20/07/2017COMERCIO

Librería Losno cumplió 80 años.

“Me acuerdo del momento en que levantaron las cortinas, la emoción de mi padre y el aplauso de la gente en la inauguración”, dijo “Chicha” Losno, hija del fundador. Un comercio emblema de la ciudad de Coronel Suárez. Sigue en la misma esquina renovada y adaptada a los nuevos tiempos comerciales.

“Me siento recontra emocionada”, dijo el miércoles por la mañana “Chicha” Losno, de 85 años, al iniciar la entrevista con La Nueva Radio Suárez con una de las dos hijas de José Losno y Sabina Lansi, fundadores de la librería más antigua de la ciudad.
Cómo para no estarlo, si toda su vida, desde los cinco años, ronda entre los libros y los artículos escolares del negocio.
“Mi papá edificó este lugar. Se fue con el arquitecto a Buenos Aires para conseguir los mármoles para las entradas del negocio. Era todo un acontecimiento, porque en esa época no había negocios con esas vidrieras. Teníamos cinco vidrieras. Todos los otros eran edificios antiguos. Fue todo un acontecimiento –la inauguración-, lo tengo tan grabado. A pesar que tenía solamente 5 años me acuerdo de la gente que se había amontonado en la calle, el día de la inauguración, que fue un sábado 17 de julio”.

El primer día de atención al público fue el 19 de julio, lunes, y don José Losno guardó en su caja fuerte el primer billete que le entregaron, con la primera venta. Fue una compra que realizó la señora María Notti, abuela de los Doctores Juan Carlos y Alfredo.

“Don José Losno vino de Italia a los 15 años y empezó entonces a trabajar en Buenos Aires, en un bar, como lavacopas y atendiendo las mesas”, recuerda “Chicha” Losno, además que su padre, hace 30 años que falleció, no alcanzó a cumplir los 50 años en el negocio.

“Llegar a los 50 años le parecía una barbaridad. Y ahora, que yo llegué a los 80 años de la librería, parece increíble”.

Sobre la infancia de ella y de su hermana Nora dice que “hemos sido tan felices! Nuestro primer empleado fue Ricardo Gauna, que a nosotros nos quería un montón. No había hecho la conscripción cuando entró a trabajar en la librería. Estuvo con nosotros hasta que alquiló el Hotel Roma, que lo tenía hecho un chiche. Teníamos taller de fotografía. En un garaje que tenía Gauna había hecho un cuarto oscuro –para el revelado de las fotos-, nos enseñaba a revelar fotos a Nora y a mí. Después tenía taller de cuadros. Tengo un recuerdo tan lindo. Cuando me compraron la primera bicicleta, rodado 24, que ya era más grandecita, me la pintó divina, jaspeada bordó con plateado. Había quedado un chiche! Nosotras hacíamos con todos los chicos del barrio kermeses”.

“En el garaje, cuando no estaba el camioncito de mi papá –el que usaba para los repartos de cigarrillos y golosinas por toda la zona-, usábamos ese lugar y hacíamos como una especie de mercado, con puestos de venta, usando las peras que se caían de una planta y también los restos de papel crepe que se usaban para adornar las vidrieras. Pasamos una infancia hermosa”.

Recuerda que la familia Ducca, de la que eran vecinos, tenían auto, por lo que los domingos iban a dar una vueltita por las pocas calles asfaltadas de la ciudad.

Al preguntarle sobre lo que recuerda de su madre, “Chicha” dice que “yo creo que es cierto lo que se dice, que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Mamá fue eso. El domingo, el único día de descanso, el recuerdo que yo tengo de mi mamá era que se levantaba todos los días temprano, también ese día. Los sábados nos llevaba la cena a la cama, después de darnos un baño. Los domingos se ponía a planchar los delantales –de campana plato, almidonados- que usábamos en el Colegio San José. Después cuando fuimos más grandes, que estuvimos pupilas en Buenos Aires, ella quedó sola. En esa época no podían poner empleados, mamá sola con la casa y el negocio cuando mi papá salía a repartir. Para darnos un estudio. Mi hermana se recibió en Bs. As., ahora yo me salvé de estar pupila porque se abrió la carrera docente en el San José”.

En cuanto a su padre dice que “era todo para mí. Tengo tantos recuerdos. El domingo era el día que estábamos de fiesta, porque nos íbamos a jugar a la cama con papá. Él no estaba en toda la semana, porque estaba siempre trabajando. Era muy familiero, siempre hacía su quinta. Tengo recuerdos hermosos, los domingos nos veníamos al cine; a ellos –sus padres- les gustaba mucho el cine. Veníamos caminando hasta el Cervantes o Italia. Era la salida, la única salida. Mi abuelo vivía en la calle Junín a dos cuadras –de la primera casa familiar, en calle Mitre, entre Junín y Alem- veníamos las dos de la manito y nos íbamos a la casa del abuelo, donde estaba el tío Nicolás, que en esa época era soltero y que después tuvo la Librería Provincia”.

Cuando se hizo la construcción de la Librería Losno, “la única construcción que había era la casa de Marcalain. Hace dos o tres años hablé con Susana Marcalain, que está en Buenos Aires, era su cumpleaños.

Se emocionó mucho. Le dije por teléfono ‘en este momento estoy mirando la ventana, a través de la cual te veía maquillarte’. Era preciosa. En la ventana del piso de arriba siempre estaba maquillándose, pintándose los ojos”.

“Frente a nuestro negocio, sobre la calle Sarmiento, estaba vacío, ahí se instalaban los parques. Salíamos a pasear en auto con la familia Ducca, dueño de la Ford, que siempre nos llevaba los domingos a dar una vueltita. Iba despacito. El pueblo se terminaba donde está la Cooperativa Obrera”.

Algunas anécdotas de las muchas cosechadas a lo largo de estos 80 años de Librería Losno: “miles de anécdotas. La familia Travería tenía una chica que trabaja con ellos y la mandaban a hacer compras. Un día le dijeron que fuera a nuestra librería a comprar papel parafinado. La chica venía ‘para finado, para finado…’, y cuando llegó a la acá se olvidó. Entonces mi mamá empezó a nombrarle los diferentes tipos de papel: crepé, madera, de molde, parafinado. La chica le dice ‘¡Sí, papel para muerto!’. Todavía tenemos algunas hojas de ese papel”.

Otra anécdota: estaban “Chicha” y su madre, “un sábado por la tarde, con el negocio cerrado. Un señor empieza a golpear la puerta con un chico en los brazos. Con mi mamá estábamos marcando mercadería. Mi mamá le preguntó qué necesitaba, el hombre le indicó lo que quería comprar. Cuando fue a pagar el hombre saca un billete grande, mi mamá le pregunta ‘¿No tiene más chico?’ y el hombre responde, ‘No, soy soltero’. Son algunas anécdotas de las muchas que tenemos en 80 años de comercio”.

Impensado cuando don José Losno creó la librería que llegaran a los 80 años ininterrumpidos de actividad comercial. Hoy con los nietos de don José, el hijo y el sobrino de Chicha, los tres juntos, en la continuidad de Librería Losno.