10/10/2018CIUDAD

“No permanecer caído”.

Un libro que es testimonio de la Fundación Espartanos. Escrito por Federico Gallardo.

Los Espartanos es el equipo de rugby de la Unidad Penitenciaria N° 48 de San Martín, provincia de Buenos Aires. En una de las solapas del libro dice que su autor nació en el año 1988 en San Pedro y que actualmente vive en Tigre. Licenciado en Comunicación Social, es fundador de una agencia de comunicación digital.

Es escritor, maratonista, hincha de Boca y de Sabina. Es uno de los integrantes de la Fundación Espartanos, que tiene pocos años, apenas 9, pero mucho andar a lo largo de todo este tiempo. Como haber estado reunidos en el año 2015, por una hora y media, con el Papa Francisco, en el living de la residencia Santa Marta, contando lo que hacen.

Federico Gallardo y Emiliano Garrido estuvieron el martes en la Sociedad Rural brindando una charla organizada por el Ateneo Joven de la institución. Presentaron el libro y contaron historias de vida.

En una entrevista en La Nueva Radio Suárez contaron que “la Fundación inicia en el 2009, el fundador es Eduardo Oderigo. Somos doce fundadores, Eduardo inició con Rugby en la Unidad N° 48 de San Martín. Desde marzo del 2009 hasta hoy que entrena todas las semanas. En el 2013 se inició el rezo del Rosario, donde aparece la segunda pata de la fundación, que es la espiritualidad. Nosotros trabajamos con cuatro columnas: deporte, espiritualidad, educación y trabajo. En cuanto a educación, fuimos dando cursos de oficio y demás para que los chicos tengan herramientas a la hora de salir en libertad. Con el rugby empezamos a jugar partidos fuera del Penal, con clubes que nos invitaban".

"Jugábamos contra la Policía Metropolitana, contra jueces y fiscales y contra varios clubes de rugby”.

Cuentan que tuvieron “varios hitos en la historia de la Fundación. En octubre del 2015 estuvimos con el Papa Francisco y diez Espartanos en libertad. En el 2017 creamos la primera cancha de pasto sintético de rugby en un Penal en el mundo. En el 2017, en noviembre, lanzamos el libro ‘No permanecer caído’, del cual tengo la suerte de ser el autor. En él contamos la historia de la fundación y hay 15 testimonios de los chicos. Algunos están en libertad, otros están en la cárcel, otros estuvieron en libertad y volvieron a caer porque no pudieron aprovechar las herramientas que les dimos”.

Dicen, en relación a los cuatro pilares que sostienen el trabajo de la Fundación, que “hoy creemos que son un círculo perfecto. Siempre es el deporte el que abre las puertas y el que derriba prejuicios. Los chicos cuando empiezan a entrenar comienzan a tomar bastantes valores del rugby: el sacrificio, el respeto a la autoridad, el compañerismo, el trabajo en equipo. La espiritualidad lo que hace es ablandarles el corazón. La cárcel es una selva de cemento y sobrevive el más duro. Cuando los chicos empiezan a rezar, a mirarse para adentro, a perdonarse, a perdonar, empieza un cambio mental y de sentimientos muy fuerte. Creemos que esas dos tienen que estar siempre. La educación brinda las herramientas para formarse a la hora de salir a laburar. También es fundamental la última pata, que es el empleo, ahí es donde se compromete la sociedad, porque sin empresas que nos den trabajo es muy difícil”.

Al pedirles que mencionen algunas cosas que aprendió en estos 9 años de la Fundación Espartanos, señalan que “básicamente me cambió la vida. Como dice Emiliano, yo era un cheto de zona norte, de una familia con buena posición económica, donde siempre tuve todo lo que quise".

"Y estaba totalmente convencido que los presos tenían que pudrirse en la cárcel. Y lo sentía. Cuando entré por primera vez a un penal me di cuenta que estos tipos no habían tenido absolutamente nada de lo que yo recibí en la vida. Y como dice Emi, uno nace de un lugar de la vida o del otro. No haces nada para nacer en la familia en la que naces, con los hermanos que tenes. Para que te den un abrazo o un beso a los meses de vida o al año. Creo que todo nace del amor y el afecto. Son chicos que no han tenido nada de eso en su vida. Entonces, ahí me empecé a preguntar desde qué lado puedo juzgar yo a una persona que no tuvo absolutamente nada, ninguna herramienta de las que tuve yo".

"Me hizo entender un montón de cosas y me hizo cambiar la vida. La verdad que hoy vivo de otra forma, valorando lo simple. Emi me eligió testigo de su casamiento y para mí esas son las cosas que no tienen precio. Que a uno le llegan al corazón. Y todo lo demás, no importa”.

Indica a quien quiera ir a una cárcel, “si van con la intención de dar muy poquito se van a encontrar que le van a devolver muchísimo más. Se convierte en un acto egoísta. Yo hoy voy una vez por semana al penal porque lo necesito. Es eso: dando muy poquito, recibís muchísimo”.

Emiliano Garrido. La historia de un Espartano.

En la página 63 del libro de Federico Gallardo está la historia de Emiliano. En la introducción el autor dice que robar era su trabajo, hasta que una computadora lo puso en evidencia. Cayó. Su primer día en cana le pidió a Dios que lo sacara de ahí. Esparta le cambió la mentalidad.

Recuperó la confianza, la fe y la alegría de vivir. ‘De acá va a salir la mejor versión de Emiliano’, le dijo Coco. Se la creyó. Su historia nos renueva la esperanza”.

En la tarde del martes, ante un público numeroso, y previamente para La Nueva Radio Suárez, Emiliano contó su historia.

“Tengo 34 años y esposa, con quien el domingo pasado cumplimos un año de aniversario. Tengo cuatro hijos, de 2, 10, 12 y 13 años. Ya hace tres años que estoy en libertad. Salí dos meses antes de que naciera el más chiquito de mis hijos. Fue el único del que pude presenciar el parto. A los otros, con mi otra vida, agitada, no. Mi señora me decía: ‘voy a tener familia’; yo le decía: ‘toma plata, anda a tener’. En cambio, con el último, ya más motivado del corazón, fui a presenciar el parto, experiencia que no había vivido en mi otra vida. En la que llevaba de delincuencia, de droga”.

¿Qué viene primero, si la delincuencia o la droga, o ambas de la mano? Responde que “ambas de la mano. Mi vieja muere de HIV cuando tenía 18 años, a mi papá lo habían matado a puñaladas cuando yo tenía 6 años, en un carnaval. A los 18 me encontré solo, con hambre, y sinceramente se me veían los dedos por la zapatilla. Ahí tomé la mala decisión de salir a robar. Con mi primer delito me compré un arma".

"Fueron varios años de delincuencia, perfeccionándome en eso, hasta que con un delito caí preso, por robar al Intendente de San Isidro con un grupo comando”.

Dice que cuando llegó el primer día a la cárcel se dio cuenta que no era para él: “que mi vida no era ser delincuente como yo pensaba, que mi oficio no era ser delincuente. Veía cómo mataban a un pibe por un par de zapatillas; cómo la Policía verdugueaba a la familia cuando iba de visita. Yo no quería eso para mi familia. Aprendí a amar a mi señora, a amar a mis hijos. Aprendí hasta amar a mis suegros. La verdad que extrañaba hasta a la vieja chusma del barrio”.

Le pedían, “hasta 14 años de prisión. Y se me hacía muy difícil. Intenté suicidarme en la cárcel. Pero lo superé”.

Cuenta que fue de un penal al otro, hasta que tuvo la oportunidad de llegar al Penal N° 48, donde se podía trabajar y estudiar.

Empezó haciendo “un trabajo que nadie quería hacer: juntar la mugre de los presos. En uno de esos días de trabajo vi cómo entrenaban los Espartanos al rugby. La verdad que mucho no me llamaba. Decía que era un deporte de maricas porque se abrazaban en el piso y todo. Yo era más futbolero. Pero también vi la posibilidad que salían a la calle con un permiso del juzgado. Yo me quería ir a estar con mis hijos. Por eso le dije a Coco (Oderigo) si me dejaba entrenar. Paró el entrenamiento y les dijo que no tiren más basura en los pulmones de la cárcel porque yo estaba trabajando de eso, era parte del equipo y no tenía por qué limpiar la mugre de ellos. Coco es bastante hábil en todas esas cosas”.

Se esforzó al entrenar, llegó a ser capitán del equipo, empezó a jugar partidos fuera del penal. En uno de esos partidos, contra Jueces y Fiscales, “estaba el fiscal que me pedía 14 años. ‘A este lo mato’, me dije. Fue lo primero que se me ocurrió. Estaría mintiendo si dijera otra cosa. Me terminó matando él con un tackle. Me tendió la mano, me reconoció el sacrificio y el esfuerzo que estaba haciendo por querer cambiar.

Yo me di cuenta que era su trabajo. Al terminar el partido le presenté a mi familia y cada vez que iba al juzgado por algún problema o por alguna causa ya no era un número más”.

Así fue como se fue “preparando para el día de mañana”, como Emiliano mismo relata.

“Yo me levantaba a las siete de la mañana y me iba a cortar el pasto por 30 pesos por mes, para la Policía. Después me iba a estudiar, y luego a la tarde a entrenar. Me decía que, si trabaja por 30 pesos, cuánto más cuando salga ¿no? Mi señora me mantenía, llevando cosas para que yo me pudiera higienizar. Me preguntaba cuánto podía hacer haciendo changas, aunque sea. Y la verdad es que me fui llenando de todas esas cosas positivas, para el día de mañana, cuando recuperara la libertad”.

Ahora está en libertad desde hace tres años. Hizo el curso de electricista en la Fundación Oficios.

“Cuando salí se me hizo más fácil la rutina del trabajo. Ahora estoy desde hace dos años y medio en el Club Santa Bárbara y la verdad que cuando cobré mi primer sueldo de 20 mil pesos me sentía millonario. De lo que robé no me quedó nada. Con sacrificio me pude comprar un auto. Cuesta llegar a fin de mes. Cuando lo vi entrar a Fede Gallardo, que es de una familia de buena posición económica, pensé ‘estos ladrones vienen acá a sacarnos información’; uno viviendo en una villa dice que los que tienen plata la tienen porque robaron. Hoy me doy cuenta que no. El papá de Fede tiene 80 años y sigue trabajando. Coca está bien económicamente y sigue trabajando. Me hicieron ver eso: que el sacrificio del trabajo tiene sus frutos”.

Lo que procura enseñarles a sus hijos es “el amor. Fue algo que yo no tuve. Siempre tuve palos y palos. Y que siempre van a contar conmigo hasta que sean grandes. Yo tuve la mala suerte de perder a mis padres de chico y la verdad que fue muy feo. En el entorno familiar eran ladrones; mi mamá me mandaba de vacaciones a la casa de mis parientes que eran narcotraficantes. Aprendí a usar la licuadora no para hacer un licuado, sino para moler la marihuana. Me crié así. El Papa dijo que si hubiera estado en mi situación hubiera hecho exactamente lo mismo".

"Fede siempre dice que ‘el barba’ te pone siempre de un lado de la vida o del otro. A él lo puso de un lado, a mí me puso del otro. Pero hoy somos buenos amigos”.

Emiliano le dice a quien quiera escuchar, desde su experiencia de vida, que “la segunda oportunidad es necesaria para una mejor sociedad, para que vivamos todos más seguros también. Den una mano a los pibes que están presos. Hay muchos que quieren cambiar. A través de la Fundación Espartanos estamos buscando a esos pibes que quieren cambiar para que se termine un poco la inseguridad”.