04/05/2017HISTORIA

Veterano de Guerra Héctor Sauer. A 35 años del hundimiento del A.R.A. General Belgrano.

“Parece que fue ayer… treinta y cinco años que son más de media vida nuestra. Para nosotros es un compromiso mantener viva la memoria de nuestros camaradas que entregaron su vida por la patria, somos nosotros los responsables de rendirle homenaje y hacer recordar al pueblo argentino lo importante que fue esa gesta, y los que entregaron su vida por la patria”. El martes pasado participó de los actos oficiales en la Base Naval de Puerto Belgrano.

Ese 2 de mayo de 1982 el soldado de la marina Héctor Sauer estaba yendo con un compañero suyo desde la zona de camarotes, les tocaba la guardia entre las 12 de la noche y las 4 de la mañana, hacia cubierta.

Tenían que sortear tres escaleras hacia arriba y lo hacían radio en mano para poder captar mejor las transmisiones de las emisoras AM y escuchar el clásico de los clásicos, un partido entre Boca y River.

Domingo. Cuatro de la tarde. Por supuesto que sabían de la Guerra de Malvinas, pero se sentían a salvo porque estaban lejos del escenario del conflicto. Iban hacia arriba cuando escucharon una primera explosión que sacudió el barco. Pensaron que era un ejercicio de entrenamiento, con los propios cañones que tenían el emblemático barco de la Armada Argentina. Pero inmediatamente sintieron una segunda explosión y ya no quedaron dudas cuando sobrevinieron los gritos de dolor de los heridos y de todos los soldados u oficiales que alertaban que habían sido atacados por un destructor inglés.

De este hecho que se enmarca en la Guerra de Malvinas se cumplieron el martes pasado 2 de mayo 35 años. Y como cada año, sobre todo en los aniversarios que terminan en 5 o en 0, el martes en la Base Naval de Punta Alta, en el apostadero donde estaba siempre el Crucero Belgrano, tuvo lugar el acto oficial que reúne a los sobrevivientes y en memoria “de nuestros camaradas fallecidos”, dijo Héctor Sauer.

Es un ex Combatiente Veterano de Malvinas. Cuando fue el ataque que llevó al fondo del mar a la emblemática embarcación de la Armada era uno de los soldados que integraba la dotación de la nave. Cuando se había enrolado como soldado lo había hecho con mucha alegría de tener la oportunidad de hacer el servicio militar en la Marina, había sido su deseo, sostenido firmemente desde mucho antes de sus jóvenes 18 años en su Santa María natal.

Cada aniversario del hundimiento del Belgrano es una oportunidad para reencontrarse. “He ido varias veces, pero siempre cuando se cumplen fechas importantes es cuando se juntan más camaradas. El recuerdo es permanente, las sensaciones son las mismas y quizás en estas fechas, cuando se cumplen diez, quince o como este martes treinta y cinco años, uno se reencuentra con otros compañeros que quizás no estén en otros años. Vienen desde Santa Fe, Rosario, otros lugares. Pero siempre están presentes. Si no están en la Base Naval hacen su homenaje en el lugar donde viven”.

Sobre lo que significa reencontrarse, dice Héctor Sauer que “tuve compañeros que los había visto la última vez cuando se cumplieron los 25 años. Los vi ahora, eso para mí es un reencuentro. Diez años es mucho tiempo. Reencontrarse, darnos un abrazo entre compañeros que fuimos de la misma división, la verdad que para mí fue muy importante este día”, refiriéndose al martes.

Dice que entre los recuerdos “se hace una mezcla de sensaciones de los que nos juntamos, entre recuerdos y emociones. Nos juntamos este 2 de mayo entre cuatro que somos de la misma división, contábamos la experiencia que vivió cada uno. De los 770 que íbamos cada uno tiene una historia distinta. Pero es lindo compartir momentos y hablar de los compañeros que ya no están”.

Cuenta que “no tengo la memoria de los 11 con los que compartimos la balsa. Sí Luis Brazil, a quien reencontré luego de 30 años; gracias a Facebook pude encontrarme con él. Fue un compañero de balsa, pero también estábamos siempre juntos. El es de Santa Fe, está viviendo en Córdoba y lo pude encontrar luego de tantos años. Cuando nos vemos hablamos de los recuerdos, de lo que compartimos ese tiempo, 8, 10 meses arriba del buque; y después de la vida de cada uno que fuimos llevando adelante en estos 35 años”.

Sobre el año 1982 dice que “sabíamos del conflicto; partimos el 16 de abril luego de un par de días en Ushuaia. No sabíamos bien los soldados, no teníamos información clara o directa. Sabíamos que en algún momento quizá teníamos que entrar en combate. No nos sentíamos en peligro. Si bien hacíamos guardia las 24 horas, de cuatro horas cada guardia, no sentíamos ningún tipo de peligro”.

Sobre ese día domingo 2 de mayo recuerda que “con Luis Brazil, él hincha de River, yo de Boca, escuchábamos siempre los partidos desde cubierta principal, porque abajo había mucha interferencia. En ese momento estábamos libres, en descanso, teníamos el turno de 12 de la noche a 4 de la mañana. Le dije que fuéramos a escuchar el partido. Tomé mi radio, no sé donde quedó después. En ese momento sentimos el impacto. Pensamos que se estaban haciendo ejercicios con los cañones de seis pulgadas que solamente una vez habían hecho y que el buque se había sacudido bastante”.

Sauer recuerda que “después de la segunda explosión se escuchaban compañeros gritando, ¡nos pegaron, nos pegaron! Y nos entró la desesperación por poder salir de ahí abajo. Siempre alguno que otro tenía una linterna. Seguimos juntos con mi compañero y llegamos a la balsa. Cuando hacíamos los entrenamientos cada uno tenía balsa asignada, yo junto con Luis. Estábamos juntos como hermanos. Los dos queríamos respetar la balsa que teníamos asignada, porque si bien en ese momento uno podía, en la desesperación, buscar la parte más fácil, que era bajar del lado donde prácticamente la cubierta principal tocaba el agua, nosotros queríamos respetar lo que nos habían enseñado”.

Por supuesto que hubo desesperación, cuenta, “pero también teníamos que mantenernos tranquilos, porque cada uno cumplía su rol. Algunos sacando compañeros de abajo, nosotros desatando las balsas, que están apostadas arriba, dentro de unos tambores blancos. Había que bajarlos de ahí y mantenernos tranquilos, dentro de lo que nos había pasado”.

Alrededor de media hora después del primer impacto “el Comandante da la orden que había que abandonar la nave. De ahí en adelante no teníamos mucho tiempo. Cuando bajé por la escalera de soga, salto para la balsa y esta se aleja un poco por el oleaje y caí al agua. Por suerte mis compañeros me sacaron enseguida”.

Fue muy duro resistir muchas horas entre las altas olas y el frío reinante, con la soledad del mar y la enorme dimensión de la tragedia por la pérdida de compañeros.

“Siempre me hizo muy mal la navegación, ni bien subí a la balsa quede destruido por la descompostura. Fue una tristeza muy grande ver hundirse el buque, sabiendo que arrastraba compañeros nuestros. Los que estábamos con vida teníamos que seguir adelante y esperar el rescate. Si bien había buques cerca –el crucero no iba sólo, iba acompañado de dos destructores- se nos hizo largo el domingo a la noche, hasta el lunes a la mañana que nos avista un avión. A partir de ahí empieza el rescate. Pero en alta mar ver sólo cielo y agua no es fácil para sobrellevar”.

Tardaron bastantes horas en rescatarlos en la balsa donde iba Héctor Sauer, los rescatan el martes, a las 11 de la mañana.

“Estuvimos dos noches, con olas de 7, 8 metros. Uno veía el lunes que las balsas se desparramaban por distintos lados y es como que quedábamos solos dentro del mar. Uno pensaba con esa edad ‘acá no ten encuentra más nadie’. Los rescataron –el Buque Piedrabuena- y fue una bendición la primer comida caliente y un baño de agua tibia, para sacar el frío del cuerpo”.

“Cuando me encontré con Luis Brazil yo le dije que recordaba a alguien que siempre nos hablaba de la fuerza de Dios, que tengamos fe que nos van a encontrar. Me dice que es un solado que era del Chaco, no tuvimos más contacto con él. Fue el que más fe nos daba, nos hacía rezar. Fueron dos días de rezos continuos”.

Treinta y cinco años después Héctor Sauer, esposo, padre de familia, una persona sencilla, de sonrisa franca que se abre fácil en su rostro, un buen vecino de Santa María, que tiene en su corazón recuerdos parecidos a todos los ex combatientes, dice que “parece que fue ayer… treinta y cinco años que son más de media vida nuestra. Para nosotros es un compromiso mantener viva la memoria de nuestros camaradas que entregaron su vida por la patria, somos nosotros los responsables de rendirle homenaje y hacer recordar al pueblo argentino lo importante que fue esa gesta, y los que entregaron su vida por la patria”.