz, sin caminos”.

Las escuelas eran ranchitos, “donde estaba el aula, la cocina, la habitación para el director y las letrinas que eran los baños. Nos encontrábamos con una realidad penosa. Taperas, con techos rotos, con las paredes descascaradas, hechos de barro y paja. Pero la gente del lugar, cuando veía que el docente se preocupaba, si iba acercando y con ellos mejorábamos la escuela”.

A su mujer le dijo, “conmigo vas a ver las estrellas”. Literalmente se refería a que desde el dormitorio de la escuela rancho en la que primero compartieron su vida docente, se veían en la noche las estrellas, por los agujeros del techo.

Su hermano Luis interviene para dejar en claro lo que Alfredo no dice, por pura humildad: promovió la construcción de cuatro escuelas. Esto es la transformación de escuelas ranchos o escuelas taperas en edificaciones más dignas, para los alumnos y para los docentes.

Al respecto, Alfredo cuenta una anécdota, cuando construyeron con la comunidad una escuela. Llegó el supervisor y no lo podía creer.

La construcción fue entre todos, con los padres y sus hijos, alumnos de la escuela. “Ni un peso puso el gobierno, porque en esa época no ayudaba el gobierno. Se va el supervisor, hizo un informe rápido y a los cuatro días nos llaman de Formosa, a mi señora y a mí, para decirme que el cierre de ejercicio de ese año lo iban a hacer en esa escuela, metida en el monte, a 240 kms. de Formosa capital. Se fueron todas las autoridades, lleno de camionetas por todos lados, hicimos una fiesta espectacular. A los chicos les dieron un premio, tres días en Formosa. Les hicieron conocer el colectivo, un lugar donde les dieron ropa, se pudieron subir a un avión de gran porte. Cuando estábamos comiendo en una escuela –de Formosa capital- los chicos entraban al baño a cada rato, ¿por qué? Porque nunca habían visto salir agua de una canilla. Nunca habían visto un cine. Cuando pasaban Sucesos Argentinos, cuando venía el caballo, se hacían para atrás (cubriéndose del avance del animal)”.

A esos chicos les dieron una beca para que estudien. Uno de ellos estudió, hizo una carrera brillante en el Ejército, se fue a Río Gallegos y desde allí llamaba cada Día del Maestro a Alfredo y su señora para agradecerles.

Tiene tres hijos: “uno es ingeniero, la otra es profesora en ciencias y en inglés, y el último contador público. Todos trabajan en Formosa, están en muy buenas condiciones, gracias a Dios, después de mucho luchar”, dice este jefe de familia.

“El que va a trabajar como maestro tiene que tener vocación de servicio. En muchas ocasiones hay maestros que pensaron que esta actividad pronto les iba a dar plata, pronto va a trabajar. Pero al no tener vocación no es lo mismo. El chico tiene que recibir del docente amor, cariño y una educación como corresponde”, dice Alfredo, y reflexiona que la salida de este país está en la educación.

“El aspecto educativo tiene mucho que ver en lo que puede ser este país en el futuro. Pero los mayores tenemos que tener mucho cuidado: el chico tiene que ver en el mayor el ejemplo. Y si el mayor no se lo da, el chico puede tener otra visión. Por ejemplo, los chicos van a la escuela, el docente le enseña lo que tiene que enseñarle, pero el chico plantea que tienen el ejemplo de tal persona, que hace esto o lo otro. Nosotros tenemos un país maravilloso, pero en muchas ocasiones hay que ir tratando de buscar la forma. Va a ser muy difícil sacar la mezquindad de las personas que piensan en lo político, en lo que va a ganar y no en lo que tiene que hacer para ayudar a la gente que realmente necesita de ese gobernante, de ese político. Que en el momento que va a ser elegido acaricia a un chico, atiende a un discapacitado, visita una casa, otra, para recibir votos. Y cuando está arriba se olvidó de todo eso. Eso es lo que tenemos que ver. Y que la persona sepa que va a educarse, trabajar, que, en el momento de tener una carrera, un trabajo, que sea con su esfuerzo y no que políticamente lo ponen en un lugar, no trabaja, cobra sin trabajar y hay otro que está esperando trabajar y no tiene la oportunidad. Tenemos que ir tratando de ir corrigiendo nuestros errores, por el bien de los chicos, que están esperando el buen ejemplo del adulto”.

Un exitoso programa de huerta escolar.

Alfredo Caffa tiene 75 años, y hoy tiene redobladas ganas de seguir trabajando.

Actualmente es coordinador de un programa de huerta que él mismo propuso.

“Después de jubilarme como docente algunas autoridades educativas vieron que tenía condiciones para coordinar programas. Estuve en Desarrollo Humano, en otro programa de ayuda al pequeño productor agropecuario. De todos esos programas lo que más me encantó –tenía el recuerdo de la huerta de mis padres- era la huerta. Me pidieron que haga un proyecto especial para formar a los chicos en la huerta. Surgió un programa –Nuestra huerta escolar- de articulación con las otras áreas de enseñanza. Lo aplicamos en seis escuelas, salió un exitazo, después 10 escuelas y ahora son 16 que están en ese proyecto. Vamos con un equipo a la escuela, a principio de año, haciendo la capacitación. Y con el apoyo del director del establecimiento y el docente de huerta acordamos cómo hacer la articulación con las otras áreas. Así se enseña y se aprende mejor. Después hay una facilidad bárbara, como el chico se desempeña en Feria de Ciencias, en los congresos, en todos lados”.

“Se expresan de muy buena manera, sin necesidad de estar leyendo. La huerta que proponemos es agroecológica, cuidamos el medio ambiente, reemplazamos los plaguicidas por productos naturales que repelen, no matan. Y tenemos unas huertas espectaculares. Después viene alimento saludable, jugo saludable y los chicos se olvidan de la gaseosa, tomando ese jugo que aprenden a hacer. Cuando los padres ven eso se acercan a la escuela y ven que hay seriedad en el proceso. Nosotros no fallamos, y ellos no nos fallan a nosotros”.

Este emprendimiento está teniendo reconocimiento a nivel mundial. “En un congreso de Brasil se presentó este proyecto, en un congreso de Rosario, en Buenos Aires. Y ahora me llaman a Ecuador, a presentar este proyecto en Cuenca, en noviembre. Esto ha revolucionado. Y con toda sencillez digo que nosotros nos sentimos reconfortados, y sin vanidad alguna decimos que estamos recontentos con esto”.