18/02/2018NACIONALES

Cambios en la comunicación del Gobierno: cómo será la nueva estrategia.

El presidente Macri cerró el retiro de Chapadmalal pidiendo a los funcionarios que salgan a explicar lo que está haciendo el Gobierno, cerrando así un debate interno que comenzó con la llegada al poder. Los motivos detrás de la decisión y el impacto de las recientes controversias.

En la segunda mañana del retiro, Mauricio Macri pidió a su equipo que explique lo que cada uno hace en su trabajo, los motivos de las decisiones que se toman y que generen tranquilidad y confianza en la población. "Las cosas están andando bien y van a seguir mejor", entusiasmó a la Vicepresidente, los 22 ministros, los líderes políticos de Cambiemos en el Parlamento y los principales secretarios y asesores de la Presidencia. Infobae había contado este sábado que, en la apertura formal del encuentro, Marcos Peña pidió que salgan a argumentar en el debate público. El mensaje fue reforzado por el Presidente en la charla que puso punto final a la reunión.

Así quedó saldado un debate que duró dos años adentro del Gabinete. Durante los dos mandatos en la Ciudad, la comunicación del PRO se sustentó en una epistemología basada en la experiencia y alejada de la explicación. Infinidad de veces las segundas líneas le pidieron al por entonces secretario general del Gobierno porteño que se saliera a explicar lo que se estaba haciendo. La respuesta siempre fue la misma: "La gente no cree en los políticos ni escucha las explicaciones, tenemos que hacer las obras y que produzcan efectos en la vida cotidiana, esa es la base de nuestra comunicación".

Ese paradigma quedó oficialmente sepultado en el retiro de Chapadmalal. Ahora se tratar de "salir a la cancha, argumentar y ser voceros de nuestras acciones". Incluso más: "no desviar la atención de los temas que manejamos por las cosas que se dicen, no pararnos en la coyuntura, salir a al debate público con convicción a defender las cosas que estamos haciendo bien".

Las razones de esta transformación son claras. Por empezar, no hay una experiencia buena en la vida cotidiana. Los precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera, diría Juan Domingo Perón, y son muy pocos los que mejoraron su economía personal. Pero no es lo único.

A las espadas de la comunicación oficial les tomó dos años -de experiencia- comprender que ya no la juegan de atrás, como estaban acostumbrados. Ahora están en el centro, un lugar por el que pelearon, pero que también les resulta incómodo. Les divierte más trabajar desde el ninguneo generalizado, sorprender, no dar pistas, que no los vean venir, moverse en las sombras con esa voluntad que se demostró capaz de mover montañas. Es lo que conocen, la manera en que "lo imposible se hizo posible", como dijo el Presidente en la conferencia de prensa que dio el viernes pasadas las 19 en Chapadmalal.

Jugar de banca los descolocó. Y los errores que cometieron al inicio de la gestión, arrancando por una megaestructura política que ahora intentan reducir y una generosidad desmedida con todos los actores  (reparación histórica de los juicios a jubilados, devolución de los fondos a las obras sociales y de los fondos que se le sacó a las provincias para financiar el ANSES, aumento de los planes sociales, paritarias nacionales docentes con cláusula gatillo) se transformó en una mochila pesada y difícil de alivianar  en el corto plazo.

En el Gobierno están convencidos de los resultados, "no tenemos dudas porque sabemos hacia dónde apuntamos y cómo trabajamos" explicó un funcionario. Aún los más políticos (es decir, los más críticos) tienen seguridad con el rumbo.  Explicar se transformó en la herramienta ineludible para transitar los próximos meses, cuando no habrá una mejora sustancial en la experiencia vital de los argentinos.

"El gradualismo requiere docencia", dijo el jueves por la mañana un hombre de la política, después de la presentación que hizo Peña, donde se le dio el marco a la reunión. Otro dijo algo así como "hay que regular la impaciencia social con explicaciones". Alguien pidió que se pusiera "otra velocidad a los temas cada vez que sea necesario".

Después de dos años, lo que quedó demostrado en el retiro es que nadie en el Gabinete es el mismo. Ya se trata de un Gobierno que tiene heridas, con cinco ministros que fueron reemplazados, reproches mudos de "yo te dije", fantasmas de los que no se habla pero deambulan en el aire. Uno es la innegable pertenencia de muchos de sus miembros al círculo de los ricos que, en la política argentina, es casi un demérito, como si fuera más legítimo hacer dinero desde el ejercicio del poder, que en el ámbito privado. Pero así es la Argentina, y nadie en Cambiemos puede decir que no conocía las reglas de juego.

El jueves a la noche, cuando Mario Quintana explicaba cómo sería la dinámica del encuentro ya se sabía que el ministro de Finanzas, Luis Caputo, tendría que presentarse a la Justicia para aclarar su situación por haber ocultado en sus declaraciones juradas que tenía acciones en dos compañías offshore en las Islas Caimán y que era dueño de una gerenciadora de fondos de inversión en Miami.

El tema se sumaba a las críticas que todavía sigue recibiendo el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, muy activo en su ámbito laboral pero fuera de los medios. Cuando estaban comiendo se conoció la denuncia que salió en el diario El País de España contra el subsecretario general de la Presidencia, Valentín Díaz Gilligan. A la mañana siguiente se supo que Lorena Triaca había sido imputada por el fiscal Jorge Di Llelo y pidió medidas de prueba al juez Julián Ercolini para determinar si siendo funcionaria de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio había beneficiado a una empresa con la que habría estado vinculada.

Nadie mencionó estos asuntos, ni ningún otro específico. Sin embargo, en muchos momentos se habló de "no repetir errores", "evitar los errores no forzados", "evitar acelerar los tiempos sin medir errores". No se explicitó de cuáles errores se hablaban, pero "todos sabían de cuáles estábamos hablando".

"¿Diciembre?" preguntó Infobae a uno de los presentes. "Obviamente", confesó el funcionario, convencido de que hay cosas a las que mejor no aludir nunca porque "el efecto de piña está muy claro, y no hay echar sal en las heridas".

A otro de los asistentes le llamó la atención de que los grupos de a cinco en que se dividieron los 35 asistentes (rotando a lo largo de las distintas actividades) presentaran conclusiones similares, aunque no hubieran hablado antes. "Animarse a hablar", "no quedarse callados" es un comentario que apareció varias veces, aunque nadie fue demasiado valiente delante del Presidente, seguramente por miedo a salir enyetados, como ya sucedió en algunos casos.

Energizados y reflexivos volvieron al mediodía a Buenos Aires. Se viene otra etapa en la comunicación del Gobierno. Trascendió que tienen un buen ejemplo para mostrar, la Red SUBE, que diluyó las críticas al aumento por los descuentos para los que toman más de un transporte. Habrá que ver cómo se traduce la orden de salir a explicar que dieron Peña y el Presidente en el día a día del debate. Porque, digamos todo: la mayoría de los funcionarios fueron formateados en el desprecio a la prensa y el periodismo. Ni qué hablar del miedo que le tienen a los periodistas. "Tal vez ahora cambiemos", concluyó -divertida-una fuente.

Fuente: Infobae.