15/07/2018JUDICIAL

Arresto domiciliario para Gustavo Ravainera, el único condenado por el crimen de Vicky y Horacio.

"El Lagarto" Ravainera fue beneficiado con prisión domiciliaria y la cumplirá en la localidad en Villa Iris, partido de Puan.

En las últimas horas, la Justicia otorgó el beneficio de arresto domiciliario a Gustavo "El Lagarto" Ravainera, el único condenado por el doble crimen de María Victoria Chiaradía y Horacio Iglesia Braun.

Ravainera, quien cumple una condena a perpetua por el homicidio de la pareja cometido en agosto del año 2000, había solicitado en más de una oportunidad la medida, por diferentes problemas de salud.

Ahora, el condenado seguirá purgando la pena en un inmueble de Villa Iris, ubicado en Tres Lomas al 300 y perteneciente a su hermana. Será supervisado por el Patronato de Liberados de Puán y tendrá una pulsera electrónica.

Según pudo averiguar La Brújula 24, en esta oportunidad se accedió al pedido de la defensa porque Ravainera padece una enfermedad terminal, la cual se encuentra en un estado muy avanzado.

El crimen

El sábado 26 de agosto de 2000, el cielo de Bahía Blanca estuvo todo el día nublado y pocos minutos después de las diez de la noche comenzó a llover. Pasadas las 23, Héctor Horacio Iglesia Braun, de 19 años, empleado de uno de los hoteles más importantes de la ciudad y fanático del surf, llegó al cumpleaños de su amiga Valeria Vitale y se quedó alrededor de una hora.

Pasada la medianoche se despidió de sus amigos diciendo “me tengo que ir, tengo que pasar a buscar a Vicky. Vamos a ir al cine”. Horacio se refería a su novia desde hacía más de tres años, María Victoria Chiaradía, de la misma edad que él y estudiante del profesorado de inglés del Juan XXIII.

Horacio Iglesia pasó a buscarla en el auto Chevrolet Corsa gris, propiedad de su padre, el comisario inspector Héctor Iglesia, por entonces Jefe de la Departamental Trenque Lauquen. A las 0:45 María Victoria subió al auto que conducía su novio y partieron con rumbo a uno de los cines del shopping de la avenida Cabrera.

Así comenzaba la historia de enigmas y horror. Al cine nunca llegaron, así lo demostraron las cámaras de video del centro comercial. Exactamente a las 5:26 de la mañana, María Victoria llamó -se comprobaría luego- desde un teléfono público de la localidad de Tornquist y le dijo a su madre Mirta Peralta, “tuvimos problemas con el auto, vamos a tardar un poco más, avisale a la mamá de Horacio” y reiteró dos veces “no se preocupen”.

El mismo domingo, muy temprano, el comisario Iglesia radicaba una denuncia en la comisaría segunda por averiguación de paradero y así comenzaba la búsqueda desesperada de familiares y amigos de la joven pareja. Recién el martes 29, a dos días de la desaparición de los chicos, a 240 kilómetros de Bahía Blanca, fue encontrado el Chevrolet Corsa.

El vehículo había sido abandonado sobre un camino de tierra situado a seis kilómetros de General Lamadrid; tenía sus chapas patente arrancadas y guardadas en el baúl, las puertas estaban sin trabas y faltaban la llave de arranque, el cricket y la rueda de auxilio. En el habitáculo no había signos de violencia, y quienes lo llevaron hasta ese lugar se habían preocupado por borrar todas las huellas.

Pero el paradero de la pareja siguió siendo un misterio hasta el 4 de septiembre. Ese mediodía de lunes, los cuerpos sin vida de Horacio y María Victoria eran hallados por un peón rural en un monte de cipreses perteneciente al campo “Sauce Corto”. El establecimiento estaba ubicado sobre el camino vecinal “La Laura” y a 2,5 kilómetros de la Ruta 76. Los cuerpos estaban tirados espalda contra espalda, semienterrados y con dos disparos calibre 22 en la nuca cada uno.

En horas de las lúgubre tarde, llegaron al lugar del horror los familiares de las víctimas para confirmar la peor noticia de sus vidas. A la noche llegaría el fiscal Eduardo d´Empaire y su colega Claudia Lorenzo. Comenzaba la difícil tarea de encontrar a los culpables.

La investigación

En los primeros días de investigación, el fiscal d`Empaire le tomó declaración a un par de personas, entre ellas a un playero de la estación de servicio EG3 ubicada en la salida de la ciudad. El hombre dijo haber visto a tres hombres y a Horacio Iglesia en el asiento trasero del Corsa gris. Se presume que María Victoria estaba en el baúl.

El estacionero fue una de las personas que colaboró para la confección del identikit. Luego el fiscal d´Empaire ordenó custodiar al hombre que debió concurrir a trabajar con un chaleco antibalas. También, entre las primeras declaraciones tomadas por la fiscalía interviniente, dos testigos de identidad reservada dijeron haber visto un Corsa gris con cuatro o cinco ocupantes a las 5.10 en Tornquist, en el teléfono público desde el cual llamó María Victoria a su madre.

Luego se conoció el relato de José Ramón Sotelo, un pescador oriundo de Olavarria, que afirmó haber visto a las 6:10 de la mañana del domingo 27, el Corsa gris en una estación de la rotonda San Eloy, a 150 kilómetros de Bahía Blanca y a 24 de la salida del camino de tierra donde se encontraron los cuerpos. El auto ya estaba sin las patentes y con tres ocupantes masculinos en su interior.

En tanto, el 7 de noviembre de 2000, o sea 64 días después del hallazgo de los cuerpos de los chicos, en allanamientos simultáneos, fueron detenidos -en Coronel Suárez, 9 de Julio y Gregorio de La Ferrere- Martín Oscar Goyeneche, Juan Antonio Corona y Rubén Oscar Martín respectivamente, acusados de instigar el robo del automóvil de las victimas. Según la investigación de la fiscalía, la suerte de los jóvenes habría quedado sellada meses antes, durante un acuerdo entre Goyeneche y Corona para obtener un Chevrolet Corsa Gris.

En sede judicial, Goyeneche admitió haberse mandado “una macana” al pedir un auto para hacer un mellizo y Corona ratificó haber participado de una cadena delictiva pero aseguró que se trataba de un vehículo blanco y no gris como el de la pareja.

Mientras se esperaba el juicio contra los detenidos, el día 15 de abril de 2001 apareció el teléfono celular que llevaba Horacio la fatídica noche del 27. El aparato fue encontrado por un mochilero a la vera de la ruta 3 sur, en el Paraje “El Cholo”. El teléfono marca Ericcson apareció semidestruido sin la antena y sin la batería. Este sería el único objeto que aparecería de todos los que les fueron sustraídos a Victoria y Horacio el día que los ultimaron.

El Procurador abonaba otra hipótesis

Para el entonces procurador general de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, Eduardo Matías De La Cruz, la línea de investigación del doble crimen no terminaba de cerrar y era muy endeble, ya que los cinco funcionarios designados por ese organismo para colaborar en la pesquisa habían llegado a la conclusión de que el móvil no podía haber sido simplemente el robo, como se sostuvo tras la detención de los tres hombres con antecedentes en la comercialización ilegal de autopartes.

“Nosotros enviamos dos comisiones a pedido de familiares y amigos de las víctimas porque tenían serías dudas. Las dos comisiones llegaron a la misma conclusión: la hipótesis oficial no cierra y es muy endeble" señaló De La Cruz. También, los investigadores que informaron al jefe de todos los fiscales no descartaron alguna vinculación que surgía del 'modus operandi’ de los asesinos con dos hechos nunca esclarecidos en Bahía Blanca: los asesinatos de Viviana Aguilera y del taxista Fernando Reveand.

La investigación de los instructores platenses no sólo descartaba por completo la hipótesis "bahiense" sino que consideraba que esa misma hipótesis había estado basada en datos aportados únicamente por la policía y sospechaban que se podía tratar de una maniobra de encubrimiento. Según se comentó en esos días, una de las líneas de investigación más fuerte apuntaba a que el doble crimen había sido una vendetta por una ‘mejicaneada’: en su momento existieron datos sobre un camión con un cargamento, posiblemente de cocaína, que habría "desaparecido".

Siempre se barajó la hipótesis de la venganza contra Iglesia, pero no sólo el comisario Iglesia desestimó la versión. El propio ministro de Seguridad de aquel momento Ramón Verón, dijo a pocas horas del doble homicidio que se había tratado de un "robo que terminó mal”. Cuando declaraba ante los medios lo acompañaban los dos máximos jefes de la policía: Eduardo Martínez y Amadeo D’Angelo.

“Si se supone que las víctimas reconocieron a alguno de los delincuentes, los habrían matado en el acto y no después de haber recorrido más de 100 kilómetros. Y no hubieran usado dos tiros en la nuca, más típico de un código mafioso”, indicó en aquel momento un informante judicial. En ese contexto, se analizó la llamada de la joven a sus padres, a pocas horas del secuestro pero cuando aún nadie sabía nada como una especie de “mensaje”.

Las conclusiones a las que llegaron en la Prrocuración nunca cayeron bien en el entorno familiar de los Iglesia ni en los fiscales del caso. “El padre parece que quería que se reactivara el caso, pero no que se cambiara la hipótesis del robo” sentenció uno de los investigadores judiciales.

La Policía

El comisario de la jurisdicción donde aparecieron los cuerpos de los chicos, Mateo Guardia, fue trasladado a los pocos meses del doble homicidio. Paralelamente, Silvia Braun de Iglesia, mamá de una de las víctimas, lo acusó de no actuar correctamente durante la búsqueda de la pareja.

También, el por entonces jefe de la investigación, comisario Héctor Díaz, fue trasladado al poco tiempo. Además, en esos últimos meses del año 2000, el Jefe de Comandos de Patrullas de Bahía Blanca era el comisario inspector Rubén Balh, que meses después fue procesado acusado de “regalar” a un subordinado un ciclomotor incautado en un procedimiento policial.

Silvia Braun reveló que mientras todavía se estaba buscando desesperadamente a su hijo y a la novia, fue a reclamarle a Balh que intensificara los rastrillajes en las afueras de la ciudad. Lo que escuchó por parte del policía le impactó: “Yo ya sabía lo de los chicos, en la misma madrugada que fueron secuestrados”.

Vale recordar que la denuncia por el paradero de los chicos se realizó el domingo a las 8 de la mañana. Si fue así ¿cómo sabía Balh sobre el secuestro de la pareja, antes de la denuncia? Además de todo esto, existió una denuncia anónima que fue mucho más allá. "El comisario Balh estuvo con los chicos en Tornquist” denunció un supuesto testigo al teléfono 0 800 222 9889 que tenía a disposición la fiscalía.

La condena y la segunda investigación

Finalmente, y tras años de investigación, la acusación del fiscal d´Empaire fue sólida y los jueces del Tribunal en lo Criminal 3 -Pablo Soumoulou, Fernando Glitz y Daniela Castaño- condenaron a 10 años de prisión a Goyeneche, Corona y a Martín por el delito de “instigación al robo automotor calificado por la portación de armas”.

Estaban condenados los que habían pedido el auto pero no los ejecutores. Comenzaba una nueva etapa, acaso las más compleja. Así es como, meses más tarde, cayeron detenidos tres peligrosos sujetos: "El Chino" Aguilar (45), Gustavo Javier "El Lagarto" Ravainera (45) y Héctor Hugo "El Petiso" Fernández (43).

A nueve años del doble crimen, el fiscal creyó tener las pruebas para acusarlos formalmente en juicio por haber asesinado a María Victoria Chiaradía y Horacio Iglesia Braun. Según la hipótesis fiscal la relación de los tres delincuentes había quedado probada, entre sí y en torno al negocio ilícito del robo de automóviles.

Con respecto al doble homicidio, un testigo de identidad reservada identificado como “SS”, declaró que el “Petiso” Fernández y el “Chino” Aguilar, manifestaron frente a él haber cometido el doble homicidio de María Victoria y Horacio. También ese testigo escuchó frases tales como “menos mal que estos giles no nos mandaron en cana”, en referencia a Goyeneche, Corona y Martín.

Además, agregó que Fernández recibía cartas del chapista Goyeneche. El declarante contó que un arma, calibre 22, como la utilizada para ultimar a los jóvenes, estuvo enterrada en un campo de San Blas, y que el “Chino” y el “Petiso” una vez la sacaron. Y que le manifestaron que esa arma, que estaba envuelta en nylon, era el arma del doble homicidio.

Otros testigos, confirmaron la costumbre que tenía Fernández de guardar las armas en bolsas de nylon y enterrarlas. “SS” aportó otro dato, y es que mientras desenterraban el arma, para cometer un nuevo hecho, estaba presente un ex policía de Viedma. Al parecer, ese hombre sería Jorge Martín Pereyra, con quien los imputados admiten tener una relación comercial, en torno al negocio de la venta de autos.

Fue justamente Pereyra, quien apareció filmando y fotografiando a las madres de las víctimas, que se encontraban en la puerta de la fiscalía, el día de la declaración de uno de los imputados. Luego de ese episodio, el fiscal d’Empaire ordenó allanar la casa del sujeto y secuestró varias armas de distintos calibres. Posteriormente, Pereyra alegó que trabajaba para un estudio jurídico de Río Negro.

A esto se le suma, el profundo odio que manifestó el propio imputado Aguilar, hacia el Comisario Iglesia, papá de una de las víctimas. “Iglesia tenía ‘mala calle’ desde el 83, se merecía que se lo hagan a él, no a los chicos, yo en el 84 fui picaneado por él y por Ortiz, quienes me cortaron un pedazo de testículo” dijo Aguilar, durante la declaración indagatoria.

Incluso, Aguilar purgó nueve años de prisión por delitos contra la propiedad y contra la libertad, y quien lo detuvo fue el comisario Iglesia. En tanto, un testigo, en aquel momento allegado a Héctor Fernández, dijo que en la época en que estaban buscando a los chicos, estaba mirando televisión, con el hoy imputado, y Fernández dijo “a esos pibes no los tienen que buscar más porque ya están muertos”. Y agregó que “Fernández y Aguilar se la tenían jurada a Iglesia, y seguro que si se cruzaban con un hijo, se lo mataban, porque había mucho odio con Iglesia”.

El juicio

Finalmente, luego de varias jornadas de juicio oral, dos de los tres acusados fueron absueltos. Para el Tribunal Criminal n°3, integrado por los jueces Guillermo López Camelo, Alejandro Cantaro y Gabriel Rojas, no se pudo probar la relación de los imputados Gustavo Aguilar y Héctor Fernández con el doble crimen y ambos fueron liberados.

Durante el debate, el "testigo estrella" no tuvo la contundencia que esperaban los fiscales. Javier Ravainera, alias “El Lagarto”, fue el único condenado. Recibió la pena de “reclusión perpetua”.

Fuente: La Brújula.